SKYLER
Milo.
¿Quién rayos es Milo?
Puede que sea el novio de Juliette o su asistente o quizás solo es su amigo.
No me interesa nada de eso, solo quiero saber quién es este extraño que Juliette ha metido a la casa. No puedo creerlo. Juliette está siendo acusada de ser “la otra mujer” y ahora está compartiendo habitación con un modelo.
Sé que algo o mucho de esos pensamientos que estoy teniendo son incorrectos. Sé que no debería prejuzgar la situación y tampoco debería importarme si Juliette está con alguien hoy, mañana y los siguientes días. No somos ni siquiera amigos.
Pero, aquí estoy, pensando en todo esto mientras mis oídos se fuerzan a escuchar algo de lo que sea que está pasando en la otra habitación. Quizás solo están hablando. Quizás se están besando.
Me giro sobre la cama para quedar de lado y cierro los ojos, volteando el teléfono sin bloquearlo. No tenemos wifi aquí y mis intentos para que milagrosamente se conecte a internet han sido en vano.
Voy a dormir y voy a ignorarles, como lo he hecho desde que él entró y ocupó todos los lugares que yo dejé vacíos.
Abro los ojos. Tengo la garganta seca, los labios también. Necesito agua, creo que eso me servirá para poder dormir finalmente.
Me levanto, ajusto mi camiseta y salgo lento para no hacer ruido. La puerta de su habitación me saluda casi con secretismo. Tengo una pequeña, diminuta y tonta idea de acercarme y espiar.
Pero no soy un niño. No voy a espiar a Juliette, una mujer adulta con un hombre adulto, sea lo que sea que esté pasando ahí adentro no es mi asunto.
Respiro profundo, doy un paso descalzo y escucho eso. Algo como risas, estoy seguro que son risas. Risas que se tratan de apagar, con secretos y declaraciones llenas de silencios.
Mi corazón me golpea. No creo que esté haciendo algo más que regañarme por ser un ridículo.
Aunque no puedo evitarlo, me acerco a la puerta y recuesto mi cabeza en la superficie para intentar escuchar algo. No sé qué estoy esperando escuchar, ¿Mi nombre? ¿Sus secretos? ¿El sonido de todo lo que ella no me dirá jamás?
Aprieto los ojos, casi cerrados. No puedo distinguir mucho. O la puerta es gruesa para evitar personas espiando o me estoy quedando sordo. Escucho más el latido de mi propio corazón que lo que sea que significan esos murmureos.
Escucho un par de palabras más claras “quiero” “tal vez”
Ya no puedo estar más cerca de la puerta de lo que estoy ahora. La madera fría está presionada contra la mitad de mi rostro y mis ojos cerrados, usando toda la concentración para recolectar palabras.
Y ahora escucho mucho más claro: “Abajo hay café”
Ay no.
Abajo significa que…
Escucho el sonido del seguro de la puerta y todo mi cuerpo entra en modo de pánico. Me muevo de ahí, rápido, acelero el paso pero mis pies se tropiezan con el aire y caigo de rodillas directo al piso.
Justo cuando ella abre la puerta. — ¿Skyler?
Coloco las palmas en el suelo, en una posición de derrota y humillación. —Estoy bien, solo me caí.
Qué vergüenza. Espero que no se hayan dado cuenta que estaba escuchando sus conversaciones privadas.
—Oye amigo, ¿necesitas ayuda? —la voz de Milo es gruesa.
Y me molesta que me llame amigo porque no lo soy, ni siquiera me conoce.
—Estoy bien —me levanto, aun sintiendo el peso de la vergüenza en mis hombros.
Juliette me mira con el ceño fruncido. Estoy acostumbrándome a esa expresión, esa que constantemente me recuerda lo poco que quiere estar cerca de mí.
Se cruza de brazos. —Bueno, ¿Vas a quedarte aquí?
Niego. —Yo… no, solo iba al baño.
Milo sonríe y la mira. —Vamos Jules, tenemos que seguir hablando de eso.
Milo estira la mano y toma la de Juliette. Ellos pasan a mi lado y escucho sus pasos en las escaleras mientras bajan. Cierro los ojos por un instante, no sé qué me pasa. No sé porque no puedo solo irme a mi habitación y olvidarme de ese chico extranjero y mi antigua amiga.
Pero no puedo, aunque luche con este sentimiento.
Respiro profundo, giro y ahí voy yo bajando las escaleras también. Escucho cuchicheos y risitas. Mi pecho se calienta y mi mandíbula se tensa.
Bajo y voy a la cocina sin detenerme. Ellos dejan de hablar cuando entro y sus ojos me siguen, así lo siento, pero yo finjo que estoy en el humor perfecto para prepararme un té negro.
Me muevo más lento de lo necesario. Tomo una taza, preparo el agua y elijo el té sin voltear hacia donde ellos están. Por medio del reflejo de la alacena veo que Milo y Juliette se hacen señas.
Entonces, Milo habla: —Skyler, ¿quieres que te prepare algo? Soy bueno haciendo aperitivos a medianoche.
Giro, con la excusa que me está hablando. Juliette tiene el codo recostado en la encimera, Milo está recostado con la cadera. —No, gracias. Solo quiero un té.
Le doy una mirada a Juliette, ella me mira también pero apartamos los ojos del otro.
Milo aclara la garganta. —Entonces, ustedes se conocían.
—Milo —Juliette advierte.
Pero Milo no se detiene, cruza los brazos y sus labios forman una sonrisa. — ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que se vieron?
Ninguno de los dos contesta. Sabemos cómo fue ese último encuentro, lo que significa para nosotros. La carga emocional que representa recordar esa última vez.
Muevo los ojos a Juliette y aunque ella no ha cambiado mucho físicamente, con esta luz, a esta hora, luce como la chica que me dejó con el corazón roto.
Luce como la chica a quien le rompí el corazón una y otra vez.
Con esta luz, con este silencio creado entre nosotros mi mente me lleva a ese lugar, a mitad de la calle. Al rostro de Juliette lleno de dolor, de ira y de preguntas. Preguntas que quería resolver pero no podía.
Juliette baja la mirada. —Me duele la cabeza, mejor me voy a dormir.
La veo moverse y alejarse, desaparecer de mi vista como lo hizo esa noche. Como lo hicimos esa noche.
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Editado: 04.09.2025