Lucía
—¿Quién anda ahí? —repite Tomás y aprovecho la oscuridad en casa para escabullirnos por la puerta trasera hasta la cochera.
Cris no hace preguntas cuando nos llevo hacia un rincón donde estoy segura mi hermano será incapaz de encontrarnos. Los latidos en mi corazón aumentan, no por el miedo de ser encontrada por Tomás, sino por el hombre que mantiene su mano firme en mi cintura sujetándome como si fuese a huir en cualquier momento.
—¿Por qué nos escondemos? —susurra Cris cerca de mi oído causándome escalofríos.
—No hables ahora.
Escucho que la puerta de la cochera se abre y ruego para que no busque refugio en este sitio como producto de su insomnio. Si enciende la luz, Cris estará en serios problemas, puede que hasta me sean robados los segundos para explicar a mi hermano porque estoy escondida con el padre de mi hijo.
Tomas da un paso adelante y como si este encuentro no estuviese planeado para hoy, escuchamos el maullido de un gato afuera y posteriormente algunas cosas caer.
—Esos animales de nuevo —refunfuña Tomás antes de regresar al interior de la casa. Expulso el aire retenido en mi pecho cuando escucho una puerta cerrarse dentro.
Intento moverme, pero alguien me detiene. Su tacto me trae nuevamente a la realidad, sus dedos me acarician y toca mi rostro. Apenas puedo verlo y puede que sea mi imaginación, pero sus ojos me observan como si fuese la más fascinante que ha visto en su vida.
—Debes irte —murmuro —. Lo lamento, pero no puedes quedarte aquí. Al menos no por ahora.
—¿Por qué?
—Cris… —suspiro—. Yo estoy intentando procesar todo lo que me has dicho y si estoy dispuesta a darte una oportunidad, pero primero debemos arreglar ciertos asuntos.
Antes de seguir con esta conversación escucho nuevamente ruidos provenientes de adentro y decido que es imposible seguir así. Le pido su teléfono a Cris y envío un mensaje de texto a Hugo.
—Lucía —parece casi implorar que lo deje quedarse cuando esperamos por Hugo en la calle —. Yo pensé…
—Si queremos empezar debemos hacerlo bien —digo antes de que me haga cambiar de opinión y termine metiéndolo en casa—. Tenemos que resolver muchas cosas, incluyéndote. Lo has dejado todo Cris.
—No te preocupes por mí —me asegura—. Aun sin el puesto de presidencia y herencia, prometo que nada nos faltara.
¿Qué sucedió con el hombre frío y calculador de hace unos meses? Veo al Cristofer que se encuentra frente a mí y puedo ver en sus ojos, en su rostro, todo aquello que alguna vez soñé. Sin embargo, las cosas se dieron de otra forma y todavía debo borrar esa desconfianza que nació en mi producto del pasado.
—Lo discutiremos mañana —aseguro cuando Hugo estaciona frente a nosotros.
—Vendré temprano.
—Yo iré a casa de Hugo, con Mateo —sugiero para evitar más problemas.
—¡Oigan tortolos es de madrugada, podrían apresurarse! —dice Hugo desde el interior del coche.
—Nos vemos mañana —me despido y antes de siquiera voltearme Cris me detiene para posicionar sus labios sobre los míos como despedida. Esta vez es suave y delicado, respondo alzando mis brazos sobre su cuello siendo incapaz de mentirme a mí misma.
—Hasta mañana —corta el beso —. Entra a casa, entonces me iré.
—Si no tuviera tanto sueño juro que saltaría de felicidad —comenta Hugo —. Felicidades a la nueva-vieja pareja.
Ruedo los ojos y me despido apenada de Hugo. Entro a casa consciente de la mirada de Cris en mi espalda y me asomo por la ventana para ver el coche partir. Suspiro aliviada y reviso que mi hermano se encuentre dormido. Busco mi camino hacia mi habitación, pero una sombra me detiene.
—¿Hija que hacías afuera a esta hora? —pregunta mi madre somnolienta.
—Yo… —el pánico se apodera de mí y busco una respuesta rápida—. Escuche algo afuera, pero eran unos gatos.
—Cariño, hace frío afuera, te resfriarás.
—Si, lo siento —me disculpo y ella asiente volviendo a su habitación.
Cuando caigo en la cama me siento exhausta, le doy un vistazo a Mateo y mi pequeño duerme profundamente. Curiosamente, esa noche mi hijo no es quien me ha quitado el sueño, sino su padre.
Que Cris haya abandonado todo me parece irreal e incluso precipitado. Sin embargo, soy consciente de que ese puesto le ha arrebatado mucho más de lo que él desea admitir. Aun cuando era solo su amante y secretaria, me preguntaba si no había algo que él disfrutase con todo su corazón. Me generaba lástima su insistencia por mantenerse cerrado a cualquier otro gusto por la vida que no fuese generar dinero y cumplir con los planes de su abuelo.
Parece que fui la excepción y me gustaba pensar que era la única que había presenciado otra faceta suya.
Mi mente y mi corazón mantienen la más extensa tertulia durante el resto de la noche. En algún momento caigo dormida hasta que siento a alguien tocar mi brazo. Despierto abruptamente ante el hecho de haberme pasado de la hora.
—Mamá —me aclaro la garganta—. ¿Y Mateo? ¿Todavía no despierta?