Apnea

Parte II: Matices de primavera (5)

Sábado 25 de abril.

Hoy es cumpleaños de mamá y madrugo para acomodar mesas y sillas ya que vendrán sus hermanos a festejar. Entre arreglar la casa para recibir a las visitas, ella cocina el desayuno y mi hermano menor le ayuda. Después de desayunar me acerco a decirle sobre mi relación, se alegra diciéndome que no es estúpida para no darse cuenta de la sonrisa que he cargado los últimos días, a la par que amenaza de no fallar en la escuela.

Platico con Alicia a escondidas para no ser regañado de estar usando el celular todo el día. Mientras me doy una ducha y le comento a Alicia, ella confiesa imaginarme así, al igual que yo la imagino. Es nuevo, pero no podría decir que algo explícitamente sexual, sino una atracción y curiosidad propias de nuestra edad. No puedo dejar de imaginarla desnuda, con sus kilos de más, sus pechos sujetos a la fuerza de gravedad y su piel ajustada a la cintura… Es un sueño que me llena de nervios y curiosidad. Es un pudoroso sueño.

La fiesta está por empezar conforme van llegando los invitados, y escondido en mi cuarto tomo valor para pedirle oficialmente permiso a la madre de Alicia por teléfono. Aprueba la relación y también me dice que nos veremos en una semana para celebrar el cumpleaños de mi madre junto con el suyo ya que ambas son del mes de abril y después de aceptar ciertas condiciones por fin somos novios con permiso, al menos de su madre. Aún falta su papá, pero eso será después, al señor no lo conozco en persona ya que están divorciados y Alicia vive con él.

Comida, pláticas y un pastel. La fiesta terminó y los invitados se retiraron, por ello de pronto toda la casa entró en calma. Me desvestí, y me coloqué ropa cómoda para estar en mi hogar, después de ducharme, como es de costumbre todas las noches. Y en un día tan feliz llegan mensajes a preocuparme.

Alicia: Me comencé a sentir mal… Tengo náuseas, un dolor punzante en el estómago y en el pecho, y un dolor de cabeza, pero no digas nada, ¿vale?

Figurativamente me rompe el alma en muchos trozos al decirme todo eso y pedirme que no lo diga, al menos desearía estar cerca de ella para consolarla. La paranoia me invade con ideas de algún mal que pueda terminar en la muerte. Es una tortura siquiera imaginarlo, no quiero que nuestra historia termine con una muerte, no quiero que esto termine. Nada nunca termina, ¿cierto?

Trato de calmarme para dormir, pero estos sentimientos me llenan de dudas que resuenan manteniéndome despierto. Duermo sin dormir.

Al despertar y preguntar por su estado me dice que le dio fiebre en la madrugada, va de mal en peor, o tal vez sólo se trata de alguna infección que un antibiótico pueda aliviar. Aún así sigue quejándose a través de su móvil, me pone más nervioso de lo que normalmente soy. Pasando unas horas dice que el dolor desapareció, esto viene y va sin patrón ni tiempo. El día continúa lleno de incertidumbre.

Trato de calmarme, me puse los audífonos y una voz me da razones para que ella me hubiese dicho un no. Las letras y notas de la canción vibran dentro de mi pecho, subiendo a mi cabeza donde está Alicia. Cierro los ojos y entre la obscuridad noto un par de ojos de color café claro de esos que te quitan los sueños, y al bajar la mirada veo un par de labios delgados y rosas, una boca pequeña que sonríe. Hay un extenso cabello castaño y ondulado lleno de un perfume enervante y mágico, apenas parece real, no puedo tocar, pero no necesito hacerlo.

¡Es una fantasía mezcla de música y estupor! Dormí toda la tarde soñando la beldad de Alicia.

Despierto perdido entre sueño y realidad, todo está obscuro y no sé si es de noche o madrugada, no tengo idea de cuánto dormí, lo que significa un descanso profundo. Me levanto y camino hasta la sala de mi casa, están viendo televisión, es de noche. Junto a mi familia converso con Alicia, me siento espectacular por haberla soñado, dice estar mejor. Al terminar me pide despertar a las cinco de la mañana y a pesar de no ser mi hora habitual, ya que prefiero despertar a las seis, acepto.

Me levanté por primera vez a las cinco un veintisiete de abril, pero mi decepción fue al escribirle. No contestó. Hasta horas después me llegaron mensajes.

Alicia: ¡Cuánto lo siento! Mi padre me quitó el celular y sólo me lo dio para ir a la escuela.

Leonardo: No te preocupes, corazón. Me has hecho levantar más temprano que nunca.

Los mensajes llegan a las siete con dieciocho, la hora en la que su padre le devolvió el móvil. Para ser sincero estos días en la escuela funcionan más como un repaso para presentar el examen de admisión de la preparatoria, lo cual me tiene sin cuidado, me preocupa más la situación de Alicia. Las dudas no cesan en mi mente, son un murmullo de una pesadilla por venir, pero también puede que no sea importante como ella asegura. Le creería si no me dijera seguido que el dolor intenso desaparece como llega. Pensamientos entre las conversaciones con mis compañeros, las cuales son breves y casi insignificantes. Mi mente es Alicia, y así se va mi día hasta que la tarde se convierte en noche.



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En el texto hay: juvenil, drama, amor

Editado: 29.12.2019

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