Londres
25 de Diciembre de 1821
En la mansión Blackwell se escuchaba un correteo de voces de niños pequeños. Era la mañana de navidad y toda la familia estaba reunida para un desayuno especial.
Estaba la familia de Violet. Sus hermanos pequeños que tenían diez y doce respectivamente. Y su madre. También se hallaba familia de su hermana y esposo —Ellie, Erick y Daniel— Y por último su nuevo cuñado y amigo de toda la vida. Sebastián. Y no podía olvidarse de su pequeño hijo de tres meses y su esposa.
Todos los niños jugaban con los regalos de navidad. Y Ethan sonreía. Que hermosa era la vida con una gran familia. Por mucho tiempo pasó esas fechas solo, viajando y mitigando su aislamiento con cualquier cosa. Pero ahora que estaba acompañado, se dio cuenta de todo lo que le había faltado.
Vio a Violet con el pelo recogido completamente en una cola de caballo. Ya lo tenía más largo, y eso le trajo un recuerdo a su cabeza. Había visto ese cabello recogido y unos labios rojos fresas molestándole alguna que otra vez.
Le agarró de la mano y él la sacó del salón. Esta reía de algo. —Me gusta mucho cuando sonríes. —la besó en el cuello. —Ahora estoy recordando algo que pasó hace un tiempo. Recuerdo a una joven muy bella de cabello recogido que se rio cuando nos golpeamos la cabeza tirando una cesta de ropa. ¿Te suena familiar este relato? ¿O lo habré soñado?
Ella se enrojeció de pies a cabeza. —Pensé que no te acordabas de eso.
—Me di cuenta por tu cabello recogido. Es completamente diferente.
—Ahh, bueno. ¿Y no te gusta este estilo? A mí me encanta. —le preguntó pícara.
—Me encantas de todas formas y en todas partes, aquí, en la sala, en la biblioteca, en nuestra cama sin nada de ropa. —le susurró al oído en tono roncó. —Pero aún me duele que no me hayas dejado besarte ese día.
—Estabas borracho. —él le hizo cosquillas, sabía que esa era su debilidad. —Ya Ethan, no me hagas cosquillas por favor.
—Entiendo tus argumentos condesa, pero aún me duele. Aquí. —y señaló el sitio en su pecho donde debía estar el corazón. — Debes recompensarme con besos, muchos besos.
—Si eres llorón, pero está bien, te besaré. —y le dio un casto beso en la frente.
— ¿A eso llamas besar? A quien estás besando ¿A tu hermano? Yo soy tu esposo, bésame bien, como es debido. —ella soltó una carcajada ante la ocurrencia de su marido.
—Está bien, ahora sí. —ella le puso los labios en su boca y comenzaron a besarse, apasionados. Nunca se cansaban de besarse, era algo que formaba parte de ellos.
Terminaron su sesión de besos y salieron del cuarto en donde estaban.
Estaban reunidos en un salón Abigail, Alejandro y Sebastián — ¿Y esta reunión? —preguntó Ethan apenas entró.
Todos se miraban entre sí sin entender.
Sebastián tomó aire y carraspeó ante la mirada atenta de sus familiares. —Para avisarles de mi compromiso. Me casaré.