Cris
Las personas llegamos a convencernos a nosotros mismos de que nuestra paz vendrá de la obtención de ciertos propósitos y la llegada de otros, precedida de la ausencia de unos tantos.
Tenía el proyecto en mis manos a punto de finalizar, la prensa adoraba la falsa relación que tenía con Susana y sacaba noticias del aire. La empresa ganaba reputación, mis finanzas solo incrementaban y se podía decir que todo marchaba a la perfección.
Era cierto, todo marchaba bien afuera, pero no dentro de mi cabeza. Mi realidad no podía estar más lejos del circo mediático orquestado por Susana y su padre. Los titulares enfatizaban mi relación y jamás en mi vida había sentido semejante soledad.
El silencio y solvencia con la que vivía antes ahora me resultaban terriblemente asfixiantes.
—Señor… —entra Marc a mi oficina.
—¿Has encontrado algo? —inquiero sin más preámbulos.
Mi chofer se mantiene en silencio durante un momento y llego a pensar que algo marcha mal.
—No hay rastro de su primo en su apartamento o cualquier propiedad familiar —declara seguro—. Tampoco ha salido del país.
Necesito al bastardo y espero que no haya cometido una estupidez. Una parte de mi quiere pensar que solo es una estúpida lección y que está disfrutando de una playa complacido con mi desgracia. No obstante, no es esa la única información que me interesa.
—Respecto a lo otro… —insisto.
—Su madre respondió a la puerta, parece que la señorita tiene una nueva dirección, pero no he logrado conseguirla.
¿Nueva dirección?
¿A dónde pudo haber ido?
—Sabes que hacer —culmino y el asiente comprendiendo mis órdenes.
Marc abandona la oficina y nuevamente la molesta ansiedad se apodera de mí. Odiaba esta sensación, era como si un susurro proveniente de un futuro buscara advertirme sobre algo.
Intento seguir con mi trabajo, sin embargo, poco me dura la concentración ya que el teléfono no tarda en interrumpir.
—Habla Andrea.
—Señor, su abuelo quiere hablar con usted.
—Conéctame con él —indico conteniendo un cansado suspiro.
No podía evitarlo por más tiempo, las semanas pasaban y mis tíos seguramente ya le habían hecho llegar sus quejas respecto a su hijo, su verdadero nieto de sangre.
—Cristofer —escucho su rasposa voz producto del paso del tiempo y un sinfín de licores ingeridos en reuniones de negocios.
—Hola abuelo —contesto midiendo mis palabras —¿A qué se debe tu llamada?
—Ya no puedo hablar para saber cómo va la empresa que yo mismo funde —declara haciendo énfasis en el origen de mi éxito.
—¿No has leído los periódicos? —inquiero.
—¿Periódicos? —escucho su tono burlesco—. Lo único que veo en los titulares es el circo que has creado con esa vulgar muchacha. Puedes engañar a todos Cristofer, pero sabes perfectamente que a mí no ¿Qué demonios está sucediendo? —pregunta con fiereza—. Y hablo en todos los aspectos.
Así era el abuelo, te empujaba hasta dejarte contra la pared, sin más alternativa que escupir la verdad.
—El proyecto avanza y no tenemos mayores obstáculos —aseguro. Odiaba sentirme como un tonto crío dando cuentas de sus quehaceres.
—¿Y qué hay de la hija del gobernador? Debiste ser más listo. Un trato con ridículas faldas de por medio no es sólido —me regaña —. No puedo creer que esto es lo único que se te ocurrió con una mención honorifica en negocios.
Mi paciencia empezaba a agotarse. Realmente estaba fastidiado. Mi cabeza por algún motivo llevaba tiempo jugando en mi contra, haciéndome sentir culpable y ahora el abuelo aumentaba la carga.
—Nuestra propuesta fue la mejor, así conseguimos el proyecto… —respondo firme.
—¿Seguro? —cuestiono —. ¿Entonces dónde está el segundo mayor accionista de la empresa? ¿Dónde demonios está el fantasioso pelele de tu primo?
Había llegado el momento de buscar un culpable y todos me señalaban a mí.
—Renunció —revelo.
—Ya lo sé —afirma—. No hay un solo aspecto en esa empresa que yo desconozca, quería saber si eras capaz de mentirme. Ahora busca a ese mocoso y tráelo de vuelta, que ejerza su papel, aunque tenga que hacerlo amarrado a esa silla.
—Estoy en eso.
—Y vuelve a tus sentidos Cris, esa mujer solo es una pérdida de tiempo —cuelga antes de que pueda responder.
Me siento en un barranco, con todos ellos detrás de mí, ansiosos por verme a punto de saltar hacia la locura.
Meses han pasado desde nuestro último contacto y la incógnita al paradero de ambos me fastidia. Además, esta ese nefasto presentimiento que tengo. Es la misma sensación que tuve cuando los vi juntos aquella noche, cuando no pude aguantar más y lo terminamos haciendo en mi oficina.
—Señor, yo toque… —mi secretaria asoma su sonrojado rostro por la puerta. No escuche cuando lo hizo —. Su prometida… su novia está aquí.