Antes De Odiarnos

19: EN LA ARENA

SKYLER

—Debí ponerme más bloqueador —Juliette afirma.

Ambos estamos tendidos sobre la arena con los ojos cerrados para que el sol nos seque la ropa.

No sé cómo llegamos a este punto. No sé porque me divertí con ella, de una manera extraña. No como antes, con una sensación nueva. Como si fuéramos personas nuevas y bueno, creo que lo somos.

Pero ella está a mi lado y no estamos peleando, solo escuchando al mar y las aves mientras el sol se encarga de secarnos. Faltan como dos horas para el atardecer así que el sol ya no se siente tan abrazador pero si está ayudándonos.

Abro los ojos y muevo el rostro a un lado. Veo el perfil de Juliette, su cabello desplayado a los lados, sus ojos cerrados. —No vas a quemarte por una vez que tomes sol sin bloqueador.

—Te equivocas —dice—. Papá se quemó una vez, quedó todo rojo.

Sonrío. Oswald Berry es un personaje que recuerdo con aprecio. Aun si mi historia con los Berry fue un desastre, él siempre será el hombre que me aceptó con los brazos abiertos y que siempre me hacía sentir bienvenido.

—Canta algo —pido.

Resopla, aún no sabe que la estoy viendo. —No soy una radio.

Sonrío. —Pero eres cantante.

—Tu también —dice, suspirando—. Canta algo para mí.

Regreso mi rostro hacia arriba y cierro los ojos. No sé porque, pero lo hago. Abro mi boca y canto una de las canciones que ella y yo cantamos en un video y publicamos en internet antes que uno de esos nos hiciera conocidos.

Linger

“Si tú, si pudieras salir adelante. Tratando de no mentir. Las cosas no estarían tan confusas. Y no me sentiría tan usado. Pero siempre supiste. Sólo quiero estar contigo”

Dejo de cantar y hay silencio.

Juliette se mueve, abro los ojos y ahora está de lado, recostada sobre su brazo. —Olvidaba que tu tono de voz es muy distinto.

Me muevo también para acomodarme como ella. — ¿Una delicia al oído?

Suelta una carcajada. —No tonto, solo… diferente. Tienes ese estilo de los cantantes de antes, como los compañeros de mi padre. Creo que si te dedicaras a cantar canciones clásicas te iría bien.

—Lo mío es el rock.

Bufa. —Sí, fuiste todo el paquete, ¿no? Drogas, alcohol y rock —aprieta los labios de inmediato.

Bien, ella lo dijo. Eso fue lo que cambió todo, no por completo es mi culpa pero lo hizo.

—Una pérdida de tiempo —admito.

Juliette mueve la mirada a la arena, con un dedo pica una sección. —Skyler, no entiendo como todo se arruinó.

Bufo. —Ambos lo sabemos.

Clava más fuerte el dedo. —Sí, sí ya sé esa parte. Me refiero, ¿Cuándo empezó? ¿Cómo dejamos de ser nosotros?

Su voz se desvanece poco a poco, mi corazón late con fuerza. —No creo que podamos decir cuando empezó, solo lo hizo. Yo recuerdo algunas cosas, recuerdo ir por las botellas de vodka de mi padrastro cuando ya estaba cansado de fingir que todo estaba bien.

Juliette cierra los ojos como si eso la hiciera invisible. — ¿Por qué no me dijiste lo que estabas haciendo?

Hago una mueca. —Porque no podía permitir que tú me vieras así.

Vuelve a abrir los ojos. —Pero aun así…

Juliette se gira y vuelve a quedarse recostada sobre la espalda, el cabello se le revuelve con la arena y aunque estoy muy tentado a estirar la mano y quitar algunos granos, no lo hago.

Pero la veo ahí, recostada con ese perfil que veía tantas veces, con esas mejillas que sé que son suaves y esos labios que nunca pude besar pero que lo quise hacer incontables noches.

— ¿Qué pasó después de nosotros? —le pregunto, sin quitar la mirada de ese pequeño lunar que tiene en la mejilla.

Respira profundo. —No… yo intenté seguir la vida normal, la universidad y eso pero sabía que quería y eso era la música. Yo solo quería cumplir mi sueño y lo hice.

— ¿Cómo?

Muerde su labio inferior. — ¿Cómo? Bueno, ya sabes, papá aún tiene amigos en la industria y sí, puedes decirlo.

Frunzo el ceño. — ¿Decirlo?

Me mira de reojo. —Que soy hija del nepotismo. Que sin mi padre no hubiera triunfado y que seguiría siendo nada.

Chasqueo la lengua. —Nunca te diría eso.

Suelta una pequeña carcajada. —Estoy segura que me has dicho algunas cosas así.

—Sí —me recuesto también a su lado, con la espalda contra la arena y la mirada al cielo—. Pero la realidad es que, aun sin su ayuda, creo que lo hubieras logrado.

Ella no contesta nada, nos quedamos en silencio por mucho tiempo.

No sé qué estamos haciendo y por qué lo estamos haciendo pero con cada segundo que paso ahora a su lado, en esta posición, frente al mar, recuerdo nuestros veranos cuando solo éramos niños.

Y recuerdo lo que ya no fuimos. Lo que siempre imaginé que seriamos y que nunca obtuvimos.

—Juliette —susurro.

— ¿Qué? —murmura.

Quiero hacerle muchas preguntas y quiero decirle un par de cosas pero no tengo el coraje. Es difícil, es de las cosas más duras que he tenido que hacer.

—Siempre quise volver a verte —confieso.

Juliette no contesta, pasan segundos que fácilmente podrían ser minutos. Escucho un sonido y por un segundo creo que se está burlando de mí y he sido un tonto pero cuando giro a verla, noto las lágrimas deslizándose por su rostro.

Mi corazón se detiene.

— ¿Juliette?

Ella se levanta rápido, el cabello despeinado y aun con la ropa húmeda, sale de este momento que habíamos creado. Ella huye otra vez, hacia la casa, lejos de mí.




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