Aprendiendo a Aceptar

Capítulo IV

Abigail estaba bebiendo de un vaso de limonada, cuando vio algo que no podía creer. No podía ser cierto lo que sus ojos mostraban.

 

Su hermano, el mujeriego empedernido y el primero en rehusarse a bailar con alguna dama, estaba en la pista. Bailando.

 

Y no sólo estaba bailando sino que se encontraba con Violet. Una sonrisa y una idea pasaron por su cabeza. Podría ser que ocurriera eso que estaba pensando. ¿Sería el destino tan burlesco para jugar con ellos de esa forma?

 

Alejandro la miró y supo lo que pasaba por su cerebro. Sabía en que formaba trabajaba la mente casadera de su mujer.

 

Él se le acercó y le susurró al oído. —Veo que en tu mente están sonando maravillosas campanas de boda. —ella sonrió, pícara.

 

Se encogió de hombros. —No lo sé. Tal vez sí. —respondió con mordacidad y con otra sonrisa sardónica.

 

Alejandro bajo sus labios a oído de ella y con un susurro ronco, le dijo:

 

—No sonrías así porqué me haces querer salir de este baile mucho antes de tiempo planeado. —se separó de ella y sonrió mostrando todos sus dientes.

 

Abigail se sonrojó, aunque luego lo olvidó, así era su marido. —Alec compórtate. —ella estaba aguantando la risa. —Vamos a bailar. —su marido le tomó la mano y se dirigieron a la pista.

 

***

 

Ethan condujo a la dama a la pista de baile. Ella se movía con una gracia natural. Parecía una ninfa del bosque.

 

—No soy muy buena bailarina. —susurró por lo bajo cuando se pusieron en posición de baile. Era un vals el que iba comenzar.

 

—Según todos, yo si lo soy. Así que cálmese. Déjeme guiarla. —él la condujo, bailando como todo un experto. Se movía con elegancia haciéndola quedar como si fuera la mejor bailarina.

 

Ethan veía sus labios rojos y deseaba devorarlos. No vio en su mano enguantada, argolla de matrimonio. Así que podría besarla. Y lo haría. Esa misma noche. La haría enardecer con la presteza de sus besos. Podía imaginarlo.

 

Sabía que un beso robado no sería de gran importancia y no sería visto como motivo de injuria. Solo sería un beso, para matar las ganas. Nada tan grave como querer dejarse llevar por sus más bajos instintos. Aquellos que le decían que le hiciera el amor.

 

Miraba su rostro, la curva de su cuello. Lo oscuro de su hermoso cabello, los ojos azules que le devolvían la mirada detrás del antifaz. Era una mujer deslumbrante. Pero había algo que le gustaba más que su físico.

 

Era el misterio que formaba parte de ella.

 

Solo había sentido eso una vez.

 

— ¿Cómo te llamas? —preguntó Ethan al fin.

 

Ellos dieron una vuelta mientras esperaba la respuesta. —Creo que mi nombre no es necesario, milord.

 

Ahí supo de quien se trataba, sabía que algo en ella le había llamado demasiado la atención. Por fin se dio cuenta de que ya la conocía.

 

Era la chica de hace dos años.

 

La misma que le gusto más que ninguna otra.

 

¿Cómo no la había reconocido?

 

Su cabello negro azabache era evidente y sus ojos azules debajo de ese antifaz rojo y negro. Su gracia, su manera de expresarse. Era ella.

 

—No puedo creer que no me dirás tu nombre de nuevo. —le manifestó.

 

Violet supo que la reconoció. En su corazón había un aleteo de esperanza. La había recordado. Quería salir y gritar de emoción pero tampoco se quería despegar de él y dejar de bailar.



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En el texto hay: perdon, amor, aceptacion

Editado: 24.05.2018

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