Aprendiendo a amar

Capitulo 3: Expectativas

Lucia

Escucho correr el agua de la ducha y comprendo que ha llegado esa parte de la velada en la que ambos tomamos nuestros respetivos caminos. El ritual es el mismo de siempre, le doy cuanto puedo y él lo acepta, aunque quiera más, toma una ducha y cuando la campana de notificación de mi teléfono suena es porque el ya se ha marchado.

Al fingir estar dormida es menos doloroso y de esta forma batallo con la inmensa necesidad de pedirle que se quede un momento, que no hay problema en compartir la cama o un arrumaco, que no lo malinterpretare, aunque sea una mentira. Debo confesarlo, hace bastante tiempo mi cabeza perdió la razón y decidió dejarse llevar por este juego.

En la empresa era un hombre serio y ya había compartido suficiente tiempo con el como para leerlo por completo y cumplir con las ordenes que me daba incluso antes de que estas salieran de su boca. Me gustaba pensar que su ausencia de quejas o reclamos era a voces escondidas un agradecimiento.

Toda esta fachada fría se derrumbaba cada vez que nos encontrábamos, me hacía temblar con su cercanía y calientes palaras mientras disfrutábamos del otro según lo acordado.

El sonido del agua se detiene y vuelvo a simular estar dormida. Con lo metódico que es he memorizado sus pasos hasta que cruza la puerta dejándome en la oscuridad sin palabras de despedida o un simple beso. Espero unos minutos y me llega la notificación por el deposito realizado. Me levanto de la cama y busco mi camino hacia el baño para tomar una ducha.

Esta situación va más allá del masoquismo y es que este juego viene con una recompensa a la que no me puedo negar considerando mi precaria situación familiar.

Termino de asearme y me visto de nuevo. Aquel apartamento era un recordatorio de la verdadera oscuridad que esconde esta relación. Cuando llego al estacionamiento Marc ya se encuentra ahí, esperando por mí.

—¿No te molesta hacer el mismo recorrido dos veces? —cuestiono cuando me recibe con una sonrisa cansada.

—Si para conservar mi trabajo y cabeza debo regresar a casa en la madrugada, entonces no tengo problema alguno —afirma y me abre la puerta para entrar.

—Lo siento Marc —digo cuando estaciona en el bloque de casas idénticas y pequeñas. Me disculpo ya que detestaba que la esencia de mi acuerdo con Cris quedara explicita cada vez que entraba y salía de ese apartamento.

—Hacemos lo que podemos —me contesta con empatía.

Me despido y bajo del coche. Al entrar a casa esperaba encontrarla en completa oscuridad, sin embargo, la luz de la televisión ilumina la figura de mi madre.

—Has regresado —se levanta y queja por el dolor de su hernia —¿Has cenado?

—Nos dieron comida y transporte por quedarnos trabajando hasta tarde —miento para que no se alarme —. ¿No tenías turno hoy en el hospital?

—Me dolía mucho la hernia —dice señalando su espalda—. Le pedí a una de las otras chicas de aseo que me cubriera.

—¡Mama! —me quejo—. Deberías dejar de trabajar, yo hago horas extra y puedo hacerme cargo de los gastos de la casa.

—Yo sé que tú puedes, por lo que debo ayudar a tu hermano —señala —. No te preocupes, ya pronto terminaremos de pagar el dinero de la demanda y nos desharemos de esa gente —explica y asiento poco convencida.

—¿Dónde está Tomas? —pregunto por mi hermano mayor.

—Ya lo sabes —contesta.

Mi madre se pone de pie entre quejidos, aun con los años encima y dolores me dedica una pequeña sonrisa antes de retirarse a su habitación. Mi cuerpo exige descanso, pero aun así me desvío a la cocina hasta el pequeño garaje donde mi hermano guarda ese coche que contiene el fantasma de su exmujer e incluso el suyo.

—Otra vez insomnio —digo y el sale de la parte baja del auto con su overol lleno de aceite.

—¿Qué tal te fue hoy enana? —pregunta con los vestigios de una sonrisa que solía iluminar la casa por completo.

—Aburrido, las oficinas no son muy emocionantes a menos de que se atore un papel en la fotocopiadora —miento —¿Qué tal estas tu? —cuestiono realmente preocupada por su estado.

—Ya sabes…

Por supuesto que lo sabía, es imposible olvidar los gritos desgarradores de tu hermano mayor por las noches después del accidente que se cobró la vida de la mujer que amaba y con la que esperaba un hijo. Todavía recuerdo su rostro cuando apareció en casa totalmente destrozado.

Alma y él se habían mudado a otra ciudad ya que esta era bastante apegada a sus padres. Mi hermano solo quería satisfacerla y la siguió, aunque su unión nunca fue de total agrado para sus padres sin importar cuanto se esforzara. En ese entonces Tomas finalmente abrió su taller de mecánica y vivían bastante bien, pero no era suficiente para la familia de su mujer. Después del accidente, la deuda del taller y una casa a la que no quería volver, además de una demanda por parte de sus suegros por perdidas, regreso a casa.

Ahora mi hermano se la pasaba trabajando en un taller mecánico desde que el sol salía y algunas noches en casa hasta que volvía a ver sus rayos indicando un nuevo día. Su sonrisa no volvió a ser la misma.

Lo que Cris me da y mi salario es suficiente para cubrir la hipoteca de la casa, mis gastos y los de mi madre, pero Tomas era asunto aparte.




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