Aprendiendo a amar

Capítulo 27: Acercamientos

Lucia

La oscuridad me había consumido para dar paso a una explosión de luz que ilumino todos los rincones de mi mente. Mi corazón latía frenéticamente y fui incapaz de retener las lágrimas cuando finalmente tuve a Mateo en mis brazos.

Recuerdo cómo hace casi dos años entré a la oficina que me llevaría a conocer esos mismos ojos que ambos comparten. Hasta hace unos minutos, cuando su pequeña nariz se arrugó y su manita se aferró a la mía con fuerza, logré comprender lo que es el verdadero amor a primera vista.

—No puedo creer que nos hayamos equivocado —dice Tomás y mamá ríe algo avergonzada —. Presentía que sería una niña.

—Adiviné todos los de mis compañeras de trabajo, sin embargo, no pude con el de mi propia hija —comenta mi madre.

—Asumo que hubo otro factor que no se tomó en cuenta —responde Hugo. Nadie más contesta debido a que es un tema que se ha evadido hasta el momento —¿Puedo cargarlo?

—¡Hey! Yo soy su tío —lo detiene Tomás.

—Yo también —refuta Hugo.

—Y yo soy su madre, así que yo lo cargaré primero —se entromete mamá, dando por finalizada la discusión.

—Mamá, pero tu dolor…

—Tranquilo cariño, no sabemos si tendré la oportunidad de cargar a otro nieto —explica y toma de mis brazos al bebé envuelto en mantas.

Durante meses un agobiante sentimiento de pesadez me acompañó. La barriga que resguardaba a mi pequeño era liviana, a comparación, de esa sensación que se aferró a mi persona. Desconocía el motivo y llegué a pensar que solo era un sintoma normal, sin embargo, esa tarde, cuando me he encontrado con Cris después de tanto tiempo, he sido capaz de reconocer el origen de aquella sensación.

—¿Cómo te encuentras? —inquiere Hugo acomodando algunos mechones de mi cabello desordenado.

El médico dijo que había sido bastante afortunada de encontrarme en el hospital. Fueron bastantes horas e incluso se llegó a pensar que podría afectar al bebé, sin embargo, todo estaba bien.

—Bien, solo espero que la cicatriz no sea demasiado fea —bromeo.

—Me alegro —compartimos una sonrisa entre susurros—. Pero no me refiero a eso Lucia.

Volteo para ver a mi hermano y mi madre, ambos se encuentran hipnotizados por la pequeña criatura.

—Yo nunca pensé que sería capaz de hacer algo así —murmura para evitar más problemas.

—¿Le has dicho donde me encontraba? —inquiero nerviosa—¿Siempre ha sabido que yo estaba embarazada?

—No, para ser honesto he estado evitando a mi familia durante todo este tiempo, incluyéndolo —revela—. Él lo descubrió por sí solo e imagino que averiguó el resto.

No lo entendía. Cris había dejado bastante claro lo poco que le importaba una relación, mejor dicho, cualquier clase de vínculo distinto a lo carnal con alguien como yo. Por supuesto, no le molestaba si era con una hermosa mujer que ya le había proporcionado beneficios a su verdadero amor, su empresa.

Me resultaba un enigma su reciente aparición, la necesidad de hablar cuando él se había esforzado en sacarnos de su vida. Ahora que lo pienso…

—¿Crees que quiera quitármelo? —pregunto asustada, mantengo la voz baja, de lo contrario Tomás irá detrás de él.

—No lo sé Lucia, últimamente lo veo perdido —responde preocupado—. Creo que por fin ha abierto los ojos para descubrir el caos que ha creado. Lo único que puedo asegurar es que volverá a intentarlo, tuve que detenerlo cuando te ingresaron.

¿Quería volver?

Me encuentro en cama, con dificultades para moverme, en el umbral de un increíble cambio metabólico y mental. Quiero pensar que la delicadeza de mi estado es el motivo por el cual reacciono a las palabras de Hugo en silencio.

Detestaba esa pequeña parte de mí que lo recuerda de otra forma.

—¿Crees ser capaz de encontrarte con él?

Miro a Mateo y mis pensamientos se aclaran rápidamente. Debo protegernos, actuar según aquello que conozco, esa indiferencia que Cris me dejo ver, y continuar con sabiduría.

—No lo creo… —contesto—. No estoy segura de sí será buena influencia para Mateo, tengo miedo de que…

—Termine como su padre —culmina por mí.

—Lo lamento Hugo.

—No debes hacerlo, de alguna forma te entiendo —dice—. Es un poco difícil estar en medio de las dos personas más importantes en mi vida. Bueno, ahora son cuatro.

—¿Cuatro?

—Cris, tú, Mateo y otra persona especial —enumera y puedo ver en sus ojos esa picardía que le caracteriza.

—¿Quién será la afortunada?

En ese momento se abre la puerta de la habitación y aparece Marina con una jovial sonrisa. En sus manos lleva un regalo que deja en la mesa antes de acercarse para compartir la felicidad de la llegada de Mateo.

—Puede que este más cerca de lo que piensas —susurra Hugo de forma que solo yo escucho. Descubro a Marina un poco tensa y decido cerrar mi boca por prudencia.

Todos los presentes en la habitación nos centramos en mi pequeño hijo. Mi madre tuvo que marcharse al anochecer y creo que Hugo y Marina se fueron juntos. Tomás, que se ha mantenido como perro guardián, no abandona su puesto en dirección a la puerta. Sus nudillos lastimados no me pasan desapercibidos y a mi mente vienen imágenes de su rostro inflamado.




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