Hugo
No era un vecindario que visitara habitualmente, no, en realidad era un sitio y un escenario en el que jamás me habría pensado. Pase semanas retrasándolo, hasta que estas se convirtieron en meses y estos últimos días finalmente la culpa había empezado a fastidiarme lo suficiente como para obligarme a subir a mi auto.
Encontrar su información había sido increíblemente fácil considerando el hecho de que mi usuario y contraseña de la empresa seguían vigentes.
Cuando pensaba en Lucia lo primero que se me viene a la mente es un agradable día soleado, la fachada de una casa acogedora con un jardín rodeado con una cerca de madera.
La realidad no podía encontrarse más lejos.
Era evidente que el vecindario era peligroso, las casas parecían fantasmas y sus calles desoladas le daban el toque final al ambiente.
Llevo estacionado unos minutos y pienso en mis palabras, como expresar mi interés en saber si se encuentra bien después de lo que sucedió y disculparme por enésima vez por mi primo, aunque el maldito no lo merece.
En medio de plena discusión conmigo mismo, percibo movimiento al otro lado de la calle y reacciono cuando la veo subirse a una camioneta bastante vieja con un hombre.
¿Quién es él?
Pongo en marcha el auto y los sigo a una distancia modesta, tampoco quiero problemas en este sitio. Veo que la camioneta se detiene cerca de una estación de autobús y solo distingo el cabello de Lucia y su abrigo algo grande. Sin opciones, también conduzco detrás del vehículo hasta que se detiene cerca de una escuela.
¿Una escuela? ¿Qué hace Lucia aquí? ¿Tan mal está la búsqueda de empleo?
Tengo algunos colegas que la aceptarían con una simple sugerencia, es cuestión de una llamada. Hago nota mental de platicárselo.
Me temo que debo esperar el horario escolar y busco refugio en una cafetería cercana. Completamente aburrido termino revisando mi correo y finalmente me decido en leer los escasos mensajes que me ha enviado mi familia desde que deje la empresa. Los había evitado hasta el momento, ya que sabía que los textos que encontraría serian poco alentadores, especialmente los de mis padres.
Jamás congenié con nadie. Me pregunto como termine en esta familia y algunas veces considere la teoría de que también era adoptado, pero una prueba de ADN extermino cualquier duda. Muchas veces lo escuche, que soy un castigo, porque siempre busque calidez y afecto en lugar de rigidez y disciplina como Cris.
Me pregunto si es verdaderamente un malnacido cuando veo la cantidad de correos que me ha enviado. En algunos pregunta por mi paradero excusando con la preocupación de mis padres, lo cual es completamente falso.
No era la primera vez que pasaba, pero ya estaba cansado de este círculo vicioso. Había agotado mi energía en personas que no me apreciaban, lo había dado todo y aceptado condiciones que no quería porque eran importantes para mí. Al final siempre terminaba perdiendo.
Las horas pasan y si no fuera por el desayuno y las tres galletas que he comido ya me habrían echado de este lugar. El bullicio que ingresa a la cafetería y un niño uniformado junto a su madre me indican que han terminado las clases.
Me muevo rápido hacia el sitio y distingo a Lucia, pero lo que veo me deja sin palabras.
Puede ser confuso, pero desde mi ángulo es bastante claro…
—¿Qué demonios…? —exclamo y un padre de familia cubre los oídos de su hijo.
Estoy a punto de llamarla cuando alguien captura mi atención. Distingo una cabellera castaña claro escurrirse entre los estudiantes, casi huyendo. Es su andar y postura la que me recuerda a alguien que conocí hace muchos años, incluso el tono de cabello es idéntico, no obstante, la figura delgada no concuerda.
Cuando vuelvo a buscar a Lucia no la encuentro por ningún lado.
Regreso a mi auto y conduzco seguro de donde encontrarla. Me toma mi tiempo recordar la calle. Bajo decido y toco la puerta. Espero y mi cabeza crea miles de teorías.
Puede que sea del hombre que salió hace un rato o de un novio, algún chico con el que intimo en alguna fiesta… ¡Carajo! Lucia no salía de fiesta, ella se la pasaba trabajando hasta tarde en lo que sea que Cris ocupara.
—Hola —abre una mujer de mediana edad —. ¿En qué puedo ayudarlo?
Doy un vistazo al interior, pese a que todo está ordenado y limpio
—Hola señora, yo soy Hugo…—me detengo antes de mencionar mi apellido, considerando que no sea bien recibido—. Yo solía trabajar con su hija en la empresa Arslan.
—Soy su madre, Ella —contesta ella —. Pobre muchacho ¿Tú también te quedaste sin empleo?
—Yo… bueno, algo así —me limito a responder—. Yo estaba de paso y quería saber qué tal se encuentra Lucia ¿Se siente bien?
—Si bastante bien, fue un poco desalentador al principio, pero así es la vida. Ahora trabaja en una escuela, la paga es menos, pero tiene más tiempo libre —dice con una noble sonrisa en la cara y me temo que no estamos hablando de lo mismo.
—Comprendo —asiento—. ¿Puedo saber como lleva el embarazo? La verdad es que no tenía idea, me habría gustado ayudarla antes…