SKYLER
El televisor en la sala de mi madre está encendido, con un volumen bajo. Apenas escucho la voz de la presentadora, pero algo me hace detenerme: aparece la imagen de Juliette Berry.
Mi corazón se encoge un instante.
—Juliette Berry anuncia su nuevo álbum —dice la presentadora con entusiasmo—. Diez canciones que, según ella, reflejan todo lo que ha vivido en los últimos meses.
Siento un nudo en el estómago. No necesito escuchar más. Ya sé que cada letra hablará de nosotros, de lo que dejamos atrás, de lo que no pudimos salvar.
El mundo, como siempre, ya olvidó el drama. Los comentarios en pantalla muestran corazones, mensajes de apoyo, críticas dispersas. La gente la aplaude, la abraza con palabras aunque yo no pueda.
Me dejo caer en el sofá, con las manos entrelazadas sobre las piernas.
Todo lo que tuvimos, todo lo que arruinamos, parece reproducirse frente a mí como un recuerdo que no puedo pausar. Diez canciones que cuentan lo que no nos dijimos, lo que ella no dijo y lo que esperaba que yo dijera.
Mi madre entra en la sala con una taza de té caliente y la coloca frente a mí. —Te veo pensando demasiado, hijo —dice, con esa voz que siempre logra atravesarme—. ¿Otra vez por Juliette?
—Sí —admito, casi susurrando—. Ya no hablamos, no hemos hablado en casi un año. Y ahora ella… ella sigue adelante. Como si todo lo que pasó no me hubiera dolido pero la comprendo, le hice pensar que no me dolía. Otra vez.
Ella se sienta a mi lado, le da un sorbo corto y la deja justo en el medio, para que quede entre nosotros. —El mundo sigue, Skyler. Siempre. Lo que pasó, pasó. No puedes vivir en un ciclo de culpa infinita.
—Lo sé —respondo—. Pero duele. Cada vez que escucho algo de ella, cada vez que alguien menciona su nombre… siento que perdimos algo que no vamos a recuperar.
Mi madre asiente, tomando mi mano con suavidad. —Los errores marcan, sí. Pero también enseñan. No te castigues por lo que no puedes cambiar. Juliette tiene su camino, tú tienes el tuyo. Y eso no significa que no puedas aprender, que no puedas intentar de nuevo, aunque hayas fallado.
Me quedo en silencio un momento, dejando que sus palabras caigan por su propio peso.
La idea de un comienzo distinto, aunque no con ella, pero sí conmigo mismo, me resulta extraña.
Difícil de aceptar.
La realidad es, que después de esa noche caótica en la adolescencia, siempre creí que un día lo íbamos a resolver. Que un día ella me llamaría o que nos cruzaríamos en la calle y todo estaría bien.
— ¿Empezar de nuevo? —pregunto, con voz queda—. ¿De verdad crees que es posible?
—Sí —responde firme—. Empiezas de nuevo cada día, Skyler. Con las personas correctas, con tus decisiones, con tu vida. Aprender a perdonarte, aunque hayas cometido errores enormes. Incluso si duele. Incluso si hay alguien que ya no está a tu lado.
Siento que un poco de peso se suelta de mis hombros. No es un alivio total, pero es suficiente para reconocer que puedo avanzar, aunque la ausencia de Juliette siga viva en cada esquina de mi memoria.
—¿Y si vuelvo a fallar? —pregunto, casi como un susurro, mirando el vapor que sube de la taza—. ¿Y si pierdo otra vez algo importante?
Mi madre sonríe, suavemente. —Entonces vuelves a levantarte. No hay otra forma. La vida no espera a que estés listo. Lo que sí puedes hacer es estar atento, aprender, y no cargar con el peso del mundo sobre tus hombros.
La miro y por primera vez en meses siento que hay un poco de claridad entre tanto ruido. Que la culpa, aunque siga ahí, no me define. Que puedo existir sin tener que repetir los errores del pasado.
Miro de nuevo la televisión. La voz de Juliette continúa, ligera, entusiasta. Sus fans aplauden, celebran cada nota, y el mundo sigue su curso. Yo respiro hondo, dejando que el pasado se asiente como arena bajo el agua y por un instante, permito que mi mente imagine un futuro que no dependa de nadie más que de mí.
El televisor pasa a otro segmento y el sonido se vuelve ruido de fondo. Me quedo quieto, observando la taza humeante.
—No quiero que mi vida se sienta como un eco de lo que fue —digo al fin—. Me alejé de todo para poder respirar, pero aún siento que estoy corriendo en círculos.
Mi mamá se inclina hacia atrás, apoyando los codos en las rodillas. —Es normal. Cuando algo te rompe, no se arregla de la noche a la mañana. —Hace una pausa—. Pero este silencio que tienes ahora… ¿lo estás usando para sanarte o para esconderte?
La pregunta me golpea más de lo que esperaba. —No lo sé. —Paso una mano por mi cabello, exhalando lento—. Al principio lo necesitaba. Alejarme de las cámaras, de los comentarios, de todo el ruido. Pero ahora… creo que me quedé atascado en esta pausa.
Ella asiente despacio. —Eso pasa cuando no sabes qué sigue. —Me mira de reojo—. ¿Qué es lo que sí sabes, Skyler?
Tardo en responder. No porque no tenga respuesta, sino porque me cuesta admitirlo. —Sé qué extraño escribir. Extraño tocar. No para vender discos, no para llenar estadios. Solo para mí.
Mi mamá sonríe de lado. —Entonces empieza ahí. No tienes que volver a ser “Skyler, el de Marea Az”. Puedes ser solo Skyler.
La idea me incomoda y me alivia al mismo tiempo. —¿Crees que alguien quiera escuchar lo que yo tengo que decir ahora?
—No importa si alguien quiere escucharlo. —Su voz es firme, sin espacio para réplica—. Lo importante es que tú lo digas.
Me quedo callado. Esa frase se queda rebotando en mi cabeza como un estribillo.
Lo importante es que tú lo digas.
El té ya se ha enfriado un poco. Le doy un sorbo y dejo que el sabor amargo me despierte.
—No puedo evitar pensar que Juliette está allá afuera, contando nuestra historia a su manera —confieso—. Y yo sigo aquí, como si no tuviera derecho a decir nada.
—¿Y quién dijo que no tienes derecho? —Replica mi madre—. Solo que cuando lo hagas, que sea tu verdad. No un ataque, no una revancha.
#2521 en Novela romántica
#691 en Novela contemporánea
enemies to lovers, relacion falsa, segundas oportunidades drama
Editado: 14.10.2025