Lucia
Reviso meticulosamente los documentos que debo presentarle a mi jefe. Es la tercera vez que lo hago, sin embargo, hoy no hay sitio para errores considerando el estado de ánimo de este. Se ha comunicado conmigo por teléfono, cuando generalmente llama para aclarar en persona cualquier inconveniente, pero estos días ha actuado como si estuviera evitándome.
Escucho que cierran la puerta de la oficina y observo a Hugo salir también con la cola entre las piernas y una carpeta llena de papeles debajo de su brazo.
—Parece que no está de humor para bromas hoy —comenta con una sonrisa tensa.
—¿Se encuentra bien señor? —me preocupo ya que después de todo solo somos víctimas de su eficiente tiranía.
—No sientas lastima por mí Lucia —se detiene frente a mi escritorio—. Estoy acostumbrado a todos los tonos de gris de Cris —. Distingo la tristeza en su mirada, oculta por la sonrisa que siempre procura mantener. Mi teléfono suena y la luz ilumina la línea de la oficina del mencionado.
—Señor —contesto inmediatamente.
—Necesito los documentos que te pedí. Ahora —dice tajante y cuelga abruptamente.
—Me siento patético por quejarme, cuando tu eres quien tiene la parte más difícil del trabajo.
—Si debo hacerle cosquillas al verdugo, lo haré sin dudarlo —respondo sintiéndome relajada con su presencia. Hugo suelta una carcajada con mi respuesta.
—Ese malnacido siempre ha sido un suertudo —contesta con aire melancólico.
Hugo es como ese familiar que busca distraerte de las discusiones de adultos o ese hermano que te consuela después de una pelea en la escuela o con tus padres. Por ello, me resulta realmente preocupante su estado de ánimo. Es agotador esconder el dolor detrás de una sonrisa.
Me habría gustado ofrecer mi ayuda, sin embargo, Hugo pasa a segundo plano cuando Cris aparece por las puertas de su oficina evidentemente exasperado.
—Hugo, pensé que te había asignado una tarea —anuncia autoritario.
—Estoy en camino, solo estaba conversando con Lucia —le responde sin temor alguno.
—No veo por qué tendrían que estar platicando, principalmente cuando tu deberías de estar cumpliendo con lo que solicite —reprocha y me voltea a ver —. ¡Entrégame esos documentos Lucia —dice arrancándolos de mis manos—, si no puedes cumplir con tu trabajo a tiempo procura no atrasar al resto! —culmina antes de regresar a su oficina.
El silencio se extiende por el espacio y la sensación de impotencia se adueña de mí. Detesto fallar en mi trabajo, pero en mi defensa apenas tarde unos diez segundos.
—Discúlpalo Lucia —pide Hugo—. Esta estresado por el nuevo proyecto, sabes lo ambicioso y fastidioso que puede llegar a ser cuando está trabajando.
—Comprendo —susurro forzando una sonrisa.
—Nos veremos luego, si vuelve a encontrarme aquí dudo que unas cosquillas le hagan efecto —se despide y busca su camino al elevador, dejándome en el piso que comparto con el hombre que disfruta de robarme la paz y estabilidad.
Retomo mi trabajo, sin embargo, percibo cierta lentitud en mis acciones puesto que mi cabeza no se encuentra por completo despejada. He pasado suficientes situaciones y proyectos con Cris, estoy acostumbrada a su actitud en estas circunstancias, sin embargo, este comportamiento y su lejanía me desconciertan.
Han pasado tres días desde que volvió de esa reunión. Cuando me escribió para cancelar las citas de esta semana en el apartamento asumí que sería por el trabajo, pero su indiferencia aquí me dice que estoy ignorando algo.
Durante el resto del día nos comunicamos por correo. Considerando las exigencias de mi jefe y el estrés del nuevo proyecto, me mantengo un poco mas de tiempo en la oficina, hasta después de la hora de salida con el fin de estar completamente preparada para mañana.
—Pensé que ya te habías marchado —su voz me provoca escalofríos y su semblante me intimida. ¿Le molesta que siga aquí? Nunca hemos tenido problema.
—Estoy revisando los informes para mañana —contesto buscando plasmar seguridad en mis palabras. Esperaba una conversación o sugerencia, por muy fastidiosa que fuese.
—Ya no te necesito —ordena —. Vete a tu casa de inmediato.
¿Qué?
Jamás me ha despechado con trabajo pendiente y mucho menos cuando esta ejecutando un proyecto. Durante esas noches si nos mantenemos trabajando hasta tarde y hasta el día de hoy no había recibido queja alguna de mi trabajo.
El dolor de su rechazo hace estragos en mi pecho. No es únicamente por el trabajo, sino la sensación de que la fastidia mi presencia. Me culpo por sentirme de esta forma, por haber soltado mi corazón para ofrecerlo en secreto a este hombre.
—¡¿Hice algo mal?! —cuestiono dejando en evidencia lo mucho que me afecta su rechazo —. ¿Tanto te molesta compartir espacio conmigo?
En estos casos el silencio es una respuesta que termina de romper mi mascara de tranquilidad. Su expresión molesta me hace sentir pequeña. Me doy la vuelta para evitar que mire la humedad en mis ojos, busco mi bolso y guardo rápidamente mis pertenencias para cumplir con su solicitud.