Aprender A Quererte (borrador)

Capítulo 1: Nuevo nombre: Desastre


-Tengo una noticia buena y otra mala.

En el instante en que mi degenerado jefe dice esas siete palabras me temo lo peor. 

Mentalmente le estoy rogando a Dios para que no se le ocurra decir que tendremos que vestirnos de personajes animanados, porque si dice eso lo mato.

-Comenzare por la buena, la buena es que nunca volverán a vestirse de personajes animados - dice esto y todos los presentes estábamos de felicidad, y como soy de esas personas que no se callan nada le grito lo primero que en llega a la cabeza.

-Era hora, viejo charlatán - grito a todo pulmón y toda las personas que antes estallo en gritos, ahora me miran, y esto sirve para que me ponga mas roja que la nariz de Rodolfo el reno.

-Siempre tan sincera Arlett - me mira dándome una media sonrisa  —La mala noticia es que vendí el restaurante. 

Con esas simples palabras el viejo charlatán nos destroza a todos el corazón.

—Chicos no es para tanto, así que quiten esas caras largas.

Lo siento, pero voy a explotar .

1,2,3, ¡¡pum!!

-Como quiere que estemos tranquilos, cuando usted con toda su paciencia nos dice que perdimos nuestro trabajo, usted piensa que es fácil acostumbrarse a un horario, para que después lo expulsen, como cuando se va al retrete - término de decir eso y todos abren los ojos escandalosamente 

¿Por qué me miran así? ¿acaso no estoy diciendo la verdad?

—No es lo que ustedes piensan - el viejo decrépito se pasea por delante de todos nosotros.

—Es mucho peor de lo que pensamos "Jefe"- el viejo decrepito rueda los ojos y se postra delante de mí.

—Si me dejaras hablar todo seria mejor de lo que pensamos Arlettcita.

-Usted ya no es el jefe, pero le cederé el escenario para que hable - me acerco mas a él —Pero nada de cosas pervertidas viejo decrépito.

-Arlett -gritan todos mis compañeros, y yo exploto en carcajadas.

—Todo es posible chicos- hago un gesto con la mano para que él viejo empieza a hablar. 

-Vendí el restaurante, pero ustedes siguen conservando sus trabajos, esa fue una de las tantas condiciones para vender -dice todo eso y yo me sonrojo nuevamente pero esta vez más pero extra más roja que la nariz de Rodolfo el reno.

Ahora si que me ti la pata hasta es fondo, que jodida cagada la que he hecho.

—Pero esto no es todo, hoy vendrá el nuevo dueño del restaurante a presentarse con ustedes, les aconsejo que controlen a Arlett. 

Me hago la indignada. 

Suerte con eso, porque nadie me controla.

El viejo decrépito cuando termina de informarnos lo del restaurante se dirige a su antigua oficina y yo lo sigo.

-Viejo loco y decrépito -le toco por la espalda y el voltea asustado.

-Jovencita, gracias a Dios que ya no seré tu jefe porque me ibas a matar -se pone las manos en el pecho.

-Yo no lo iba a matar, pero lo que verdaderamente lo matara son esas pastillas que toma -le digo esto y el vejestorio se pone rojo como un tomate.

—¿Como sabes de esas pastillas Arlett? -inquiere y yo le regalo una sonrisa.

-Casualidades de la vida - le guiño un ojo.

-Ahora estoy seguro que seras la responsable de mi muerte - se dispone a abrir la puerta de la oficina

Estoy segura que yo no lo mataré, lo que lo matara son esas pastillas que se toma para tener esos encuentro tan placenteros para el con su esposa.

Y no pregunten como me entere de eso.

-Jefecito perdóname por hablarle como lo hice delante de mis colegas - le digo una vez que estamos instalados en la oficina

-No te preocupes Arlett, sabes que no puedo colocarme enojado contigo - dice con una sonrisa en los labios  —Como me enojo contigo, si yo estoy consciente que si lo hago tu divulgaras mi preciado y sucio secreto.

-Supones bien vejestorio - estallo en carcajadas y él se une a mi 

-Eres peor que un caso, niña.

-Es bueno que estés consciente, Tío. 

Tío político, pero al fin y al cabo tío. 

Cuando todos se retiraron del restaurante, le dije a mi Tío que me diera las llaves ya que me quedaría para tratar de perfeccionar una receta que llevo tratando de terminar hace varios años.

En este mismo instante me encuentro descalza bailando al ritmo de Las marti- Sucio perro

Más adelante les contare que pasó en mi vida para estar escuchando esa canción.

Estoy por agregar los últimos toques a mi platillo, cuando siento la puerta de la entrada abrirse, y inmediatamente me pongo alerta.

Y para que mi situación se ponga mas tensa, se corta la luz.

Sin pensarlo dos veces agarro un cuchillo de la cocina y me encamino con mucha determinación hacia la puerta, cuando llego a esta la luz vuelve como por arte de magia.

Que paranoica me estoy volviendo, tantas noche hablando con mi conciencia me esta haciendo daño.

Regreso nuevamente a la cocina y me dispongo a hacer a lo que hace algunos minutos estaba haciendo. 

-Sucio perro, callejero, vagabundo, moribundo - Canto en perfecto Español y lo acompaño con un baile un poco vergonzoso.

-Dos preguntas para usted señorita - escucho una voz proveniente de la puerta de la cocina.

Giro y me encuentro a un hombre mirándome fijamente, salgo de mi estado de shock y le grito lo primero que me llega a la cabeza.

-Sucio perro - grito esto y el hombre endurece la mandíbula. 

-Haré como que no la escuche, ahora si las dos preguntas. La primera es, ¿por qué esta en mi propiedad? y la segunda ¿Por qué hace que mis oídos sufran con ese intento de cantar que usted hace? - dice esto cuando esta cerca de donde estoy.

—Solo piensa que es tu mente jugandote una mala pasada -me digo a mi misma.

Me relajo y me ignoro por completo al desconocido.

-Señorita le estoy hablando. ¡joder! - grita en medio de la cocina.

Esperen un momento, mi mente no diría esa mala palabra.




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