Antes De Odiarnos

36: PASADO

SKYLER A LOS QUINCE AÑOS

Bajé las escaleras con cuidado, en silencio, porque ya era tarde y no quería que mi mamá se despertara y me regañara. Pero cuando llegué al último escalón, el aire se quedó atrapado en mi pecho.

Ellos estaban ahí.

Mi padrastro y la mamá de Juliette, en el sofá, acurrucados como si no hubiera nada malo en el mundo. Como si mi mamá no estuviera arriba durmiendo, confiando en él. Como si Juliette no existiera.

Sentí que mi cuerpo se quedaba helado. Mis manos se cerraron en puños sin que yo lo decidiera. Era como si alguien me hubiera dado un golpe en el estómago. Por un segundo no supe qué hacer. Pensé en gritar, en hacerlos apartarse, en correr escaleras arriba y despertar a mi mamá para que lo viera con sus propios ojos.

Pero no lo hice.

Mi cerebro se quedó en blanco y el zumbido en mis oídos era tan fuerte que no escuchaba la televisión de fondo ni el sonido de la lluvia golpeando la ventana. Todo lo que podía ver eran sus siluetas, las manos de él sobre el brazo de ella, los dos sonriendo como si el mundo fuera solo de ellos.

Una parte de mí quiso tomar mi teléfono y tomarles una fotografía. Pensé en lo fácil que sería, en cómo por fin tendría una prueba, algo que le demostrara a Juliette que yo no estaba inventando nada, que lo que sospechábamos era real. Algo que podría mostrarle a mi mamá para que dejara de mirar hacia otro lado.

Pero no lo hice.

Sentí un ardor en los ojos, la rabia apretándome la garganta. No podía quedarme ahí parado. No podía permitir que siguieran tocándose, besándose, como si nada. Necesitaba que alguien supiera, que alguien sintiera el mismo asco que yo estaba sintiendo.

Así que salí por la puerta de atrás sin hacer ruido y corrí. Corrí bajo el aire frío de la noche, con las luces de la calle parpadeando y mis zapatillas golpeando el pavimento. La distancia entre mi casa y la suya nunca me había parecido tan larga, y cada paso se sentía como si estuviera empujando un muro invisible.

Necesitaba verla. Necesitaba decírselo. Necesitaba que Juliette supiera que lo que habíamos sospechado todo este tiempo era cierto.

Llegué a su puerta, jadeando, con el corazón golpeándome el pecho. No me importó que su papá pudiera abrir y enterarse de la peor manera. No me importó si ella me odiaba por despertarla a estas horas. Solo quería verla. Solo quería que supiera.

Golpeé la puerta con fuerza, sin parar, hasta que escuché pasos al otro lado. Mi respiración estaba descontrolada, mi cabello mojado de sudor y llovizna.

Y cuando la puerta se abrió y vi su rostro adormilado y confundido, todo el aire me volvió de golpe.

—Skyler… ¿qué pasa? —susurró.

Yo no dije nada al principio. Solo la miré, temblando de rabia y de algo que se parecía demasiado al miedo.

—Necesito hablar contigo —logré decir con mi voz áspera—. Ahora.

Ella me hace entrar en silencio. La casa está apagada, salvo por la luz cálida de la lámpara en la sala. El lugar huele a madera vieja y café frío. Me siento en el sofá, pero no dejo de mover las piernas, todavía con la adrenalina corriendo por mis venas.

— ¿Vas a decirme qué pasó? —pregunta, frotándose los ojos, ya más despierta.

Levanto la mirada hacia ella. Mi voz sale cortada. —Los vi, Juliette.

Su frente se frunce. — ¿A quién?

—A tu mamá y a él. —No necesito decir el nombre de mi padrastro. Ella lo entiende al instante.

Sus labios se entreabren y su respiración se corta. Por un momento parece que va a reír de incredulidad, pero luego me ve el rostro y se detiene. — ¿Estás seguro?

—No es algo de lo que uno pueda confundirse. Estaban en el sofá, como si fuera lo más normal del mundo. —Me paso una mano por el cabello, tirando de las raíces. Siento que me ahogo—. Él estaba sonriendo, Juliette. Y ella también.

Como si mi mamá fuera un fantasma, como si yo no existiera.

Ella se deja caer en el sillón frente a mí. Su cara está pálida, las manos entrelazadas sobre las rodillas. —Dios mío…

El silencio que se instala es espeso. Solo escuchamos el tic tac del reloj de pared y la lluvia en las ventanas.

—Tenemos que hacer algo —digo al fin—. Decírselo a tu papá. Decírselo a mi mamá. No pueden seguir así.

Juliette levanta la mirada de golpe. Sus ojos están brillantes. —No podemos.

— ¿Qué? —le suelto incrédulo.

—No podemos, Skyler. Si esto sale a la luz, se acabó. Todo. —Se levanta de golpe y empieza a caminar de un lado a otro—. Apenas estamos despegando con la banda. Apenas estamos saliendo en videos, en entrevistas, la gente empieza a hablar de nosotros. ¿Tú sabes lo que haría un escándalo así?

— ¿De verdad me estás diciendo que prefieres callarte? —siento que la rabia me sube de golpe, caliente, insoportable—. ¿Prefieres fingir que no está pasando nada?

—Prefiero no ver cómo todo lo que hemos trabajado se derrumba. —Sus manos tiemblan. Se detiene y me mira—. No es solo mi mamá, Skyler. Es tu padrastro. Además, si… yo… no digo que hay que ocultarlo pero tal vez solo es un error y quizás es algo que ellos mismos se darán cuenta que está mal. Tal vez solo…

— ¿De verdad piensas que ellos recapacitarán? —bufo.

Juliette baja la mirada. —Si hablamos no solo arruinamos todo, tu y yo… nunca…

— ¿Nunca, qué? —pregunto, frunciendo el ceño.

Ella suspira. — ¿Qué crees que dirían si saben que estamos juntos?

—No estamos juntos. —La frase me sale más dura de lo que quería.

Ella parpadea, herida, pero no se mueve.

Entre Juliette y yo no hay nada romántico pero a veces pienso que ella y yo tenemos algo que no le hemos puesto un nombre. No nos besamos ni nada de eso pero me toma de la mano, pasamos siempre todo el tiempo juntos y estar cerca físicamente es normal para nosotros.

—Exacto —dice al fin—. Y si esto se sabe, jamás podremos estarlo. Nos van a destrozar, Skyler. No estamos juntos pero… no finjas que no…

—Nos estamos destrozando solos —respondo, poniéndome de pie—. Esto es una bomba. Va a explotar tarde o temprano y cuando lo haga, va a ser peor.




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