Apnea

Parte IV: Sol sediento (1)

Lunes 22 de junio.

Me siento diferente desde aquella noche, no puedo decir que el vacío haya regresado, porque no es así. Tengo una leve incomodidad en la garganta, tal vez sea un nudo de tristeza ahogada dentro de mí. El verano comenzó y con él la esperanza de que las cosas cambien.

Estoy en la escuela ignorante de mí alrededor. En clases un lunes por la mañana, aburrido, viendo al maestro y pidiéndole mentalmente que se calle porque todo es una repetición más, tediosa y estresante. Llega el receso y mi pierna se siente extraña al no sentir más vibraciones en mi bolsillo, no llegan mensajes y me hace sentir como si faltara algo. Es costumbre, pronto se irá. Me quedo sentado en el rincón del salón mientras todos salen al exterior, tengo los audífonos puestos, aunque ya no escucho las mismas canciones, me han aburrido finalmente, pero el autor no, busqué otras melodías de diferente tono para no sentirme en el abril que ya fue. Derramo una ligera lágrima sobre mi mejilla que se extingue al llegar al suelo. Así paso un tedioso lunes hasta salir de clases.

Pasa un par de días sin novedades, he regresado al aburrimiento, pero aquel cielo gris de febrero no existe, desapareció junto al celeste que estuvo durante mayo, y ahora veo un azul fuerte con nubes completamente blancas. La música me sienta distinto, tiene una esencia peculiar, viene acompañada de un sentimiento de desolación. Las tardes son calurosas y pasarlas en mi recámara es un martirio, la cama es incómoda, por lo que salgo a tomar siestas en una silla debajo del pino, ya que la hamaca se rompió accidentalmente.

Quiero estar solo.

Otro día de clases que concluye sin sorpresas, no he sentido emociones dentro de mí desde esa noche, sólo estoy existiendo por el momento. Salgo directo a casa caminando entre la multitud de personas que van por la calle principal, usando mis audífonos como es costumbre, veo salir del montón a una chica morena con el cabello ondulado. Viene hacía mí y siento un palpitar fuerte al verla. Al parecer la conozco desde hace tiempo, estuvo en mi grupo durante unos meses en segundo año de secundaria, lamentablemente pocas veces hemos hablado en persona.

Se acerca a mí para saludarme, lo que causa incomodidad, no la he visto desde hace meses y ahora aparece justo frente a mí. Tengo un problema con las chicas, sigo sintiéndome nervioso cerca de ellas, aunque trate de aparentar lo contrario. Caminamos por el parque, dándole vueltas en sentido del reloj y conversando de lo que ha hecho últimamente, la escuela a la que se cambió y cosas vagas que realmente me importan poco, son modales para conversar. Después de las dos, me acompaña camino a casa, la despido en una esquina a dos cuadras de su casa. Me siento bien por haber sostenido una conversación con ella, aunque prefiero caminar solo para escuchar música, como si se tratase de una adicción tonta que me lleva a aislarme de los demás.

Al día siguiente las cosas empezaron a tornarse un poco más interesantes. Durante el recreo, en lugar de pasar otros treinta minutos escuchando música y esperando a que mi teléfono suene, preferí salir del salón a buscar a Miranda, en el aula junto a la mía, pero al llegar, ella había salido a comprar su almuerzo, por lo que me senté con sus amigas a esperar que volviera de la tienda.

Converso mundanamente con sus amigas, chicas sonrientes e hiperactivas que no te hacen sentir aburrido, y una de ellas tiene algo que llama mi atención, al verle los labios son exactamente como los de Alicia. Me siento atrapado, ver a esta chica es recordar aquellos besos que jamás volverán, al igual que estar en mi aula, una pareja de compañeros se la pasan besándose en una esquina y es incómodo estar ahí, sus muestras de afecto me hacen recordar lo que no quiero.

Después de un rato platicando, entra Miranda sonriente y frívola, como siempre ingresa a un lugar, hasta cierto punto es coqueta. La chica más atractiva que he visto. Comenzamos a platicar junto a las demás chicas, de esta manera me siento un poco menos aislado, la interacción social tal vez sea lo que necesito para distraerme de mi rutina.

Al final, Marisol, se levanta y va hacia su salón, ya que pertenece a uno diferente. Al irse, repentinamente, Miranda junto a sus demás amigas empiezan a decirme que hacemos una linda pareja. La idea nunca ha estado en mi mente y aunque no me agrada del todo, es grato pensarlo. Mi suerte con las mujeres ha sido pésima y estoy seguro que para ella sólo soy el amigo de Miranda, el chico listo del otro salón, alguien sin importancia.

Justo a la salida, me encuentro en el postigo de la escuela a Marisol y me invita a acompañarla hasta su casa, sintiendo el peso de todo lo que dicen aquellas chicas, me decido a probar suerte, arriesgarme a ver qué piensa ella de mí. Además, obteniendo una respuesta finalmente podré decirles a sus amigas que ni se hagan ideas absurdas.

—¿Sabes lo que me estaban diciendo hace rato Miranda y las otras? —pregunto para iniciar el tema.



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En el texto hay: juvenil, drama, amor

Editado: 29.12.2019

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