Aprendiendo a Aceptar

Capítulo X

El conde Theodore Blackwell cayó fuertemente enfermo del corazón y su vida corría grave peligro. Abigail le dolía ver a su padre en tal estado y se preocupó demasiado. No obstante Alejandro le aconsejaba, que no debía atormentarse tanto, que pronto su padre estaría bien. Rogaba a Dios que fuese así.

 

Por otro lado, Ethan no podía decir lo mismo. Si su padre moría. Vendrían problemas. Problemas encabezados por un título nobiliario y responsabilidades que acarrearían más responsabilidades.

 

Responsabilidades con las cuales no estaba preparado.

 

Le daba grima de solo pensarlo.

 

Se vistió y salió a cabalgar. Necesitaba despejar todas esas cosas de su cabeza. No podía ser que su vida estuviese pendiendo de un hilo. Un paso en falso y todo se caería.

 

Montó a su semental castrado de color negro. Se llamaba Zeus. El nombre del Dios griego. Era tan fuerte que no merecía un nombre mejor.

 

Comenzó a trotar e iba pensando en todo y en nada. Cuando se acercó a un jardín y vio unos lirios Violetas, su mente trajo a colación a Violet. Las flores llevaban el nombre de ella. Y eran hermosas igual que su portadora.

 

Se detuvo.

 

Otra vez estaba pensando en ella. Pero por más que se lo prohibiera. Su cabeza le bañaba con imágenes de ella. De su sonrisa, de su pelo, de sus labios. Estaba teniendo serios problemas.

 

Al regresar a su casa su mayordomo le entregó una misiva. Era escrita por el ayudante de cámara de su padre, pidiendo que lo fuera a ver. En su interior estaba odiando la orden, sin embargo debía cumplir. Su padre lo necesitaba.

 

Volvió a salir pero a regañadientes, acababa de llegar y ahora tenía que salir de nuevo. Carajo.

 

Caminó y llegó a la casa de su padre que no quedaba muy lejos de la suya. Además el aire puro lo hacía sentirse mejor. Aun no estaba preparado por la conversación que tendría con su progenitor.

 

Al llegar a la puerta no hizo falta tocar cuando ya estaba Lionel, el mayordomo de su padre. —Buen día Milord.

 

Ethan respondió al saludo y pasó directo al cuarto de su padre ya que le habían dado el dictamen de que fuera apenas llegara.

 

Abrió la puerta y vio a su padre recostado sobre la cama, con la cara pálida y sudada. De una vez supo. Su padre vivía pero por poco tiempo.

 

Hace un par de años descubrió que su madrastra le era infiel a su padre y además con un hombre que prometía hacerles la vida imposible en su negocio. Por lo que tuvo que hacerle frente y se lo mostró a su padre. Su padre luchó por su divorcio ante la cámara y lo condenó al ostracismo social. Él comenzó a sufrir y se entregó a la bebida. Y si el condado no había caído, era por las labores que realizaba su hijo. Ahora su padre estaba peor y no era para menos, desde hace cinco años sufría del corazón y si se le sumaba el vicio del alcohol, era un golpe letal a su salud.

 

Se acercó a la cama y aunque su padre era conocido por ser hosco con él, le tenía aprecio. No podía permitir que a él le llegara a pasar algo y tener el recuerdo de haberlo tratado mal. De no haber hablado con él, por última vez.

 

—Buen día padre. —dijo mientras se sentaba al lado de su cama en una butaca. Ethan veía como una enfermera trajinaba por la habitación.

 

Su padre no respondió y su pecho se movía de una manera cansina y agotada. Se giró hacia la enfermera. — ¿Cuál… es el pronóstico? —pregunto con un nudo en la garganta.

 

—Solo Dios sabe. —respondió tocándole la frente. —Ya mandamos a llamar a su hermana. —Esas palabras. Ya sabía lo que significaba. No podía creer como su padre en tan poco tiempo pudo desmejorarse.

 

Cuando recibió la nota no esperaba ver eso. Pensaba que su padre iba a estar acostado y con un tiempo de reposo iba a mejorar como otras veces. Pero no al borde de la muerte.

 



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En el texto hay: perdon, amor, aceptacion

Editado: 24.05.2018

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