Aprendiendo a Aceptar

Capítulo XXIV

Violet llevaba una bolsa con sus pocas pertenencias. Había esperado hasta que todo el mundo se durmiera para llevar a cabo su plan.

 

Giró el pomo de la puerta y agradeció a Dios que estuviera abierta. Salió del cuarto y todo el pasillo estaba en una penumbra. No le importó, iba a lograr su cometido, se iría antes de que fuese demasiado tarde.

 

Sabía que la puerta de entrada no estaba entre los límites de su plan, por lo que supo que debía encontrar una salida alternativa. Pensó en sus opciones y tuvo su respuesta. Años de trabajar como doncella, le encendieron la bombilla, sabía que la cocina tenía una puerta. Generalmente a esas horas estaban abiertas porque siempre estaba aquel trabajador que se escapaba a altas horas de la noche.

 

Se apeó y caminó tratando de no hacer el mínimo ruido. Cuando llegó a la cocina, fue hasta la puerta, volvió a rogar a Dios que estuviese abierta, y efectivamente lo estaba. Por lo que salió y aunque era noche helada, no sintió nada.

 

Caminó sin rumbo por las calles, hasta que encontró un coche de alquiler, ella le pagó para que la llevase una posada lejos de la ciudad. Ahí pasaría la noche y ya mañana empezaría completamente su plan.

 

***

 

Ethan se despertó en el suelo del salón de su madre. Le dolía la cabeza pues se había tomado una botella entera de Whisky. Deseó con todas sus fuerzas, que todo lo que ocurrió el día anterior fuese una pesadilla. Pero no, el despertar con la espalda adolorida, le demostraba que no lo era.

 

Salió de allí y se metió en su cuarto. No había reparado en ir a la habitación de Violet. Porque el verla le dolía.

 

Se bañó, se arregló y salió de la casa. Tenía que ir a casa de Abigail para pedirle disculpa por como la trató. Olvidó su compostura y maltrató a su pequeña hermana que estaba embarazada. Se sintió un bastardo.

 

Llegó a Abeforth House y de una vez pasó al salón verde. Ese tonto salón que deberían quitarlo pues allí han pasado muchas cosas que deberían ser olvidadas.

 

Su hermana llegó y vio sus ojos hinchados, se sintió como el peor engendro que caminaba sobre la tierra. Ella estaba embarazada y no debía alterarse. Y había hecho todo lo contrario.

 

—Lo siento, perdóname, yo no sabía lo que hacía. —le dijo apenas pudo.

 

A Abigail le brillaron las lágrimas en las mejillas. —Yo entendí, hermano. —él se acercó y la abrazó. Ahora lo que necesitaba con cada latir de su corazón, era el apoyo de su hermana.

 

—Soy un estúpido. Perdóname. No me alcanzará la vida para disculparme.

 

—Cálmate, eres mi hermano y sé que yo no me comporté bien. Fue mi culpa, tu reacción. Yo debo pedirte perdón, fue completamente mi idea.

 

—No lo hagas, Abby, yo no lo merezco. —se pasó las manos por el cabello en gesto de estrés. — ¿Dónde está tu esposo? Necesito hablar urgentemente con él.

 

—En su despacho. No me quiso dejar sola después de anoche. —eso fue como una puñalada para las entrañas de Ethan.

 

—Voy a verlo. —la acompañó para que se recostara. Le dio un beso en la mejilla y se fue al despacho de Abeforth.

 

Ethan abrió la puerta. — ¿Qué coño haces aquí? —espetó Alejandro.

 

Sentía que se ahogaba. —Yo necesito hablar con alguien. Me estoy muriendo de dolor. —Alejandro omitió el hecho de que el pómulo de su amigo, habían lágrimas. Sabía que si se lo decía, este ser se iría y se guardaría su dolor para sí.

 

Alejandro sacó una copa y le sirvió un Whisky. —Tómate esto, desahógate. —Ethan agarró el vaso como si fuese agua de lo que tratase.

 

—Hice algo con lo que me siento nauseabundo. No pude mirarme en el espejo hoy, por el asco que sentía. —le contó todo y Alejandro tenía la cara estoica, aunque por dentro estaba furioso.



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En el texto hay: perdon, amor, aceptacion

Editado: 24.05.2018

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