Viernes 8 de mayo.
El día siguiente es muy diferente, repetitivo al igual que el anterior, hasta que al caer la noche cambia, y para mal. Comenzó con una broma que Alicia me hizo, en la que caí por confiado e intenté parecer enojado para jugarle una misma jugarreta, pero no salió como lo planeé.
Alicia: ¡Perdón!
Leonardo: No hay problema…
Alicia: ¡No me quiere! ¡No me ama! ¡Me odia!
Leonardo: Eso no es cierto.
Alicia: Lo siento… Ya no sabrás de mí si es lo que quieres.
Estoy casi seguro que me está chantajeando, aquí es donde mi inteligencia tiene una disputa con mis sentimientos, y el hecho de imaginar un día de mi vida sin saber de ella, es una pesadilla, siempre he sido un soñador, y el soñar despierto te hace tener pesadillas con los ojos abiertos.
Leonardo: ¡Oye! Era un juego… Claro que quiero seguir sabiendo de ti, porque… ¡Te amo!
Alicia: No es cierto, duele. Gracias por todo.
Por momento imagino un existir sin ella y sabiendo que esto puede ser algún tipo de broma, le sigo el juego.
Leonardo: Fue una inocente broma.
Alicia: No. Dolió. Y sigue doliendo.
Leonardo: ¡No quiero que nada te duela! Mucho menos por mi culpa… Lo siento.
Manda una nota de audio con su voz quebrándose y sollozando, el peor martirio de toda la existencia porque he hecho llorar a la persona que amo, un crimen imperdonable. Suplico que deje de llorar, debido a que en el momento en el que una mujer derrama una lágrima por nuestra culpa es cuando dejamos de ser hombres. Intento hacer que sus hermosos ojos no lagrimeen. Ninguno de los dos sirve para aguantar bromas. Nuestro tema cambia, pero por otro peor, entre sus notas de audio que envía, llega uno accidentalmente donde se queja de dolor y hasta llora. Los minutos siguen muriendo y notas continúan llegando. No logra respirar bien, no puede, siente las agujas no solo en el pecho, sino también en los pulmones que le evitan inhalar aire. Manda notas sin que pueda oírla claramente.
Alicia: No le digas a nadie
Leonardo: ¿Y si te pasa algo?
Alicia: Promételo
Leonardo: Lo prometo. No diré nada.
Intenta hablar con la voz entre cortada, sus cuerdas vocales colapsan y probablemente perderá la voz para siempre. Después de no poder hablar, sus pulmones comenzarán a contraerse hasta que no le quede oxígeno en su sangre, luego su corazón se rendirá y dejará de latir. Mandó unas últimas notas a las once con cuarenta y siete. La voz no paraba se romperse al intentar proferir una palabra. Le contesté a las once con cincuenta, pero no respondió más.
¿Y si su corazón se ha rendido? ¿Sus pulmones colapsaron? ¿Una asfixia le ha brindado su despertar del sueño en que vivimos? Tal vez una sensación involuntaria se apoderó de sus pulmones, para que éstos se cerraran y no quisieran aceptar aire para vivir. Se le olvidó respirar. Minutos de agonizante silencio en la cama, por momentos deseo hundir mis narices para acompañarla al despertar que debe haber sufrido, posiblemente ha muerto mientras pienso en ella.
A las doce con treinta y seis, su mensaje llega.
Alicia: Prometo que estaré aquí en la mañana. Duerme bien, mi cielo. Te amo, jamás lo olvides.
Cierro los ojos llenos de intranquilidad hasta que el sueño me somete el día siguiente el temor me invade con que Gabriela ya no me responda.
Leonardo: Hola, Gabrielita, ¿cómo estás?
Alicia: Mal… ¿Y tú?
Leonardo: Físicamente bien. ¿El corazón todavía?
Alicia: Sí y otra cosa.
Leonardo: ¿Cuál?
Alicia: Lo de ayer, perdón por preocuparte.
Leonardo: Siempre me preocuparé por ti
Alicia: Quiero preguntar si…
Leonardo: ¡¿Qué cosa?!
Alicia: Si todavía me amas…
Leonardo: ¡Claro que sí!
Alicia: ¡¿En serio?!
Leonardo: ¡Jamás te mentiría! ¡Te amo!
Alicia: También te amo… ¡Leonardo, te amo! Gracias por preocuparte por mí.
Después de los mensajes el dolor en el pecho desaparece y mi paisaje mental se despeja. Esta tarde saldré a una reunión familiar. Durante la fiesta, contesto a escondidas, escondiendo mi celular en mis piernas tal como hago en clases. En ello Alicia pregunta algo con lo que en mi paisaje surge una nube grisácea que anuncia una tormenta latente.