Aprendiendo a amar

Capitulo 24: Contacto

Lucia
Los días pasaban sin aviso y con ellos incrementaba mi anhelo por conocer a mi pequeño. Estos últimos meses han sido un vaivén de emociones, sin embargo, mi familia y amigos han hecho de todo un dulce camino que ha ocultado ese oscuro pasado que intento olvidar.

Hay días en que me convenzo a mí misma que esto es lo que debía suceder, debí ser más astuta e intuir que algo así pasaría, pero otra parte de mí, esa que recuerda lo atento y necesitado que podía llegar a ser Cris, me traiciona creando escenarios en los que el comparte con fascinación este momento.

Pero solo es eso, el culposo sueño de un imposible.

Remuevo esos pensamientos de mi cabeza y termino de vestirme. Evalúo el reflejo en el espejo y lejos de sentirme frustrada por haber perdido un poco la figura, me lo tomo con gracia.

Ordeno mis pertenencias y cuelgo mi bolso de mi hombro antes de salir de mi habitación. Mi madre está en el hospital, mi hermano se fue temprano a trabajar, y aunque yo tengo órdenes estrictas de quedarme en casa tengo muchos pendientes el día de hoy.

—Unas cuantas semanas son lo que no separan mi amor —susurro acariciando mi vientre. El conductor del taxi está completamente concentrado en el tráfico mientras yo me distraigo con el movimiento apresurado de los transeúntes y las tiendas.

—Muévete inútil, no me dejas ver —murmura el hombre al volante y volteo por inercia. Una camioneta negra bloquea la visión de nuestro costado, él intenta avanzar, pero vemos un auto aproximarse con apuro lo que nos hace frenar de golpe—. Lo lamento señorita, parece que ahora le dan licencia de conducir a cualquier demente. Este idiota todavía no se mueve.

—Sabe, yo me quedo aquí cerca —digo buscando unos billetes en mi bolso—. Será mejor que cambie la ruta y gire, por su seguridad.

Él asiente y pago el valor del viaje. Noto de reojo la camioneta y siento un escalofrío recorrer mi espalda. Me adentro al centro de la ciudad, realizo ciertas compras y a pesar de que no resultan indispensables, se siente bien tener un pequeño tiempo para mí misma.

Me encuentro debatiendo entre biberones y pañales, sin embargo, una extraña sensación me acompaña desde que baje del taxi. La paranoia me supera y termino sacando mi teléfono.

—Hola —llamo rápidamente a mi hermano—. ¿Cómo va el trabajo?

—Bien enana —responde y puedo escuchar el ruido del taller—. Si todo bien ¿Sucede algo?

—No, es solo que… —suspiro—. Tuve un presentimiento y no me sentía bien. Deben ser los nervios.

—O un gas —bromea —. Tranquila ¿Quieres que vaya por ti a casa?

Camino por la tienda y con cada paso incrementa sensación de que me están siguiendo.

—En realidad estoy en el centro comercial…

—¡Lucia! —me regaña— ¡No puedes salir a la calle sola!

—Lo sé, solo tenía algo planeado para el día de hoy —revelo—. Quería ir con el doctor y preguntarle el sexo de mi bebe.

—¿Te has decidido? —pregunta ilusionado.

—Si, me gustaría saberlo ahora que solo queda poco tiempo.

—Por fin te confirmará que tendré una sobrina.

—Eso esta por verse —contesto consciente de ese instinto que me susurra otra cosa al oído.

—¿Quieres que te acompañe? —pregunta alzando la voz por el ruido de fondo—. Salgo dentro de unos minutos.

—Perfecto, ahí te veo.

—¡¿Qué?!

—¡Ahí te veo! —grito ya que no me escucha y cuelgo la llamada.

Solo debo caminar un poco antes de llegar a mi destino, el hombre de la entrada me saluda con amabilidad y debido a mi condición puedo adelantarme el turno en recepción.

No puedo esperar a Tomás. Paso al consultorio del médico sola y en lo que revisa mi historial, en mi mente se instalan las dudas y la angustia.

Escucho con ilusión y regocijo el sexo de mi bebe, me alegra saber que no me equivoque. Toda felicidad se ve ensombrecida por ciertas preguntas que todavía me agobian.

¿Debería decirle a su padre? ¿Cómo reaccionaría? ¿Me creería?

Le agradezco al doctor y abandono el despacho médico envuelta en una marea de incógnitas. Voy caminando perdida en mis pensamientos cuando tropiezo con alguien a quien pensé nunca volvería a ver.

—¡¿Marc?!

—Señorita… digo Lucia, perdón señorita Lucia —responde un tanto nervioso.

Por un segundo había olvidado mi evidente estado y el pánico se apodera de mí. Es imposible esconderlo. Siento su mirada instalarse en mi redondo vientre y me apresuro antes de confrontar la complejidad de la situación.

—Solo Lucia, ya no debemos ser tan formales —indico considerando mi posición —. Bueno debo marcharme, ha sido un gusto.

—Señorita, disculpe yo… —me retiene con delicadeza del brazo—. Si me permite hablar con usted un momento.

—Tengo prisa —respondo nerviosa en un intento de escapar.

—Solo será un momento —insiste —. Es respecto al señor Arslan.

Volteo para verlo y en su mirada descubro compasión. No pierde sus modales y me guía hacia una habitación vacía del hospital.




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