Aprendiendo a amar

Capítulo 28: La Reunión

Lucía

—Hugo ha llegado, cariño —avisa mi madre entrando a la habitación —. He dejado algo para cenar en el horno.

—Mamá, no debiste —respondo con vergüenza. Pese a que ahora yo soy la madre, ella se niega a dejar su papel. Aun con sus dolores, sigue velando por nuestro bienestar.

—Es pasta, no es nada de otro mundo —dice—. Vengo a despedirme de ustedes, tengo turno en el hospital —se asoma a la cuna para apreciar a mi pequeño mientras duerme su siesta.

—Te acompaño a la puerta.

La sigo hasta la sala donde me espera Hugo. Me sonríe de forma nerviosa, se despide de mi madre con amabilidad y esperamos a encontrarnos solos para poder discutir con tranquilidad.

He decidido no compartir con mi madre y Tomás mi supuesta próxima reunión con el padre de Mateo. Mi hermano seguramente lo buscaría para evitar que suceda y mi madre me convencería de que lo mejor es alejarme y dejar que los abogados se hagan cargo sin embargo, en medio de toda esta situación se encuentra mi hijo.

—Aquí tienes toda la documentación que necesitas —me pasa una carpeta—. Me tomé el tiempo de obtener algunos documentos tuyos para adelantar el proceso.

—¿Cris ha mencionado alguna otra cosa? —inquiero revisando los resúmenes de los abogados que Hugo ha conseguido. Reconozco algunos nombres de cuando trabajaba en la empresa y debo decir que en el aspecto de defensa nos encontramos bien. No obstante, Cris tiene su propio equipo, uno que yo he visto actuar y es de temer—. ¿Has escuchado algo más? ¿Piensas que su objetivo sea quitármelo?

—Cris me habla estrictamente sobre el trabajo —responde Hugo—. Justo ahora se encuentra de viaje y conversamos sobre otras cosas, pero él no está enterado de que estoy al tanto de esta reunión. Lo descubrí cuando le murmuró a su secretaria, revisé su agenda y también se reunirá con sus abogados ese día —confiesa—. Respecto a Mateo, lo más probable es que quiera someterlo a una prueba de paternidad.

—¿Eso sería suficiente para que me quiten la custodia?

—No, eso solo le daría derecho a reclamar —contesta—. Pero tenemos algo en contra de nosotros y es el aspecto económico. No cuentas con un trabajo estable Lucia y Cris…

—Cris está podrido en dinero —jadeo agobiada ante la idea de la derrota.

—Así es. Al juez poco o nada le importará si él no estuvo presente en el embarazo, lo podrían señalar como negligencia de tu parte.

—¿Estás de mi lado? —inquiero escuchando noticias cada vez peores.

—Lucia —intenta calmarme—. Necesito que comprendas algo, debes evitar a toda costa pelear en un juicio.

—¿Qué quieres decir?

—Que tu mejor opción es negociar con él —aclara.

—Hugo ¿Qué estás diciendo?

—Sé que no es una solución alentadora, pero es la única forma de evitar que un juez le entregue la custodia completa —explica—. Pero no se lo dejes fácil, Lucía, tu pelea.

—¿Y cómo se supone que lo haré?

—Hazle saber que no se lo dejarás tan fácil. Cris estuvo ausente y, antes de aceptar cualquier condición, debes dejar claro que primero tiene que demostrar que es un buen padre, una buena influencia para Mateo y que pueden convivir. Tú siempre tendrás la última palabra respecto a tu hijo.

Escucho cada una de sus palabras con atención. Hugo intenta explicarme mi estado actual. En este caso, sabe que endulzar las cosas con un “no debes preocuparte” o “todo estará bien, relájate” es absurdo. Sus palabras me motivan y me entero de todo, que podrían usar en nuestra contra.

Durante un momento de la noche, Mateo despierta y su luz interviene entre esas tinieblas que empiezan a formarse en mi mente. Cenamos y terminamos de discutir algunos detalles. Hugo se marcha antes de que mi hermano llegue a casa.

—Hugo —lo detengo antes de su partida—. ¿Por qué has vuelto a trabajar?

—Cris me pidió que me hiciera cargo de la empresa por unos días, sigo siendo accionista. Necesitan mi permiso y firma cuando él no se encuentra —aclara—. Además, cierta personita piensa que soy un niño riquillo y mimado, así que pretendo demostrarle que sé ganarme el pan de cada día, como todo el mundo —revela con una sonrisa y me hace gracia imaginarla cuando se lo dijo.

En la madrugada, Mateo me despierta y aprovecho para darle una hojeada a las copias que me entregaron.

Todos aquellos puntos a mi contra me parecían terribles de señalar. Solo soy una mujer que, ante el rechazo de un hombre, decidió seguir adelante. Él no me quería, lo había dejado claro. Entonces, ¿Por qué ahora se empeña en su hijo?

Cris tenía una relación con esa mujer, una empresa a la que dedicaba cada segundo y jamás lo vi congeniar con algún niño. No comprendo por qué se esfuerza tanto.

Lo imaginaba, señalándome, observándome con desdén y altivez. Juzgando mi crianza y restregándome en la cara lo que él sí podía proporcionarle a nuestro hijo.

Por otro lado, algo en mi mente me dice que estoy equivocada. Puede que todavía hay recidivas de esa estúpida esperanza que alguna vez albergue por él. Recuerdo la forma en la que me miro cuando nos encontramos en el hospital.




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