Aprendiendo a ser padres

5. Alguien como tú en mi vida.

Omar cortaba las almóndigas de sus hermanos pequeños para que se las comieran bien. 

Fabiola vio que en uno de los platos había también arroz blanco. 

— A mi hermano Omar le gusta echarle arroz al tómate. Una persona normal lo acompañaría con unas patatas fritas, pero él es saludable ante todo. — Dijo Teresa a su lado y Fabiola la miró. — Aunque no veo que tienen de saludables unas albóndigas con tómate.

— Te estoy escuchando. — Habló Omar. — No solo tú vives en esta casa. — Después tomó asiento mientras sus dos hermanos pequeños empezaron a comer y le dijo a Fabiola. — ¿Si no te gustan las albóndigas con tómate puedes prepárate otra cosa? 

Fabiola negó agitando las manos. 

— Todo está bien. — Contestó Fabiola, extendiendo su mano y cogiendo la cuchara para servir arroz en su plato.

Álvaro y Teresa se quedaron mirando como la chica tomaba los mismos gustos que su hermano mayor. 

Después del almuerzo y de limpiar la cocina, Omar se ocupó de doblar la ropa limpia de sus hermanos, mientras que ellos se ocupaban de sus deberes. Cuando tocaron al timbre de la puerta y Omar se iba a levantar, pero Fabiola se lo impidió tomándolo de la muñeca. 

— Iré yo. — Se ofreció ella, que lo había estado observando durante mucho rato ayudando a los pequeños a hacer la tarea del colegio. — Tú puedes descansar. 

— Quién debería descansar eres tú. — Respondió Omar, viendo que Fabiola se levantó. 

Fabiola caminó hacia el umbral que dividía el salón del recibidor, un pasillo amplio y luminoso donde estaban las escaleras a la segunda planta. 

— ¿Por qué ella tiene que descansar? — Preguntó Laura. 

— Por nada. — Le contestó Omar. — A la tarea, o no iremos al parque a jugar. 

Laura hizo una mueca de disgusto y tomando su lápiz siguió haciendo los deberes del colegio. 

Fabiola abrió la puerta de la casa, encontrándose con un repartidor que traía un paquete para Omar. 

— Omar. — Lo llamó Fabiola mirando hacia el salón. 

— Por favor, tengo prisa. — Habló el repartidor. 

Cuando Omar apareció en el recibidor Fabiola ya había recibido el paquete, una caja pesada. Omar le quitó la caja de las manos y miró con enojo al repartidor. 

— Podrías haberla dejado en el suelo. — Le increpó Omar, tomando el lápiz táctil y firmando en la tablet del repartidor. — Ella se encuentra embarazada y si le ocurre algo por cargar pese, tendré que poner una queja por su trabajo. 

El hombre simplemente se disculpó y se marchó lo más rápido que pudo. 

— No tienes que ser tan duro. Además, ¿cómo él va a saber que me encuentro embarazada? — Dijo Fabiola, en parte feliz por ver que Omar se preocupaba por ella y su embarazo. — Gracias… 

Omar la miró, cuando vio a su hermana Teresa en las escaleras.

— ¿Embarazada? — Preguntó Teresa, atónita por lo que acababa de escuchar. — Hermano, ¿no nos estarás engañando y ella y el embarazo son tuyos? 

Omar cerró la puerta de casa mientras que Fabiola se puso a desmentir lo que Teresa estaba diciendo. 

Omar reunió a sus hermanos en el salón de casa, donde los más pequeños todavía hacían sus deberes. 

— ¿No piensas decir nada, hermano? — Se quejó Teresa a su hermano Omar que abría el paquete que habían recibido. — ¿Por qué le permites quedarse aquí? ¿Es por qué de verdad es hijo tuyo? 

— Ya, detente, Teresa. — La regañó Omar, serio y mirando a su hermana. — Ella está aquí porque es mi invitada y debes de respetarla. 

Teresa se sentó furiosa en el sofá, echando una mirada de disgusto a Fabiola. ¿Quién se creía ella para estar en su casa estando embarazada y por qué su hermano permitía eso? 

— Pues no estoy de acuerdo en tener que respetarla. — Dijo Teresa. — No es nuestro problema que no recuerde quién es. 

— Teresa. — La volvió a regañar Omar. 

Teresa mantuvo entonces la boca cerrada, obedeciendo a su hermano mayor. 

— Siento mucho los problemas que estoy dando. — Se disculpó Fabiola, agarrándose las manos. 

— No te preocupes, solo disculpa a mi hermana. Ella no es así. — Contestó Omar, sacando de dentro de la caja unos abrigos. — Han llegado los abrigos. 

Álvaro golpeó la cabeza de Teresa y se acercó a su hermano Omar. Teresa se quejó, encontrándose con la mirada de Fabiola que le sonrió. 

— ¿Y mis zapatillas Love baby? — Preguntó la pequeña Laura. 

— Ya hablamos de ello, Laura. — Le respondió Omar, ayudando a Ángel a probarse su abrigo nuevo. 

Laura puso una mueca, ella quería esas zapatillas como todas sus amigas, ni siquiera el abrigo era de la marca Love baby. Sus amigas tenían todo de la marca Love baby y ella no podía tenerlo por no tener mamá. 

Fabiola acompañó a Omar y a los dos miembros más pequeños de la familia al parque infantil, el lugar se encontraba lleno de madres con sus hijos. 

Laura y Ángel fueron corriendo a subirse en los columpios y Omar y Fabiola se sentaron en uno de los bancos del parque. 

— ¿Por qué Ángel no habla? — Preguntó Fabiola con curiosidad. 

— Ángel no habla desde que mis padres fallecieron hace unos años. — Le dijo Omar, sin apartar la mirada de sus hermanos. — Los médicos me han dicho que todo está bien y que solo depende de él. 

Fabiola se sintió orgullosa por la actitud positiva que Omar siempre mostraba pese a las dificultades que su familia pudiera atravesar. Él no era más que Un chico de veinticinco años tomando el lugar de padre y madre con sus hermanos. 

— Ojalá tuviera a alguien como tú en mi vida. — Pronunció Fabiola y Omar se sonrojó mirándola. 

— ¿Por… ? — Titubeó. 

— Porque eres una buena persona. — Fabiola sonrió, acercándose más a Omar y agarrándose a su brazo. — Eres lo mejor que he conocido. 

Omar se sintió nervioso a la vez que alabado. Nunca antes alguien le había dicho algo así. 

— Gracias… — Le agradeció sonriendo nervioso a Fabiola. 



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En el texto hay: drama, amor, #familia

Editado: 18.03.2024

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