JULIETTE
El silencio después de hablar con Skyler nunca es realmente silencio. Queda en el aire como una vibración extraña, como si cada palabra se hubiera pegado a las paredes y ahora me rozara la piel aunque ya no se esté diciendo nada.
Nos hemos parado y estamos viendo hacia el mar entre la noche azulada, yo me quedo ahí, con el viento colándose entre mis brazos. Él todavía está cerca, tan cerca que siente el calor de su cuerpo.
—Estás helada —murmura.
Me doy cuenta de que tengo los brazos apretados contra mí misma, como si intentara sostenerme. Apenas alcanzo a asentir cuando él se mueve. Su chaqueta roza mi brazo antes de envolverme.
—Gracias —digo y mi voz me sale demasiado baja.
—No tienes que agradecerme —responde, casi en un susurro—. Siempre quise hacer esto, cubrirte cuando temblabas.
Skyler me mira, y hay algo en sus ojos que no sé decodificar. No es lástima. No es siquiera compasión.
Nos quedamos así un rato. Su rostro a centímetros del mío. — ¿Vas a decir algo? —pregunta, con media sonrisa.
—No sé qué decir —respondo.
—Entonces no digas nada.
Siento el golpe en el pecho antes de que ocurra.
Su boca roza la mía. No es un beso decidido, como si me pidiera permiso. Y soy yo la que lo da. Mis labios se abren apenas y de pronto ya no hay espacio entre nosotros.
El beso me sabe a todo lo que callamos. Amargo, dulce, torpe, urgente. Mis manos se aferran a su camiseta sin que lo piense demasiado. El calor me recorre entera, como si hubiera estado congelada desde hace años y recién ahora alguien encendiera la chispa.
Cuando se aparta, respiro agitada. Él apoya su frente en la mía. —No sabes cuántas veces quise hacer esto —susurra—. Besarte, tenerte así de cerca.
— ¿Y por qué no lo hiciste antes? —pregunto, apenas audible.
—Porque tenía miedo —confiesa—. Miedo de perderte incluso sin haberte tenido.
Lo beso de nuevo y esta vez es más profundo. Mis dedos viajan por su cuello, por el borde de su mandíbula. La piel le arde y yo ardo con él.
Nos movemos hacia adentro casi sin notarlo. La habitación se siente más pequeña que antes. La penumbra juega a nuestro favor, dejándome a salvo de lo que no quiero ver, pero también me empuja hacia lo inevitable.
—Juliette —Skyler susurra mi nombre.
Entierro mi cara entre su cuello. —Skyler.
Él me toma de la cintura y me aprieta contra su cuerpo. Es cómico la manera en que caminamos ahora, dirigiéndonos a un solo lugar. Al lugar donde he estado en algunas ocasiones con personas que no importan ahora, con personas que solo apagaban la soledad en mí.
Casi tropezamos en las escaleras pero nuestros labios se niegan a apartarse.
De pronto me siento como una adolescente. Alguien que siente corrientes eléctricas en el cuerpo con los dedos de alguien más en el borde de su blusa. Con las manos tocando lugares nuevos y su cuerpo pidiendo más.
Skyler empuja la puerta de mi habitación y llegamos. Él me presiona contra la pared y yo he perdido la noción del tiempo. Sus labios me besan como si lo han querido hacer desde siempre. Como alguien que prueba el agua por primera vez en un desierto.
Los besos que he tenido, actuados o no, no se comparan con esto. Nada se compara con esto.
Nos separamos para tomar un respiro y me sonríe. —Eres hermosa —susurra.
Lamo mi labio inferior. —Estás todo despeinado.
Skyler toma mis manos, sonriendo y retrocede hasta que llega al borde de la cama, se sienta en la orilla, tirando de mí hasta que quedo de pie entre sus rodillas. Sus manos suben por mis brazos con delicadeza como si cada centímetro de mí pudiera desmoronarse con el toque equivocado.
— ¿Está bien? —pregunta, tan bajo que casi no lo escucho.
—Sí —respondo—. Estoy bien, solo… no sé, contigo se siente distinto. No quiero ir rápido, lo siento.
—Nunca lo haría —Skyler toma mis manos y les besa el dorso.
Asiento. Pero el nudo en mi garganta se aprieta cuando sus dedos se deslizan hacia mis piernas.
Lo recuerdo.
Lo recuerdo todo.
El ruido del vidrio, la sangre, el mareo. Y las miradas que vinieron después, la forma en que cada rumor multiplicó las cicatrices. Me aparto un poco y él lo nota de inmediato.
—Lo siento —dice, levantando la vista. Sus manos se quedan quietas, abiertas, como ofreciéndome una salida—. No tienes que dejarme si no quieres, no tenemos que hacer esto.
—Es que… —mi voz se rompe.
Skyler se mueve para crear distancia. —Lo siento.
No quería, no ahora. No con él tan cerca. Pero las palabras salen igual—. No me gusta que me mires ahí.
Él parpadea, confundido. Luego lo entiende. Lo veo en el cambio de su expresión. —Las cicatrices.
Asiento, sintiendo la vergüenza hervir bajo mi piel. Quiero cubrirme, quiero retroceder. Pero él no se mueve hacia atrás.
—Juliette —su tono es suave—. No hay nada feo en ti, no importa. Si es por eso, si tienes miedo de que las vea te juro que no me importa.
—No lo digas solo para consolarme —susurro.
—No lo digo por consolarte —responde con firmeza—. Lo digo porque lo creo, eres la mujer más hermosa que he visto. Eres preciosa, no por tu rostro o tu cuerpo, por lo que eres. Juliette, desde que te conozco lo pienso y juro que ninguna marca, cicatriz o nada puede hacerme verte de otra manera.
Me muerdo el labio. —Skyler.
Él toma mis brazos y me mueve para que me siente a su lado, lo hago y luego él hace algo que no esperaba. Se levanta para quedar arrodillado frente a mí.
Mi corazón pega un salto y no sé qué está planeando pero no me aparto.
Skyler levanta un poco la tela de la falda larga que llevo, por debajo de mi rodilla y ahí se ven las cicatrices. Mi corazón se detiene, él está viendo esas marcas que desearía que desaparecieran.
Entonces Skyler hace algo inesperado, se inclina y roza con los labios justo donde empieza una de las marcas. Apenas un contacto, cierro los ojos porque no lo soporto.
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Editado: 23.09.2025