La mañana era lluviosa y así es como se sentía Violet. Como si en su interior estuviera lleno de lluvia. Estaba llena de tristeza. Hoy no era un día bueno.
De solo acordarse le daban ganas de llorar y de pensar que ya no estaba a su lado. La hacía sufrir.
Su padre había muerto hacía seis años.
Las lágrimas brotaban y bañaban los ojos azul zafiro.
En su mente pasaban los recuerdos. De él jugando con ella. Llevándola al bosque. Contándole cuentos inventados por él, antes de dormir.
A pesar de ser una persona analfabeta su padre poseía una inteligencia sin igual. O era una posesión parcial ya que era su padre y ella tampoco tenía conocimientos. Y además de que el amor borraba cualquier rasgo de severidad.
Tiempo atrás, cuando trabajaba para los Rushmore, Abigail era condescendiente con ella. Sabía lo que era ese día y lo que representaba. Por eso mismo le había dado el día libre cada año. Mientras estaba en Folkestone, ella seguía ayudándole con los niños y la arreglaba cuando era necesario. Pero hoy, no soportaba hacer nada.
Estaba en la ventana y se enjugó las lágrimas, tenía que salir o sino la soledad la iba a aplastar. Pasaría el día dándose autolástima. Ethan había salido esa mañana temprano, tenía reunión con la cámara de Lores y otras citas con su empresa naviera. Por lo que no sabía cómo se sentía Violet.
Escribió cartas y ayudó con la organización de la casa. Ella ayudaba con lo que podía. Y organizó un poco la biblioteca. Ahora que pasaba mucho tiempo ahí, había libros y libros esparcidos por todo el lugar. Solo rogaba que ese día acabase ya.
***
Más tarde ella estaba sentada abrazando sus rodillas y la tristeza seguía allí pero más básica. Ya casi el día terminaba y mañana amanecería y todo iba a estar bien.
Veía pérdida la ventana cuando una voz la saco de su ensimismamiento. —Violet ¿Qué te ocurre? —El tono suave y preocupado de Ethan la turbó.
—Nada. —susurró.
Él asintió pero no mostró señas de creerle, por lo que Violet se sorprendió cuando lo vio colocándose al frente de ella y agachándose en cuclillas para llegar al mismo nivel de su cabeza. —Sé que cuando las mujeres dicen “nada”. Significan muchas cosas. Muchos sentimientos encontrados. Así que ¿cuéntame qué tienes, por favor?
Le estremeció el ver que sabía cómo sentía. Quería estar con él y contarle todo. Sus tristezas, la felicidad de que él estuviera con ella en ese momento. También la verdad de su origen, pero eso arruinaría todo aún más rápido.
—Descuida. No quiero deprimirte. —le advirtió.
Él la miró penetrante y con una ternura que rebosaba. —Nada de lo que puedas decirme podrá deprimirme. Soy fuerte. —Y le sonrió causando una pequeña sonrisa en ella. —Dime ¿Qué te aqueja?
A Ethan no le gustaba ver a esos ojos llorosos, con una tristeza que bañaba su rostro. Que le daba un aspecto tan vulnerable. Su mirada la delataba cuando estaba triste. Era muy expresiva.
Deseaba que le contase todo, que le tuviese confianza. Que le permitiera ayudarla. No sabía de donde había salido ese instinto protector hacia ella. Pero allí estaba y haría uso de él.
Ella inhaló y exhaló. —Estoy triste. Hoy se cumplen seis años de la muerte de mi padre. —ella le relató casi todo. Exceptuando lo de sus bajos fondos. Por más que quería ser sincera no lo hizo. Con una tristeza estaba bien. Que la repudie será matarla de ipso facto.
Él escuchó el relato, luego de que se desahogará procedió abrazarla. Le dolía en el alma verla en ese estado.
Ella tenía su cabeza en el pecho de Ethan y este se la acariciaba con suavidad. Lloraba a borbotones pero no le importaba, la dejaría que se desahogara. Luego le diría que fueran a dar un paseo. Debía hacerle olvidar un rato su congoja. Él se encargaría de ello.