Martes 12 de mayo.
Me habló antes de las siete diciéndome que no hablaremos hasta que salga de su escuela, ya que prohibieron los celulares y no puede desobedecer. Mi día en la escuela se torna lento, aburrido y nada interesante. Durante las clases de español, me doy vuelta para charla con mi amiga sobre Alicia.
—Adivina.
—¿Qué cosa? —pregunta con ansias de escuchar algún chisme.
—Su papá quiere conocerme.
—O matarte —me dice con una sonrisa en sus labios.
—Posiblemente —asiento con la cabeza y luego comento: —Pero existe una posibilidad de caerle bien.
—¿Esto no es así como muy formal?
—Supongo, también he pensado que se volverá así.
—Es que todavía tienen catorce y van en secundaria, no creo que sea bueno un noviazgo formal.
—Lo sé, eso me estresa…
—Tranquilo, todo estará bien.
He escuchado esas palabras mucho tiempo atrás y aun así las cosas no salieron bien. Espero que en esta ocasión sí haya algo positivo. La nube no se va, sigue aquí con su latente posibilidad de tormenta, obscureciéndose más. Mis clases terminan y salgo de la escuela para conversar, aunque sea un poco con Miranda para desahogar mi estrés. Llego a casa cuando un inesperado tono es emitido por mi celular.
Alicia: ¡¡HOLA!! ¡He vuelto!
Leonardo: ¡Hola! ¡Me alegro, mi vida!
Alicia: Oye… Los síntomas que tengo son índices que puede darme un infarto o derrame cerebral… Ayer lo descubrió mi papá.
Leonardo: ¡¿Q-qué?!
Alicia: Así es, puedo morir… Aunque aún faltan más análisis.
Leonardo: ¡No pasará eso! Tranquila…
La nube en mi mente se acerca más con la noticia. No me cabe el hecho de que pueda morir, no concibo una existencia sin ella. Un terror profana mis sentidos, dejándome aturdido, en el enser de mi casa. En cualquier momento su corazón puede dejar de latir, su cerebro apagarse o sus pulmones contraerse tanto que el oxígeno desaparezca para Alicia. Intento calmarme, su padre es médico y puede curarla. Aun así, mi corazón corre como un loco desesperado por la insólita idea en mi cabeza. De pronto cambia de tema conmigo para que nos olvidemos ese asunto para seguir nuestras tardes, un poco más tranquilos.
Leonardo: Oye, ¿para qué quiere conocerme tu papá?
Alicia: Sólo para hablar con ambos… Perdón, todo esto es culpa mía.
Leonardo: ¿Por qué?
Alicia: Porque solo te causo problemas.
Leonardo: No importa. Aunque algo me inquieta…
Alicia: ¿Qué?
Leonardo: Pues que tu papá está convirtiendo esto en algo formal, y sabes que, para mí, formal puede volverse aburrido.
Alicia: Ya veo, con qué es eso.
Leonardo: Sí, me siento presionado, cuando no debería sentirme así.
Alicia: ¡¿Entonces estás diciendo que soy tu pasatiempo y tu juguete?!
Leonardo: ¡Claro que no! No me entiendes, es que somos adolescentes, no nos vamos a casar.
Alicia: Ya veo.
Leonardo: ¿Estás molesta?
Alicia: No, algo dolida.
Leonardo: Pero, sólo dije que esto se formaliza demasiado. Además, nunca antes he hecho esto.
Alicia: ¡Pues perdón por haber nacido, haberte conocido, haberte gustado y haberme enamorado de ti!
Leonardo: Eso no es algo de perdón, es y seguirá siendo hermoso. Lo que digo es esto debe de ser entre tú y yo y nadie más.
Alicia: Estoy pensando en suicidarme.
Leonardo: ¡No digas eso! ¡No me hagas esto!
Alicia: Nunca dije que lo haría. Dije que tal vez… Además, moriré por lo del corazón seguramente.
Leonardo: ¿No hay cura? ¿Qué te ha dicho tu papá?
Alicia: Pues me acaban de hacer pruebas de sangre y tengo deficiencia plásmica. Eso no importa, ya no quiero seguir hablando de eso
La nube desata una tormenta, mis manos tiemblan, mi respiración es agitada y mis ojos miran a todas las direcciones posibles: un estrés total. Pánico. Una lluvia de cavilaciones con el tema: Alicia. Recostado en mi cama, angustiado por mi amada y su inexplicable condición, cierro los ojos con fuerza queriendo no despertar.