Apnea

Parte V: Céfiros invernales (1)

Martes 13 de octubre.

El mes pasado no fue más que una repetición del que le precede. No aseguro estar bien, aún no lo estoy, pero la sed ha desaparecido junto al calor del verano, lo único positivo de septiembre fue el traslado de estación y el culminar de mi agonía. Ahora corre un viento fresco por las tardes, con un sentimiento de calma y esperanza, sigo esperando el invierno, deseo volver a sentir el frío recorrerme los huesos. Cambié de canciones y aunque parezca raro funcionó, sigo en melancolía, en anhelo y en una tenue depresión que me mantiene flemático.  Los aires de octubre han llegado.

El peso de mis pensamientos deja de ser una molestia. No hablo más con Marisol o con cualquiera de mis otras aventuras… ¡Estoy libre! Las clases continúan aburridas, sin demasiado conocimiento para contar. Mis días son monótonos, pero frescos y menos frustrantes.

Tengo una nueva amiga en el salón por culpa de Miranda, una chica de tez morena muy delgada que estuvo en la misma secundaria que yo, aunque jamás la vi durante esos años, pasó desapercibida y en varios momentos hemos hablado, es muy agradable, aunque se parece mucho a Gabriela en la personalidad. Siempre que hablo con esta chica, parece que hablase con la Alicia que conocía hasta aquel junio. Jocelyn, me agrada, aunque sea una tortura su forma de ser. Incluso posee gustos similares y me presta atención sin querer algo conmigo, sirve mucho poder hablar con alguien para disfrutar un poco más la estancia en la preparatoria, no sé qué sería de mí sin esta chica.

Con este agradable clima quise usar mi suéter color vino, lo lavé para un lunes y, por accidente o destino, se decoloró con cloro. Me dolió verlo arruinado, me había encariñado con él, así que para esta temperatura compré un abrigo color gris con negro. Tal vez éste sea el que refleje mi nueva forma de ser. Quemé la careta para que el aire de septiembre se llevara sus cenizas lejos de mí y volver a empezar.

Vi a Alicia un viernes por la tarde, nuestras madres planearon verse y tendría que ver a la chica que no se apartó de mi mente durante tanto tiempo, a la que apenas consideraba amiga por la forma en la que se comportó conmigo. Sería una tarde muy larga para mí, estaba en la indecisión de querer verla por la nostalgia y a la vez no ir para no verla de nuevo.

La misma plaza donde nos vimos la primera vez. Iba tan hermosa como siempre y volví a recordar por qué no pude estar con otra persona, ninguna es como ella. La saludé y ella hizo lo mismo, esperaba sentir el frío de sus mejillas, ya que meses atrás parecía de hielo. No se apareció la chica fría que recordé durante meses. La tarde siguió y todo parecía normal, tal como si nada hubiera pasado. Se comportó como solía ser y volvió a enamorarme con su singularidad. Quedé confundido, sin saber qué Alicia es la real … El iceberg es más grande y enigmático de lo que pensé anteriormente. Nos despedimos como amigos esa noche que había sido una tarde. Me liberé para que el día siguiente fuese un buen día para empezar.

Me ducho a las cinco de la mañana con agua fría y desayuno rápido. Salgo de mi casa y me voy caminando por la carretera escuchando todo lo que quiero en estos momentos de mi nueva vida.  Llego a la escuela, busco a mis amigos para empezar el día molestándolos e intentando hacer que todo tome su camino.

Marisol se enfrascó con Miranda, ya que es una amiga muy apegada a mí y eso le dio la ilusión a Marisol de que no llegamos a nada por culpa de ella. Todo porque no conoce a la persona que no deja en paz mi tardío corazón, a la persona que me causó una locura, a la persona cuya ausencia me provocó una inmensa sed de varios meses de calor. No conoce a Alicia. Es injusto que odie a Miranda, pero la verdad no me interesa explicarle a Marisol una vez más. Que crea lo que quiera creer. Existen cosas del pasado que no tienen valor, y otras que se atesoran con tanto aprecio que son tan invaluables. Así es mi mente y su organización de prioridades.

Aún continúo con mis delirios de escritor y me la paso redactando relatos burdos acompañados de poemas pretenciosos en mis libretas durante las clases que son aburridas. Sigo desvelándome leyendo cuentos de terror y soñando mundos llenos de fantasía mezclada con romance, en ocasiones para descansar la vista, descargo audiolibros con los que en plena obscuridad me pongo a imaginar lo descrito por los autores narrada por suaves voces. Estoy practicando el piano durante las tardes y toco las canciones del trovador como una ova con la que invoco el fantasma de la chica de abril de la que estoy enamorado. Uso una playera de color negro junto a mi pantalón color azul y me coloco el abrigo gris. Mi cabello sigue largo y mis ojeras se han vuelto parte de mí, todos estos cambios llegaron para quedarse, no puedo volver al pasado, pero no quita que pueda recordarlo mientras espero un futuro más próspero.

Tengo una amiga de catorce años que todavía va en secundaria, a la que llego a visitar de vez en cuando y puedo platicar de varias cosas con ella, es agradable y divertida, me alegra que me tenga en consideración aún siendo como soy. Un aburrid, melancólico y reflexivo joven de preparatoria que usa siempre el mismo abrigo y el par de lentes negros. Vemos series en la sala de su casa y cuando llega el momento de marcharme, me presta libros para adornar mis noches con bellas letras que me permiten desvelarme o dormir soñando. La buena compañía es como el aire de otoño que se lleva las hojas muertas para despejar nuestras calles silenciosas.



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En el texto hay: juvenil, drama, amor

Editado: 29.12.2019

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