Se montó en el carruaje de sus jefes y le pidió el favor al cochero de que la llevase a la mansión. Tuvo que revelar su identidad para que Joseph la transportara hasta allá. Menos mal que era un hombre confiable y sabía que no diría nada a Anabel
Iba llorando todo el camino, se recriminaba a cada instante la tontería que había hecho. ¿Cómo se había perdido dejar besar? ¿Cómo pudo olvidarse de sus máximas? Todo en un momento efímero. No le importó las consecuencias.
Se limpió las lágrimas, debía afrontar sus decisiones. Cuando el Conde la viese en su verdadero lugar, él se burlaría de ella. O podría utilizar su cargo de señor para tomarla y no emitir ninguna responsabilidad. Según los grandes hombres de la sociedad cualquier mujer de la clase trabajadora es potencial importante a la hora de convertirse en una querida.
Sintió que el carruaje se detuvo, y se bajó de él, prácticamente volando. Corrió hasta su habitación y hasta que no estuvo con la puerta cerrada con llave no se quedó tranquila. Su tío trabajaba hasta tarde en los días en donde los jefes salían, así que andaban al acecho.
Comenzó a desvestirse en silencio y al estar de nuevo en su verdadera ropa. Guardó su hermoso traje en un lugar secreto. Su tía no podía enterarse de esa noche, no debía.
Y así con su traje guardado, su memoria acopia ese recuerdo como la mejor noche de su vida.
***
La mañana fue lo peor.
El dolor de cabeza que sentía, no era normal.
Bueno no sería normal sino hubiera tomado una botella de Whisky.
Pero si lo había hecho.
Debía olvidarse de esos besos.
No entendía por qué había huido la dama. Se fue antes de saber su nombre. Y ya le gustaba.
Algo debía estar haciendo bien si con tanto whisky no la había olvidado, ni un segundo.
Se bañó y se vistió y fue a tomar el desayuno. La vida en Folkestone era sencilla y sin preocupaciones. Justo lo que necesitaba.
Se sirvió el tocino y los huevos y antes de comer, tomo la correspondencia que tenía en la mesa.
Leyó la carta de su hermana que le pedía que fuera a Manor. Y vio la otra que era de su padre. No quería abrirla, pero, sabía que debía hacerlo.
Abrió el sobre sellado, saco el papel y comenzó a leer con un nudo en la garganta.
Ethan acabo de enterarme de la gracia que hiciste y ahora el duque Norwood, está enfadado y quiere retirar su aporte de mis negocios.
Veo que no sabes hacer nada bien. Te comportas como un inútil sin educación. ¿Acaso no gasté mucho en ti, en una educación de primera?
Sirve para algo y espero que arregles los errores que has hecho. Puedes empezar por casarte. Así no debería preocuparme porque sigues esa vida de libertino, manchando nuestro honorable apellido.
Sin más nada que decir
Tu padre
Theodore Blackwell
Conde de Rowling
Ethan arrugó la carta entre sus manos. Nunca hacía nada que su padre le gustará.
Mientras estuvo en la India, mejoró sus ingresos al cien por cien, renovó clientes, aumento las arcas de la familia, pero nunca veía lo bueno. Sino todo lo malo.
Pero debía hacerle caso.
Tendría que casarse.
Pero no lo haría, nadie lo obligaría a casarse en contra de su voluntad. Ni su padre.