Sábado 16 de mayo.
Extrañamente me siento en calma, una profunda tranquilidad respecto a la reunión, aunque exista la inminente intimidación de parte del señor o la formalidad de la relación no me inquieta. La nube no ha vuelto a aparecer.
La comida será entre mi madre, su padre, Alicia y yo, ya que nuestros hermanos no participarán en la plática, pero estarán por ahí. Viajamos hasta la ciudad donde viven. Voy vestido para la ocasión, incluso por si decide matarme ya voy de negro.
Cuando me paro frente a su casa mi respiración se agita, pero no hay vuelta hacia atrás. Toqué el timbre y abrió la empleada de la casa, nos dejó entrar y sentarnos en la sala. Observo varias imágenes religiosas colgadas en la pared, me da una perspectiva de la forma de pensar del padre de Alicia, soy un hereje en casa de cristianos. De la cocina sale Don David, un hombre alto, un poco robusto, con el cabello hacia atrás y vistiendo una camisa morada con pantalón gris. Los nervios me consumen por dentro, pero en mi rostro solo existe una media sonrisa. Lo saludo de mano firmemente.
—Buenos días, Señor Yáñez.
—Buen día, joven —me dice para después saludar a mi madre —Licenciada, un gusto.
—Igualmente —contesta mi madre.
—Tomen asiento. En un momento regreso.
Nos sentamos en un sillón de color naranja mientras el padre de mi amada sube por las escaleras. En unos minutos llega Jaime.
—¡Hola! — grita mi hermano.
—¡Hola! —responde Jaime y luego saluda a mi mamá —Ahorita baja Alicia.
Saco mi teléfono y rápidamente me conecto al internet de la casa para hablarle a mi amada que está en su recámara haciendo saber qué. Me contesta enseguida.
Alicia: ¿Puedo bajar?
Leonardo: Claro.
Alicia: Estoy temblando…
Leonardo: Tranquila, todo estará bien. Baja…
Alicia: Oye…
Leonardo: ¿Sí?
Alicia: Mejor no.
Leonardo: Dime o te lo sacaré a besos.
Alicia: No podrás, literalmente.
Leonardo: Eso lo veremos, y además quiero decirte que te soñé anoche.
El último mensaje llega a las dos de la tarde
—Bueno, antes que nada, gracias por aceptar la invitación —dice al colocar sus manos sobre sus piernas.
—¿Será porque no tenía opción? —pienso en silencio.
—Al contrario —pronuncia mi madre.
—Sé que antes hubo mal entendidos, pero hablé con su madre y ella me explicó varias cosas.
—Sí, y le pido una disculpa por todo lo que pasó antes —rompo mi silencio para no quedar como idiota.
Mientras hablamos, Alicia baja por las escaleras vistiendo un pantalón azul y una blusa verde. Mis ojos se iluminan al verla, tiene en su rostro un gesto de angustia que en ella se ve demasiado lindo, creo que su padre nota mi expresión al verla. Gabriela se sienta al lado de su padre. Momentos tensos y algo incómodos.
Los hermanos juegan en otra parte, en su mundo fuera de problemas y lejos de la ansiedad compartida. La veo a los ojos, desviando la vista periódicamente para no molestar a su papá. Conversamos durante una media hora hasta que nos pide pasar al comedor, ya que pronto comeremos. Su padre entra a la cocina mientras que Alicia y yo vamos a lavarnos las manos en el lavabo fuera del baño junto a la sala. Antes de que vaya al comedor la detengo de la muñeca, y le robo un beso.
—Te amo— le susurro al oído.
—Yo también.
Regresamos al comedor y en la mesa me siento de frente al señor. Mi madre entra al baño mientras Alicia arregla algo en la cocina. Durante este me dan una palmada en mi hombro.
—Cuñado —dice Jaime haciéndose el gracioso.
Quiero reírme, puedo sentir la seria mirada del padre, es divertido, pero no puedo sonreír, y por ello aprieto los dientes. Le pido a la tierra que me trague para no estar incómodamente frente al padre de mi novia.
Mi madre regresó al igual que Gabriela. Con mi madre a mi izquierda y Gabriela a mi derecha. Ya en la mesa, comienza a tocar directamente el asunto de nuestro noviazgo.
—Mira, que si doy permiso a que Alicia tenga novio…— comenta apuntando a Alicia y prosigue: —No, porque aún están muy chicos, y yo tuve mi primera novia hasta los dieciséis.