SKYLER
Sandy es quien abre la puerta primero para verificar que pueda pasar y luego se hace a un lado para dejarme entrar y ahí está.
Juliette.
Sigue con el vestido de la noche, el mismo que vi en cada foto que llenó las redes en tiempo real. Tiene el cabello algo despeinado, pero de una manera que parece perfectamente planeada.
Ella no se ha dado cuenta que no soy Sandy, que soy yo. Mi corazón late tan fuerte, no la he visto en meses, casi un año.
Por un instante me quedo quieto, tan quieto que hasta el aire entre nosotros parece detenerse.
—Hola Juliette —digo, su nombre se me escapa antes de poder pensarlo.
Ella parpadea, como si no esperara verme.
Tal vez no me esperaba aquí.
—Skyler —susurra y mi nombre en su boca, con su voz, me corta la respiración.
Silencio.
La observo y noto cómo sus manos están entrelazadas frente a ella, como si se aferrara a algo invisible para no romperse. Quiero decir algo ingenioso, algo que rompa el hielo, pero no me sale nada.
—Te vi en el escenario —termino por decir y suena menos casual de lo que imaginaba.
Ella asiente apenas, bajando la mirada por un segundo.
—No sabía si iba a encontrarte —admite.
Abro los ojos.
La parte de mí que había aprendido a vivir sin ella quiere protegerse, cerrarse de golpe. Pero la otra parte, la que escuchó cada una de esas canciones como si fueran cartas dirigidas directamente a mí, solo quiere acercarse.
Siento que cualquier palabra mal dicha puede romper la frágil tregua que ni siquiera hemos declarado.
— ¿Por qué viniste? —pregunta finalmente.
Juliette levanta la vista, y la forma en que me mira me deja clavado en el suelo. Hay ira, pero también tristeza. Hay miedo.
Hay algo que me hace sentirme de diecisiete otra vez.
—Yo…
—Supongo que querías que te dejara en paz —interrumpe—. Dijiste que ese mundo no era para ti.
Me recargo en la pared, cruzo los brazos. —Y sigo pensando lo mismo. No es para mí.
Juliette frunce el ceño. —Pero viniste a verme, viniste al concierto.
Sus palabras me golpean, porque es verdad. La había escuchado, había sentido cada letra como si fuera mía. —No vine por el concierto —digo al fin—. Vine porque necesitaba escucharte.
Ella se queda callada unos segundos, como si esa respuesta le doliera más que un insulto. —Y ahora que ya me escuchaste, ¿Qué vas a hacer?
Respiro profundo. —Pasa que me acuerdo de por qué me alejé. De por qué me fui.
— ¿Porque no soportas esto? —pregunta, extendiendo las manos hacia el aire, como si abarcara la fama, las luces, todo—. ¿Porque yo no voy a detenerme y renunciar, Skyler?
—Porque no podía respirar —replico de manera calmada—. Porque todo giraba en torno a la banda, a los fans, a las entrevistas. Y cuando todo explotó, yo no podía ser la versión de mí que todos querían. Porque nunca probé la fama y lo más cercano que tuve fue durante ese programa, que por cierto, gracias a Sandy no me demandaron por no terminar con el contrato.
Ella baja la mirada.
— ¿Y yo qué? —pregunta despacio—. ¿Crees que para mí era fácil? Seguir sonriendo mientras el mundo entero opinaba de nosotros, de ti, de mí, de mi familia.
Doy un paso hacia ella. —Nunca dije que fuera fácil para ti.
Juliette respira profundo, sus manos se tocan el cabello. —Pero me dejaste cargar con el peso cuando tú decidiste salirte.
—Tú ya no querías hacer el programa —le recuerdo.
Resopla. —Hablo de la banda. Vamos Skyler, no sigamos evadiendo el tema y dejemos los “buenos sentimientos” a un lado. Tu y yo no éramos maduros para lidiar con dos adultos engañando a nuestros padres pero tú ya no eras un niño y por ti, empezaron los problemas —levanta las manos—. Admito que yo fui dura, pero tu decidiste tener algo con Zuri y decidiste odiarme en lugar de…
—Juliette —tengo que detenerla porque, aunque nos hemos distanciado, sé a dónde va esta conversación—. Lo sé. Lo sé. Lo admito, yo no te diré que fue fácil para mí y fue un mecanismo de defensa pero también admito que lo que hice no estuvo bien. Mis acciones te lastimaron, a la banda y a la gente que creía en nosotros.
Frunce el ceño. — ¿Pero?
Niego. —Pero nada, Juliette —aclaro la garganta—. En tu versión yo soy el villano y en la mía tú eres la mala pero, hablemos claro. Tu y yo teníamos diecisiete, luego ya no. Lo que pasó en la casa también lo pudimos manejar de otra manera. No lo sé Juliette, creo que en ciertas historias no hay villanos, solo humanos. Tú y yo nos hemos lastimado pero también nos hemos amado. Te he amado como mi amiga y como mi alma gemela y sé que tú me has amado a mí. Esa es la realidad.
El silencio vuelve, pero ya no es el mismo que al inicio. Es más áspero, más pesado.
La veo y sé que no vinimos aquí para arreglarlo todo en una sola noche, pero tampoco para destruir lo poco que queda.
—No vine a pelear contigo —digo, con un tono más suave—. Solo… no podía seguir fingiendo que... no lo sé, que me rehúso a que nuestra historia termine así. Mira, tal vez nosotros no vamos a estar juntos de la manera en que nos hubiera gustado cuando éramos adolescentes, pero no quiero perderte Juliette. Hay algo en mí que siempre regresa a ti.
Ella me mira, y por un instante su expresión se quiebra. La veo dudar, la veo bajar la guardia apenas un segundo antes de recomponerse.
—Yo tampoco puedo seguir fingiendo —admite al fin.
Me quedo en silencio, sin moverme, sintiendo que estamos al borde de algo, pero ninguno sabe si es un inicio o un final.
No sé en qué momento dejo de pensar y empiezo a hablar y decir lo que nunca he dicho. Confesar el tipo de cosas que le hubiera dicho antes, en algún punto, cuando todo era distinto.
Mucho antes de odiarnos.
Tal vez es porque verla aquí, tan real, tan cerca, me recuerda todo lo que callé.
—Juliette —digo su nombre como si fuera la primera vez en años—, ¿sabes algo? Yo nunca dejé de quererte.
#2521 en Novela romántica
#691 en Novela contemporánea
enemies to lovers, relacion falsa, segundas oportunidades drama
Editado: 14.10.2025