Cris
Recibo un mensaje de Marc informando que Lucía accedió a que la llevasen a su casa. Guardo el aparato y me enfoco nuevamente en el hombre de tercera edad sentado en la silla detrás de mi escritorio, todo con la finalidad de mostrar quien es el verdadero dueño de ese puesto y que yo solo he sido un bien entrenado y fiel guardián.
Era un niño la primera vez que lo vi, tenía mejor forma que ahora y un semblante mucho más tenebroso, esa barrera firme y sólida que mantiene ante aquellos personajes nuevos que desean entrar en ese círculo de prosperidad al que él pertenece desde la cuna. Fue su hijo quien me llevo a casa y asumió el rol de mi padre únicamente por ley.
En mi inocencia, llegué a pensar que aquello era un nuevo comienzo, no habría más calle, tiempos sin comer y finalmente estaría rodeado de una familia como la de los anuncios. No obstante, mucho tiempo me llevo comprender que yo era un proyecto a largo plazo, que los elogios eran únicamente porque cumplía con el estándar del abuelo; un segundo intento para moldear a imagen y semejanza el sucesor de la empresa, ya que mi pseudo padre decidió apegarse a su papel de heredero irresponsable.
Nunca pudo de deshacerse de las cadenas del abuelo y lo último que supe fue que se está pudriendo en rehabilitación.
—Mis contactos me mantienen informado Cristofer —empieza rompiendo aquel eterno silencio —. En aproximadamente nueve meses conseguiste uno de los más sobresalientes proyectos de la empresa, te comprometiste con la hija de un hombre con poder y estuviste a punto de catalogarte como el más habilidoso hombre de negocios de tu generación. Consideré que era realmente curioso, porque es el tiempo de un embarazo, sin embargo, desconocía que uno verdadero, uno proveniente de ti se estaba llevando a cabo —asevera levantándose de la silla.
Hace unos meses habría asentido a todo y tendría todas las palabras necesarias para convencerlo de que nada ha cambiado, sin embargo, todo había cambiado, incluyéndome.
—No sucedió de esa forma…
—¡No! —reacciona—. ¡Sucedió peor, porque resulta que casi perdemos el proyecto, a tu prometida ni le gustan los hombres y embarazaste a tu secretaria! ¿Eso es lo que me querías explicar?
—Planeaba continuar con el falso noviazgo hasta que terminara el proyecto, todo fue parte de una estrategia. Susana y yo lo teníamos pactado.
—¿Dónde entra tu secretaria en todo esto? —inquiere fastidiado—. ¿Cuántas veces tuve que repetirte que no te dejaras llevar por insulsos estímulos? ¿En qué maldito momento se te ocurrió que meterte entre las piernas de esa mujer era buena idea?
—Ni se te ocurra referirte a ella de forma despectiva —me levanto para retarlo. Mi abuelo bufa y ríe como si todo aquello fuera un absurdo.
— Te harás una prueba de paternidad —recupera su compostura—. No eres el primero al que le quieren engañar y si es tuyo, solo es cuestión de llamadas para obtener la custodia completa.
Lo tomaría para moldearlo como hizo conmigo, pero esta vez no tendría fallas. Lo conocía lo suficiente como para saber lo que pasaba por su mente.
—¡No me haré ninguna prueba porque ese niño es mío! —exclamo sobresaltándolo con toda esa furia y descontento que he mantenido retenido por años.
—Ahora sí que pareces hijo de tu padre, solo que tendrás un peor final que él. Vivirás en una arruinada casa, con una tropa de hijos e intentando llegar a fin de mes.
— Estudie abuelo ¿Se te olvida la universidad y la posterior preparación que me exigiste para tomar el papel de presidente de la empresa?
—Solo extendí la línea de meta, quería ver si eras verdaderamente digno de este sitio —alega—. Si tu primo Hugo no hubiese mostrado desde pequeño, signos de ser… un ridículo empedernido, lo más probable es que tú no estarías aquí.
—¡¿Qué demonios dices?! —lo encaro por primera vez en mi vida.
—Si Hugo hubiese sido el sucesor que esperaba, él estaría sentado en esta silla, con tu puesto —asegura sin titubeo.
Algo hace clic en mi cerebro. Todos los esfuerzos por obtener su aprobación, por sentirme digno de llevar el apellido y ser propio de alguien habían sido en vano. Todos los años de restricción y aislamiento, dos componentes que pensaba eran esenciales para el éxito.
—Nunca me consideraste tu nieto ¿no es así? —pregunto mostrándome humano ante él por primera vez.
—Te di todos mis consejos, te guie y brindé la mejor educación —refuta—. Así que no hagas los mismos dramas que tu primo. Ahora, toma una decisión, te quedas y arreglas este desastre como es pertinente o…
—¿O qué?
—Sales por esa puerta y te olvidas de esta empresa, tu apellido y cualquier conexión con la vida que cree para ti.
—¿En serio? —cuestiono indignado—. Todo porque quiero tener una vida normal, sentir…
—Ese es el problema, tu padre busco sentir demasiado y está en rehabilitación, tu primo otro obseso y nunca pudo llegar a la meta y ella…
Una identidad e historia que mantenía en silencio y que estaba prohibida mencionar. Ya era demasiado tarde para cambiar su perspectiva o pensar en sanar cualquier herida. Siempre había sido así, había huido de toda distracción refugiándose en el trabajo. Me la pase admirando su resiliencia, ahora me generaba lástima la vida que él había llevado y me obligaba a seguir.