Cris
—Ten, esto es lo que querías —me extiende una carpeta con toda la información que aparentemente Marc no pudo obtener —. Pero, sabes que todo tiene un precio en esta vida.
—Especifica —asevero.
—Solo necesito unos meses más de fachada y prometo no intervenir en el miserable curso de tu vida, el cual no comprendo insistes en mantener —explica.
—Te falta algo.
—También prometo no decir nada respecto al romance que tuviste con tu secretaria —rueda sus ojos —. No comprendo por que te empeñas en esconderlo, esa chica es ardiente ahora comprendo como quedo… —se detiene.
—¡No hables de ella!
—Vaya, que celoso —canturrea—. Cumple tu parte del trato también, dentro de unos días tenemos una cena.
Retengo la furia que empieza a consumir cada rincón de mi cuerpo. Susana se marcha dejándome con una carpeta que contiene todo aquello que llevo meses ignorando.
—Andrea, retírate y dile a Marc que suba —ordeno colgando el teléfono abruptamente.
Paso las paginas y siento que empiezo a quedarme sin aire, la temperatura en la habitación incrementa hasta tornarse insoportable y mis manos tiemblan de rabia.
—Señor, me llamo.
—¿Quién fue? —farfullo—. Fue el imbécil de mi primo quien te pago o simplemente esto es producto de tu incompetencia —le digo arrojando la carpeta con las fotos de mi primo saliendo de la casa de Lucia, de ella dentro de su coche, riendo —¿Cuánto tiempo llevan juntos? ¿Cuánto tiempo me han visto la cara?
—No es lo que usted cree señor…
—¡¿Entonces que es esto?! —exclamo indignado—¡Por que para mí parecen otra cosa!
Marc procede a dejar su teléfono, identificación de la empresa, llaves y otros objetos sobre la mesa en silencio.
—No te he despedido —gruño.
—No, pero yo estoy renunciando. Tiene razón, desobedecí a una orden, pero es porque tengo una hija y espero que ella nunca tenga que sufrir lo que la señorita Lucia —dice mirándome a los ojos con decepción —. El otro día fui a su casa y cuando pregunté por ella su madre me mintió, sigue viviendo ahí, pero la están protegiendo. No malinterprete esas fotos, su primo es demasiado noble como para traicionarlo. Si quiere averiguar la verdad, hágalo por usted mismo —dice antes de darse la vuelta.
—No necesito más sermones.
—Lo que necesita es dejar de escuchar a su abuelo y ponerse los malditos pantalones señor, porque puede que su primo sea infantil, pero usted parece otro crio mimado y sabe perfectamente que no lo es—contesta —. Ahora si me permite, ansío regresar con mi familia. Buenas noches.
Me quedo solo con la rabia apretujándome la cabeza. Mi primer instinto es servirme un trago que me ayude a pasar esta amargura, sin embargo, mi desesperación es tal que tomo las llaves del coche.
Personas me saludan con respeto al bajar al lobby, pero no me detengo. Salgo y una fuerte oleada de agua me golpea.
—Señor, le buscare un paraguas —dice uno de los porteros, pero es inútil porque voy en busca de mi auto.
Conduzco y aunque por inercia piense en todo lo que mi abuelo enseño, bloqueo esas ideas mientras me dirijo a esa zona de la ciudad. Pienso en encarar a Hugo, el malnacido desaparece dejándome con el caos y me traiciona… ¿Habrá sido capaz de traicionarme, aun cuando el insistía en que me diera esa oportunidad?
Mi mente se encuentra en automático, reconozco la casa de las fotos y cuando menos pienso estoy tocando la puerta. El estruendo de un rayo me trae de regreso y descubro lo que soy capaz de hacer cuando pierdo el control.
Cuando regreso al refugio del auto veo difícilmente por la ventana a una señora salir. Respiro profundo y me culpo por todo lo que estoy haciendo. Diviso uno de los autos de Hugo y nuevamente me vuelvo rehén de esa garra oscura que se esfuerza por asfixiarme.
En ese momento, cuando enciendo el auto y doy un último vistazo a la casa, la veo salir. En aquella devastadora noche de lluvia, su rostro brilla, todavía más vislumbrado por el tiempo lejos, sin embargo, no puedo ignorar esa parte que ella acaricia con la habitual naturaleza de alguien en su estado.
Mi corazón palpita fuertemente y lo único que consigo hacer es arrancar el auto a toda velocidad. ¿Huyendo? ¿De ella? ¿De mí?
Apenas veo por donde conduzco, las luces fuertes y la desesperada bocina de un auto me traen a la realidad seguido de un golpe.
Reconozco la típica paz después del caos que se produce en ese momento y tengo envidia, porque no puedo gozar de ella. Solo escucho gritos, el llanto de un niño y su voz es lo último que escucho.
Parece que Cris esta empezando a tomar conciencia. Ya han visto que en esta historia no hay mayor villano que el mismo.
¡Besos!