Aprendiendo a Aceptar

Capítulo XXVI

Los dolores de parto empezaron a la una de la mañana. Era como si le dieran miles puñetazos en su abdomen bajo.

 

Llamó a Rose y esta supo que había llegado la hora de traer un niño al mundo. Salió corriendo y fue a buscar a la matrona del pueblo. Para que la ayudara. Enseguida llegaron y Violet lloraba por el dolor.

 

Violet se sentía muy sola. Necesitaba el apoyo de alguien. De su tía o su madre. Cualquiera que fuera de su familia. Se creía desierta en el mundo.

 

La matrona tocó el vientre de la muchacha y vio que estaba bien. Así que acomodaron todo y sin mucho preámbulos ni ninguna complicación. Nació un niño. Un niño hermoso.

 

Se lo colocaron en sus brazos y lo miró embelesada ante su piel suave y su cuerpo pequeñito, su corazón se derritió. Era muy lindo de cabello castaño claro y ojos marrones. Poseía las características de su padre. Iba a ser un hombre muy guapo cuando creciera.

 

Ver a su hijo, ese niño que había nacido de ella, la hizo inmensamente feliz. Luego ese sentimiento de soledad que había tenido hace un rato, se disipó. Pues ya no estaba sola en el mundo. Tenía a su hijo.

 

Su razón de vida.

***

 

Diez meses de búsqueda infructuosa. Ni una pista, ni un rastro, alguien que le diese un indicio. Nada. Todo se había reducido a esperar un milagro, algo. Se estaba desesperando.

 

Releyó de nuevo la carta que le había dejado Violet. La había leído por lo menos una mil veces. Y se la sabía de memoria. Pero era el último retazo de algo que había hecho ella. Además ahí se encontraba la oración que más necesitaba. “Te amo” Así que lo guardó entre sus pertenencias más importantes, junto con el anillo de matrimonio de ella que lo tenía colgado en una cadena de oro en su pecho. Esas eran las dos cosas más importantes de su vida en esos momentos.

 

Se abrió la puerta de su despacho y entró el detective llamado Lucien Ross, el cual había contratado para la búsqueda. Era un joven de aproximadamente en la final de sus veintena y aunque era muy joven se le consideraba uno de los mejores oficiales de Bow Street.

 

—Tengo noticias. —exclamó.

 

Ethan ya estaba acostumbrado a esa frase. —Hable.

 

—En un pueblo cercano a Sussex encontré un posadero que dice que se albergó una muchacha con las características de la condesa en su hospedería. — Ethan sintió un aleteo de esperanza pero no lo demostró ya que no era la primera vez que ocurría.

 

— ¿Hace cuánto fue eso? —preguntó desesperado.

 

—Dijo que más o menos diez meses.

 

Era el tiempo que ella tenía desaparecida. — ¿Y más nada?

 

—Yo seguí preguntando y explicaron que había una muchacha como ella viviendo allí cerca. Qué tenía tiempo haciéndolo. Pero le advierto que la joven no tiene su apellido.

 

—Ella no quería ser encontrada. ¿Cómo se apellida?

 

—Brown, Violet Brown.

 

—Perfecto. —sentía un presentimiento. Uno bueno por fin. Esta vez fue distinta a las otras ocasiones, podía asegurarlo. —Gracias detective, más tarde partiré para Sussex.

 

***

 

Violet terminó de arreglarse para su nuevo día de trabajo. Fue a ver a su hijo en la cuna y sonrió. Estaba hermoso y fuerte.

 

La muchacha que lo cuidaba mientras trabajaba estaba comprando el pan. Era una chica que no tenía nada. Ni familia ni padres. Tenía dieciséis años y la descubrió pidiendo limosna. Eso la remontó a sus recuerdos y aunque no pasó necesidades. La soledad y el no saber qué hacer para sobrevivir eran vicisitudes difíciles. Así que la contrató. No era mucho lo que le pagaba tan solo unas cuantas libras, techo y comida. Pero Katrine decía que estaba bien.



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En el texto hay: perdon, amor, aceptacion

Editado: 24.05.2018

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