Hugo
Me pierdo en el rugido del motor de mi auto y conduzco casi en piloto automático hasta esa pequeña casa en ese oscuro vecindario de la ciudad. Quien pensaría que en un sitio así, habría presenciado por primera vez el verdadero calor de una familia.
Las personas tienen esta perspectiva que, con solo proveer necesidades e incluso personal, ya es suficiente para cumplir con el rol de un padre. Si alguna vez experimente cariño fue por parte de las adorables mujeres que recibían un sueldo por cuidar de mí cuando era pequeño.
La soledad se me presento un día cuando mis padres decidieron que ya era lo suficientemente mayor para velar por mi propio bienestar. Tenía 8 años.
En aquel tiempo Cris ya era parte de la familia, su llegada dejo más que descontento a uno, pero para mí era todo lo contrario. Finalmente habría alguien que me comprendiera. Mi sorpresa fue grande al descubrir que era terco, si decía cinco oraciones al día era mucho y cumplía al pie de la letra las órdenes del abuelo.
Jamás comprendí esa relación, Cris paso a las manos del abuelo, sin embargo, no para bien.
Algunas veces pensaba que en realidad Cris era el hijo perdido de mis padres y yo era un niño huérfano atrapado en aquella familia.
Con el tiempo me fui acoplando a su compañía, nos enviaban a todos lados juntos, desde el instituto hasta la universidad. Se volvió como mi verdadero hermano, sin embargo, hace unos meses me hizo recordar que lo único que nos unía era un par de documentos y un apellido.
Estaciono frente a la casa de Lucia, quería llevarla a comprar lo que sea que ella quisiera de esas tiendas para bebes. Hace unos meses pensaba que lo que sentía hacia ella podría ser un enamoramiento, pero no podía estar más equivocado.
Lucia era familia ahora, mi sobrino o sobrina era la prueba, pero para mí ella es como esa hermana pequeña que quieres cuidar y mimar, sin importar lo profundo que haya metido la pata.
—¿Hugo? —llama Lucia mientras termina de colocarse su abrigo con un poco de dificultad—. ¿Te encuentras bien? Te noto un poco distraído desde que llegaste.
—Si, solo estaba recordando algunos pendientes —miento y le acomodo la gruesa tela sobre el adorable vientre que evidencia su estado.
La imagen de mi primo en una cama de hospital genera cierto cargo de conciencia. Siento que los estoy traicionando a los dos.
Miento si digo que no intente apaciguar la culpabilidad comprando mil cosas para el bebe, incluso accesorios ridículos que ni uno de los dos descifro como utilizar.
—¿En serio van en los pechos? —inquiero —. Parece que son pequeños desatascadores para baños.
—Con Tomás en casa ocuparías veinte de estos para algo así —responde y ambos empezamos a reír.
—Recuerdo que una vez me puse uno de esos de sombrero para Halloween —sigo.
—Detente… o haré del baño aquí —amenaza entre carcajadas.
Los dos íbamos inmersos en nuestras tonterías. Aquella tarde me había ayudado a despejar mi mente. Después de todo, pronto también tendría que pagar las consecuencias de mi silencio.
—Aquí está la última bolsa —digo colocándola dentro de la casa.
—Eres un encanto Hugo —comenta la madre de Lucia mientras revisa la ropa para bebe—. Pero todavía no sabemos si es niño o niña —añade.
—Por eso lo hemos comprado de otros colores mama —indica guardando el resto.
—Es una mocosa terca —se queja Tomás—. Le dijo al doctor que quiere saberlo hasta que llegue el momento del parto.
—Es tu decisión cariño —apoya su madre sin queja.
—La consienten demasiado —señala, pero él también es culpable y lo admite acercándose para dejar un beso sobre su frente.
Una familia.
—Hugo ayúdame con esto —pide Lucia señalando una caja.
—Pondré la mesa —anuncia su madre y Tomás le acompaña.
Sigo a Lucia hacia su habitación, dejo la caja en el suelo al mismo tiempo que ella cierra la puerta en silencio para evitar levantar sospechas.
—¿Qué está sucediendo?
—Sé lo que escondes —me señala y siento que mis extremidades se debilitan.
¿Cómo se habrá enterado? ¿Habré sido muy obvio?
—Lucia yo… lo lamento…
—¿Cómo pudiste hacer algo así? —inquiere con una mano en la cadera.
—Solo nos hemos visto una vez —balbuceo—. Era una emergencia, no podía dejarlo así…
—¿De qué hablas? —interfiere —. Si has visto a Marina antes. ¿Qué emergencia?
Me detengo antes de que por mi boca salga cualquier palabra.
—Yo te estoy interrogando debido a que Marina entro a esta casa hecha una furia —explica —. Bueno, no exactamente, pero era palpable en ella.
—Entonces, era sobre Marina.
—¿De que hablabas tu?
—Nada, una ex novia, se enfermo —miento terriblemente—. Pero no importa ¿Que decias sore Marina?
—Te pediré que tengas cuidado con ella. Entiendo que eso de ser un conquistador es algo que corre en tu familia, sin embargo, ella es muy inocente, mucho más que yo inclusive. Además, ha tenido una vida muy difícil, meses, difíciles, su prometido le fue infiel, tuvo que mudarse y empezar de nuevo. Justo ahora un enamorado no le hace gracia…