Aprendiendo a Aceptar

Capítulo XXI

 

El matrimonio regresó luego de dos meses viajando por varios países. Después de esa conversación tan peliaguda, hubo una hermosa reconciliación y sin querer, Violet, se enamoró mucho más de su esposo. Y por fin se sintió libre.

 

En todo el tiempo que pasó después de ese día, ni una vez se sintió intimidada de que Ethan pudiese descubrir la verdad. Pues el tema nunca salió de nuevo. Solo hablaban del presente.

 

Sin embargo era hora de regresar y sus nervios aparecieron. Mientras estuvieron fuera, pudo guardar las apariencias. Pero ahora que estaban de nuevo en Londres, era riesgoso. Pues había probabilidades de que lo supiera mucho más rápido.

 

Se colocó uno de sus nuevos vestidos. Era verde botella y le quedaba como un guante. Ethan fue de lo más espléndido y le regaló desde vestidos, zapatos y hasta joyas. Ella no le importaba las cosas materiales pero él le dijo que era parte de su deber como esposo. Y luego conseguía la forma de convencerla.

 

Salió de la casa en el carruaje. Aún se le hacía extraño vivir tan desahogada. Sin tener que importarle cuanto valía cada cosa, poder darse el gusto que quisiera.

 

La cosa es que ella no gastaba casi nada de su asignación, la poca que usaba, era para mandarla a su familia.

 

Llegó a Abeforth House necesitaba visitar a su amiga. Saludarla y contarle como se sentía.

 

Le sabia mal, seguir con la mentira, pero amaba tanto a Ethan que haría lo que fuera necesario para estar cerca de él. Sonaba despiadado, inhumano. Pero lo hacía. Y no iba a dejar la oportunidad que le daba la vida.

 

Antes de que llegara al umbral, el mayordomo ya estaba en la puerta abriéndola.

 

—Buen día milady. —ella le entregó una tarjeta de visita. —Ya le avisaré a su excelencia que se encuentra aquí.

 

Ella asintió, mientras la llevaba al salón de té.

 

Caminaba de lado a lado en la habitación. Pues estar allí le recordaba cosas. Como la última conversación que sostuvo con Ethan. En donde le había pedido matrimonio en esa misma sala.

 

Se sentó en una otomana a esperar que llegara su amiga. Se alisaba la falda cuando escuchó que la puerta se abría. — ¡Dios mío Violet! ¿Eres tú? ¿Qué bueno verte?

 

Ella vio que su amiga ya tenía el vientre más grande. Y la miraba con una sonrisa gigantesca.

 

—Estoy tan feliz de verte Abigail. —ella caminó hacia ella y la abrazó fuertemente.

 

—Yo igual. No me podía creer cuando leí la tarjeta que decía Condesa de Rowling. Casi me da un patatús de la emoción. —Se sentó en el sofá y puso una mano sobre su vientre. —Amiga cuanto me has hecho falta, y más desde que estoy muy aburrida aquí. Primero no le dejan a uno ir a cualquier parte porque es un “pecado” mostrar mi vientre de embarazada. Segundo, Alec no me deja hacer nada. Piensa que me romperé. Creo que le va a abrir un hueco a la alfombra de tanto caminar cada vez que viene el médico.

 

Ella vio que estaba feliz por su embarazo y sintió algo en su pecho. Pues Ethan quería un hijo. Necesitaba un heredero. Él mismo se lo recalcó cuando se iban a casar, pero ella aún no había tenido la suerte de ver su vientre germinar, y no había impedimento en ella para que pasará.

 

—Bueno, eso lo hace porque te ama. —Violet sentía más libertad para hablar con Abigail ya que no era su patrona. Aunque siempre fueron amigas, ella guardaba respeto hacia su superior. —Estoy contenta de estar aquí. ¿Dónde están los niños?

 

Abigail suspiró. —Logré que salieran con su padre, ya que no me deja hacer nada, no privaré a mis niños de la diversión. Fueron a Gunter´s por un helado.

 

Violet sonrió. — ¿Cuánto tiempo tienes de embarazo?

 

–Cinco meses, casi seis. —se acarició el vientre. — ¿Cómo está el mequetrefe de mi hermano?



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En el texto hay: perdon, amor, aceptacion

Editado: 24.05.2018

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