El futuro parecía una mejor cosa. Todo se sentía brillar en la vida del conde. Esa mañana fue la mejor de toda su vida. Pues despertó con su mujer en brazos y teniendo a su hijo bajo su mismo techo.
Él se levantó un poco más temprano porque habían traído al pequeño bebé al cuarto para que Violet lo alimentase.
Ella lo hizo media dormida y se volvió a dormir. Ethan pudo notar que estaba muy cansada. Y no quiso imaginar cuantos trabajos agotadores habría hecho Violet para mantener a su hijo y ella, bien.
Antes de que fuera llevado a su cuarto con la niñera, se quedó un largo rato con él cargado sobre su pecho, era un niño hermoso que estaba allí para hacerle la vida feliz. Nunca se había imaginado como padre, pero ahora sabía que su corazón, le pertenecía a su hijo. —Eres el vizconde Blackwell, pequeño. —le susurró para no despertar a Violet. —Sé que eres pequeño, pero ya tienes responsabilidades, que yo con gustó te enseñaré. No te faltará nada, porque tu papá trabajará bastante para hacerte feliz. También te va a mimar mucho porque te quiere demasiado. Te amo hijo mío, y soy feliz porque estás aquí. —el niño se relajó sobre su pecho y durmió plácidamente con su padre.
Ethan no dejó de mirarlo y media hora después, ya estaba despierto, porque la nana lo tomó y decidió que era hora de bañarlo.
Escribió una misiva avisando a Abigail para que viniera a verlo. No le había dicho nada de su viaje repentino a Sussex. No quería darle falsas esperanzas ni a ella ni a su cuñado. Porque este también estaba desesperado por saber el paradero de su hermana.
Le pidió a la ama de llaves que preparará una bandeja con el desayuno. Todos los empleados estaban comentado el regreso de la condesa. Pero los había hecho callar con una serie de reprimendas. No quería que nada perturbara a su mujer. Y si oía algún comentario ofensivo hacia ella, sería despedido de inmediato.
Tomó una violeta del jardín y la colocó en la bandeja. Fue a llevarla a la habitación. Violet aún no sabía levantado y presentía que había pasado mucho tiempo sin dormir.
Estaba seguro de que se había recargado de trabajo en todo ese tiempo. Se le notaba por las ojeras en sus ojos y sus delicadas manos con algunas asperezas.
Entró al cuarto y la vio dormir. Colocó la bandeja en la cómoda. Se notaba que ella confiaba mucho en Katrine porque no se había levantado aún desde que había alimentado al pequeño Ethan.
Le acarició la mejilla y ella se removió. Luego abrió sus ojos azules. —Buen día mi amor. —le dijo colocando un mechón de su cabello negro detrás de su oreja.
—Buenos días. ¿Qué hora es? —preguntó incorporándose de la cama. —Sé que alimenté a Ethan, pero no recuerdo nada más.
Tomó su reloj de oro y vio la hora. —Son casi las doce. —se levantó volando.
—Me quedé dormida. Y Ethan debe estar despierto esperando comida.
—Tranquila Violet. Ya pasé por su cuarto y lo he visto. Katrine lo ha sabido atender. Es una buena nana.
—Intenté levantarme temprano, pero me fui imposible. Tenía mucho tiempo que no dormía así, segura. Contigo me siento así, que nada malo me va a pasar.
A Ethan se le cerró la garganta ante su confesión. Su esposa tuvo mucho miedo en ese tiempo que estuvieran separados, lo supo porque no era fácil ser una mujer sola por vida, y con hijo que debía proteger de todo mal. Ella no tenía a quien recaerle con sus problemas. Mientras él estuvo con su hermana y sus dos cuñados, nunca lo habían dejado caer al abandono, pero ella tuvo que luchar sola para sacar un embarazo y protegerse a ambos.
—Eres la mujer más fuerte de mundo. Seguro no te sientes así conmigo. No me necesitas.
—Hasta el más fuerte necesita apoyo algunas veces. Y lo digo por ti, Ethan. Tú eres fuerte pero no me dejas ayudarte en tus batallas.