Antes De Odiarnos

20: PASADO

SKYLER Y JULIETTE A LOS ONCE AÑOS

Mientras que Juliette se recostaba sobre la toalla de colores, Skyler seguía tomando fotografías del cielo intentando captar a las gaviotas en el momento correcto pero nunca parecía serlo.

Finalmente se rindió y se recostó al lado de su amiga. — ¿Por qué las gaviotas tienen que volar tan rápido?

Juliette, como una pequeña estrella de cine con gafas de sol en forma de estrellas, sonrió. —O tú eres muy lento.

—Oye —Skyler pateó suavemente la pierna bronceada de Juliette con su pie, el cual ya albergaba algunos granos de arena entre sus dedos.

Skyler se acomodó y esta vez, se acercó un poco a Juliette. Ella siempre olía bien, a sus aromas favoritos como algodón de azúcar y fresas pero hoy también olía a coco y eso lo hacia sonreír como nunca.

A veces Skyler se acostaba en su cama en la oscuridad y pensaba en ella, en su amiga que siempre lo hacía sentir mejor y quien estaba muy agradecido de haber conocido. Juliette era la chica más genial de todas, al menos, eso pensaba Skyler.

Por su parte, Juliette podía sentir el brazo de Skyler rozándose con el suyo y no lo quiso retirar. Le gustaban esos momentos donde algo entre ellos sucedía, aunque nadie lo notara. Momentos como cuando Skyler le acomodaba el cabello, cuando le ajustaba la gorra o le daba la mano para trepar alguna roca de la playa.

Las cosas simples, son las que se quedan enterradas para siempre en nuestros corazones y esas son las más difíciles de soltar.

Ese día había llegado a la playa junto a la madre de Skyler, una mujer muy dulce y agradable. Una mujer que seguramente era quien le había heredado ese corazón tan grande a su hijo.

Ella estaba un poco más lejos, ocupada con un libro, uno que había leído tantas veces que podía recitarlo con los ojos cerrados pero que le encantaba leerlo como la primera vez, pues muchas veces en su pasado, ese mundo de ficción era como un salvavidas.

Un grupo de niños se acercaron, ellos parecían ser de la edad de los chicos aunque quizás un año mayor. Uno de ellos, más alto que el resto, miraba a Juliette.

—Hola, ¿quieren jugar a sumergirse? —pregunto él chico desconocido.

Skyler notó que sus ojos estaban únicamente fijados en Juliette y por primera vez en su vida, sintió una fuerza marítima desencadenándose. No le gustaba la mirada de ese chico sobre su amiga, no quería que la viera en realidad.

¿Por qué se sentía así?

— ¿Jugar? —Juliette se sentó, cubriéndose del sol con una mano—. ¿Cómo se juega a eso?

—Me das la mano y nadamos bajo el agua —afirmó.

A Skyler no le pareció nada agradable la imagen de su mejor amiga sosteniendo la mano de otro chico pero no podía hacer nada si ella aceptaba. Algo que él ha aprendido por parte de su madre es que las mujeres tienen derecho a decidir sobre su propia vida, cada vez que se lo recuerda ella luce entristecida, como si hubiera deseado que alguien le hubiera recordado tal cosa cuando era joven.

— ¿Te doy la mano? —Preguntó Juliette, moviendo sus ojos a la mano del desconocido chico—. ¿Por qué tengo que hacerlo? ¿Y si voy con él, le doy la mano también?

Las miradas estaban sobre Skyler, como los rayos del sol que comenzaban a aumentar la temperatura.

—No quiero jugar —respondió Skyler.

El chico se encogió de hombros. —Entonces ven tú, que se quede aquí.

Juliette se sentía decepcionada que su mejor amigo no iría con ella, últimamente hacen casi todo juntos, pero tal vez Skyler ya no está interesado en esas cosas.

Él ha cambiado, pensaba Juliette. Skyler estaba diferente aunque no podía explicar por qué. Tal vez era que había crecido, que ahora ya no veía el mismo programa de dibujos animados y que prefería escuchar música a crear historias imaginarias con ella.

Esa fue la primera vez en que Juliette se preguntó si algún día ella y Skyler estarían distanciados por sus diferencias pero apartó el pensamiento rápidamente. Juliette estaba segura que nada en este mundo podía separarlos.

—Prefiero quedarme aquí —respondió Juliette.

Los chicos la vieron unos segundos y se alejaron. Se habían acercado pues Juliette era una chica muy linda pero tampoco estaban lo suficientemente interesados para convencerla.

Skyler cerró los ojos y sonrío fugazmente. Juliette no se había ido, se había quedado con él.

—Yo quería jugar contigo —murmuró ella antes de acostarse de nuevo.

Skyler abrió un ojo y la miró, luego rodó sobre su cuerpo hasta quedar sobre su estómago. —Yo quería que te quedaras.

Juliette hizo el mismo movimiento y ahora ambos le daban la espalda al sol y se veían a los ojos. —Yo quiero jugar contigo.

—Yo quiero estar contigo —Skyler se arrepintió de decir eso.

¿Por qué lo hizo?

Juliette le sonrió y Skyler entendió que no había nada más brillante en este mundo que la sonrisa de su mejor amiga y que nada lo hacía más feliz, que provocar ese gesto.

Juliette podría quedarse ahí el resto del día, ignorando el mar pues el azul de los ojos de Skyler era mejor.

Y sin saberlo, por primera vez, la semilla en sus corazones empezó a germinar.

Skyler tomó esa cámara digital que el padre de Juliette le había regalado, porque así era Oswald Berry, un hombre generoso que no dudaba en dar más de lo que tenía y ya le estaba tomando cariño a Skyler.

Oswald veía potencial en Skyler, no solo como futuro talento sino como alguien quien podía cuidar de su princesita por mucho tiempo. Algo había en Skyler, en la manera que siempre era gentil con Juliette.

Oswald pensaba que si alguien iba a merecer un espacio en la vida de Juliette, debería ser Skyler.

Pero Skyler no estaba consciente de ello, en ese momento únicamente quería encontrar la posición correcta para poder capturar ese momento pues la manera en que los ojos de Juliette se veían con esta luz le parecía algo que no debería dejar pasar.

Juliette se cubrió el rostro, le pidió que no le tomara fotografías y que mejor fuera a capturar a los pelicanos o las olas del mar pero Skyler no creía que nada de eso se comparaba a las mejillas rojas de su amiga.




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