Aprendiendo a amar

Capítulo 31: Errores

Hugo

24 horas antes

Marina… Marina… Marina…

Saber que en realidad los sentimientos entre ambos no fueron unilaterales en el instituto me brindó la oportunidad de acercarme con la esperanza de revivir esa intensa atracción que compartimos esos años.

La vida nos había vuelto a unir y, pese a que reconozco lo despistado que puedo ser, me niego a desperdiciar una oportunidad como esta. Acercarme a Marina ha sido bastante difícil, sin embargo, las situaciones que había vivido la obligaron a construir altas murallas para protegerse a si misma.

No fue una labor fácil, soy consciente de que la hostigue hasta el cansancio, pero todo fue con la finalidad de que abriera para mi una pequeña puerta que me permitiera conectar con ella.

Y eso me lleva a este momento, estaba haciendo su compra del supermercado, escogiendo meticulosamente todo lo que ella utiliza, además de lo necesario para la cena que planeo hoy. Me paseo por uno de los sitios más exclusivos y soy consciente de que probablemente se enfade por el despilfarro de dinero, sin embargo, mi único objetivo es compensar de cualquier forma todos estos años. Me declaro culpable por mimarla con lo mejor.

Es sábado y tengo parte de la tarde para preparar todo. Me acerco a su edificio y estaciono en el sitio que suelo ocupar desde que empezamos a vernos como “amigos”.

Bajo del auto con bolsas en mano y dispuesto a ponerme manos a la obra cuando una figura a la mitad del pasillo captura mi atención. Un hombre de aproximadamente mi edad esta parado frente a la puerta de Marina, rogando.

—Marina abre por favor —se lamenta y considero avisarle que se encuentra en una reunión de profesores en la escuela, pero me detengo al desconocer la identidad de este hombre—. Podemos resolverlo cariño, todas las parejas tiene sus altos y bajos.

Permanezco inmóvil y la rabia empieza a circular por mis venas. Es un maldito sin vergüenza. Hace unas semanas, finalmente, Marina me había revelado lo que tuvo que enfrentar cuando este hombre rompió todas sus promesas y planes.

—Por favor, lo nuestro no puede acabar de esta forma. No me puedes culpar, soy un hombre y tu siempre te la pasabas ocupada. Te perdono, solo discutamos esto. Inspecciono al susodicho e incluso me siento insultado porque Marina no haya flaqueado ante mis encantos desde un principio. No puedo creer que Marina le diese una oportunidad a este hombre y mucho menos que estuviesen comprometidos. Esto ultimo termina de empeorar mi humor.

—¡Abre Marina! —exclama y golpea la puerta con fuerza —. ¡Si me fui es porque eres una insípida aburrida! ¿Crees que encontraras a otro idiota que quiera perder su vida contigo?

—Aquí hay un idiota haciendo fila detrás de ti e intenta abrir la puerta del apartamento de su mujer —contesto y el voltea incrédulo.

—¿Qué carajo… —jadea sorprendido— ¿Quién demonios eres?

—Considerando que ya no eres parte de la vida de Marina, no veo porque debo darte mas detalles, sin embargo, yo te conozco a ti —avanzo intimidante hacia el y retrocede—. Si no quieres que entregue tus datos a todas las mujeres con las que la engañaste para que puedan saldar cuentas, lo mejor será que te retires.

Kevin era el nombre del idiota en cuestión, Marina incluso me pidió que jamás lo pronunciase. Rompió su compromiso porque descubrió una de las múltiples infidelidades que cometió. Inclusive después de la ruptura algunas mujeres le escribían para reclamarle, decirle la verdad y algunas para jactarse.

Además de tener un corazón roto, tuvo que lidiar con la vergüenza de haber compartido a un hombre con quien sabe cuántas mujeres. Había entregado tiempo y energía a esa relación con la ilusión de un futuro.

—Ahora entiendo —escupe en mi cara. Su rostro se desencaja, demostrando que sigue siendo un mocoso con el cuerpo de hombre—. ¡Ahora se porque no contestas mis llamadas! Veo que no soy el único que se divirtió durante nuestra relación.

—¡¿Qué carajos dices?! —cuestiono dejando caer las bolsas de la compra para empujarlo —. Si no quieres perder todos los dientes, será mejor que tengas cuidado con las palabras que salen de tu boca.

Parece causarle gracia al idiota y se suelta de mi agarre.

—No vale la pena —asegura con arrogancia—. De hombre a hombre, es una interesada. Únicamente me quería para sacarla de esta ratonera idéntica a la casa de sus padres.

¿Interesada? Tengo todo el maldito dinero del mundo para hacerla feliz y se enfadó hace unos días conmigo por cambiar el viejo abrigo que tenía.

—Es cuestión de tiempo para que te aburras de esa zo… —. Las palabras son amortiguadas por mi puño que impacta en su rostro. No soy un hombre de violencia, pero este sujeto ha tocado cierto nervio delicado.

—¡No! —una voz femenina nos interrumpe.

Volteo para descubrir a Marina saliendo de su apartamento. Tiene los ojos hinchados y sus ojos tristes causan estragos en mi autocontrol. Quiero deshacerme de este hombre, sin embargo, ella me detiene aferrándose a mi brazo.

—No desperdicies absolutamente nada con este hombre —me pide ignorando por completo al hombre que jadea sobre el suelo —. Vamos adentro por favor.




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