Lucia
Visto a mi hijo con paciencia y delicadeza, siendo consciente de que el tiempo vuela y en un futuro recordaré estos momentos con nostalgia. Mateo se mueve inquieto y siento una increíble fascinación por cada gesto y sonido que hace. Es mi bebe y jamás me perdonaría que alguien me lo arrebatase, inclusive si el motivo es por las malas decisiones que tome en un pasado.
Dejo a Mateo ya vestido en la cuna para continuar arreglando todo lo que se podría necesitar para este inevitable encuentro.
Todavía me pregunto cómo termine en esta situación, preparándonos para reunirnos con Cris, todo con el fin de evitar cualquier ataque estratégico de su parte. Si lo mantengo cerca y en un espacio seguro, puedo prevenir cualquier movimiento.
Mis pensamientos se ven interrumpidos por unos suaves toques en la puerta de mi habitación.
—Lucia, tengo que irme —avisa mi hermano y procuro disimular mis nervios—. Volveré por la noche.
—Está bien. Que tengas un buen día —me despido rápido con la esperanza de que se marche deprisa. Mateo emana un sonoro grito y mi hermana ingresa por completo a la habitación para acercarse a la cuna.
—¿Estás despierto, campeón? —lo toma en sus brazos —. Tu madre te ha vestido muy bien —comenta.
—Yo… quiero aprovechar y vestirlo con toda la ropa que tenemos, ya sabes. Los bebes crecen muy rápido y esta ropa solo queda para donar después —busco convencerle.
—Tienes razón —asiente y deposita un beso en su cabeza antes de colocarlo nuevamente en la cuna —. Menos mal, no le compramos un traje —bromea.
Para mi suerte, Tomás se retira y respiro con tranquilidad cuando escucho el motor de su camioneta. He decidido mantener este encuentro en secreto, por lo menos hasta llegar a un veredicto. La situación resulta estresante por completo y, si bien adoro a mi hermano por protegerme, justo ahora sus amenazas hacia Cris podrían dificultar el proceso.
Reviso por última vez todo lo que pienso que puedo necesitar. Por un segundo choco con el reflejo en el espejo y reviso mi apariencia. Ropa nada espectacular y ni una gota de maquillaje. Estoy a punto de tomar un poco de rubor, sin embargo, me detengo y desecho la idea de inmediato.
Me repito que tengo un solo objetivo y es determinar qué clase de padre puede ser Cris para nuestro hijo.
Recibo un mensaje de Hugo avisando que se encuentra afuera. Tomo a Mateo en brazos y salgo de casa. Su tío lo recibe con increíble felicidad y se niega a subir al auto sin antes cargarlo.
—Todavía no puedo creer que un ser humano tan hermoso e inocente provenga de alguien completamente carente de carisma como Cris —comenta y dejo escapar una sonrisa—. O que alguien como tú esté enamorada de él.
—¿Qué dices? —cuestiono —. Yo no siento nada por Cris.
—Bueno, no tengo duda de que el gen terco lo heredarás de ambas partes —dice antes de devolvérmelo para subir al auto. Acomodo a Mateo en su asiento especial y subo al asiento del copiloto.
—Hoy estás bastante conversador —digo cuando arranca el auto —¿Te han tratado bien últimamente? —lo molesto.
—Todo lo contrario —contesta—. Anoche estaba a punto de tener un momento especial con la mujer de la que me enamoré en el instituto, hasta que una cosa llegó a la otra y me reveló el verdadero motivo de su distancia todos estos años.
—¿Y te encuentras feliz por eso?
—Lo estoy porque ahora ya no debo caminar en la oscuridad. Conozco el origen del problema y sé lo que debo hacer para impedir que esa mujer se me escape de las manos.
—Vaya suerte la que tiene Marina —comento —. Lo digo en serio Hugo, ojalá todas nos encontráramos con hombres igual de dedicados y apasionados como tú —suspiro. Siento que tengo prohibidas estas palabras, considerando que el hecho de que nadie me obligó a estar con Cris y mucho menos a darme falsas esperanzas con ese vínculo que únicamente parecía existir para mí.
—Seguramente seré el primero de muchos, pero te aseguro de que encontrarás a alguien, es cuestión de tiempo —añade jovial—. O puede que ya lo conozcas.
—Desconozco de qué lado estas.
—Yo también, ojalá fueran malas personas, sería mucho más fácil para mí —bromea.
Me mantengo inquieta en lo que resta del trayecto, desconozco dónde vive Hugo, por lo que no puedo determinar cuántos nos falta. Pensé que lo mejor para ambos sería encontrarnos en un sitio neutro y también para evitar cualquier contacto entre Cris y mi hermano, que se traduciría en problemas.
Me siento nerviosa a cada segundo que avanzamos. Trago grueso cuando el auto se detiene frente a un hermoso complejo de apartamentos. Bajo del auto y busco a mi auto en el asiento trasero, Hugo lleva sus pertenencias y cuando nos acercamos a la entrada reconozco un elegante coche negro estacionado al otro lado.
—Ya está aquí —murmuro para mí misma.
—Llegó a las seis de la mañana —revela cansado antes de abrir la puerta.
—Lamento que tengas que soportarlo, no se me ocurrió otro sitio —me disculpo. Tendré que pensar en otra opción, no pensé que Cris llegaría a ser una molestia.