Apsara

CAPÍTULO 1

Esta sería la última vez.

Sabía que mis palabras eran huecas mientras me las repetía mentalmente, pero curiosamente encontraba cierto consuelo al recurrir a ellas. No importaba que ya las había usado en el pasado, no importaba que no fueran ciertas; porque, en el fondo, me reconfortaba fantasear con que, de hecho, esta sería la última vez.

Miré hacia el otro lado de la calle, mi figura oculta en las penumbras del callejón que había elegido con sumo cuidado, desde aquí tenía una vista privilegiada a las puertas de un bar con el que me había familiarizado en la última semana. Esta zona de la ciudad no tenía buena reputación, pero eso no me preocupaba, no cuando eras experto en mi trabajo.

Y yo era la mejor.

El bar se encontraba concurrido, aunque fuera mitad de semana, pero ya conocía este dato. También sabía que varias de esas personas adentrándose en ese agujero infernal no eran conscientes del peligro al que se exponían.

Estaban entrando, de buena gana, a la boca del lobo.

Sonreí ante mi broma privada, después de todo, el dueño de Howl era, en efecto, un licántropo.

Pero no era por él por quién me encontraba aquí esta noche. Observé a un grupo de universitarias abandonando el lugar, riendo y dando pasos desequilibrados; todas en avanzados estados de embriaguez, ajenas a lo que les acechaba en las sombras.

En ese momento, un hombre salió del bar, su atención puesta en el grupo de mujeres; no, me recordé, en una de ellas. Era la más menuda del grupo; apenas pasando el metro y medio, a pesar de vestir zapatos con plataformas esta noche.

Una médium.

Todavía me impresionaba, y estremecía, al ver a una en persona. Eran almas impredecibles, contrario al resto de criaturas mágicas que conocía, los médiums podían nacer sin necesidad de linaje. Cualquier humano podía dar a luz a un médium sin saberlo, ese hecho me impactaba tanto como el tipo de poder que poseían. Era magia… muerta. O al menos, así es como había decidido denominarla años atrás. Podían predecir la muerte de alguien si ésta era muy… violenta. Además del siniestro asunto de ver fantasmas. Me estremecí al imaginar presenciar algo así de oscuro, ese tipo de magia siempre me hacía ser consciente de mi propia mortalidad.

Pero no era sólo por esto por lo que los médiums eran conocidos…

Eran presa fácil.

Muchos de ellos ni siquiera descubrían lo que eran hasta que era demasiado tarde. Mi mirada se dirigió nuevamente hacia el hombre, se había arreglado para presentarse al grupo de mujeres mientras ellas soltaban risitas borrachas. Quise gritar ante la estupidez de las humanas, ¿no tenían instintos? ¿no veían las intenciones de aquel monstruo? Pero entonces me recordé que no podían, porque ante sus ojos, él sólo era un humano más; un tipo bien parecido que se había acercado a flirtear. Pero yo lo sabía mejor.

Un hechicero.

Sanguijuelas, criaturas creadas a partir del robo de magia; a partir del asesinato. Hice una mueca de asco cuando una de las mujeres se acercó interesada en lo que el monstruo le decía con una sonrisa seductora en su rostro; no importaba que fuera atractivo, al verlo sólo podía ver muerte en sus ojos. La muerte de la pequeña mujer a la que planeaba robarle su magia.

Los hechiceros no nacían, eran transformados; los humanos y las criaturas mágicas solían coexistir en relativa paz, hasta que un humano decidió que no quería estar en el final de la jerarquía de magia, mató para tener poder; y así el caos volvió a desatarse. Mientras existiera un hechicero vagando por esta tierra, ninguna criatura portadora de magia estaría a salvo; así que era mi trabajo exterminar esta plaga.

Aunque no fuera un trabajo que disfrutara.

Me obligué a pensar en lo que este monstruo le haría a la pobre chica, ya había visto la crueldad de estas bestias. No era sólo el asesinato, había ciertos rituales que debían cumplirse primero, rituales que involucraban torturas indescriptibles para la víctima. Mi mano se dirigió de forma automática hacia la cicatriz que surcaba mi rostro; trazando una línea directa desde mi frente hasta mi barbilla, esquivando por poco mi ojo derecho. Había tenido suerte, después de todo, pude haber perdido ese ojo; pude haber muerto.

El grupo de mujeres se había dispersado, alejándose calle abajo mientras dejaban a la pequeña médium con el hechicero; sus amigas ignorantes lanzando sonrisas y gestos de aliento sin comprender que quizás esta sería la última vez que verían a su amiga con vida.

Tomé un fuerte aliento, cubriendo mi rostro con la capa oscura que descansaba en mis hombros, desapareciendo aún más en las sombras.

Esta sería la última vez, me repetí una vez más.

Entonces seguí a la pareja que se alejaba en dirección contraria a donde se habían marchado el resto del grupo; mi mano aferrándose al primer cuchillo descansando en la funda contra mi pecho.

Recorrí las calles en silencio, atenta a lo que pasaba frente a mí. Varios metros por delante, pero nunca fuera de mi vista, la pareja reía y se abrazaban, los pasos de ella cada vez más tambaleantes, me sorprendía que no se hubiera estrellado contra el pavimento aún. Por otro lado, el brazo de él se aferraba a la estrecha cintura como si fuese una cadena, supuse que eso evitaba las caídas, y que escapara. Ninguno me notó mientras los seguía, tenía que ser un hechicero principiante, quizás esta fuese su segunda víctima.



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En el texto hay: romance paranormal, dioses, magia

Editado: 09.11.2023

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