Capítulo 1:
La llamada que dio paso al desastre.
Seúl, Corea del Sur.
Seo-hyun llegó a la sede forense tan rápido como sus manos temblorosas al volante le permitieron. Con las piernas débiles y el corazón errático, Seo-hyun se abrió paso en la estación de policía cercana a la interestatal E30, Seohaean Expressway con un solo objetivo en mente. La noche sobre Seoul era perpetua y el frío un manto que cobijaba la ciudad mientras anunciaba lo que podría ser la navidad más fría jamás registrada.
Al llegar, un oficial de aspecto cansado y voz ronca lo atendió en la recepción. El hombre lo observó atentamente, de arriba hacia abajo y con evidente curiosidad. Seo-hyun no necesitaba mirarse en un espejo para saber qué tan mal lucía. Era un manojo de nervios y pensamientos difusos que se mezclaban con sus desastrosos sentimientos y fuertes deseos. Él quería despertar y que todo fuera una pesadilla. Pero el rostro sombrío del guardia al confirmar su identidad y pedir que lo acompañara por los pasillos, le decía que estaba muy lejos de ello.
Seo-hyun se mantuvo lo más cerca posible del uniformado, con su abrigo mal acomodado y zapatos mal acordonados. La llamada había llegado entre una copa de vino y un delicioso platillo de salsas y sabores danzantes. Para él, otra noche solitaria que agregar al calendario. Una más que cumplía una terrible racha de dos años. La navidad estaba cerca y su novio Ha-hyun viajaba fuera de la ciudad por trabajo. Apenas un fin de semana antes de tenerlo de vuelta entre sus brazos y ver otra vez su hermosa sonrisa.
El hombre se había vuelto más y más importante con el paso del tiempo. Ya no quedaba nada del abogado novato que había conocido hace siete años atrás e intentaba ferozmente abrirse paso por su cuenta en un mundo tan competitivo como las leyes. Tal cosa trajo consigo más trabajo y viajes que apenas les dejaban tiempo juntos. Seo-hyun estaba planeando una cena importante estas festividades, él quería que disfrutaran como nunca antes. Cumplirían siete años. No todos los días cumples siete años de relación con tu chico.
Y entonces llegó esa llamada y lo volvió un manojo de nervios, lo puso todo tembloroso y débil. Tan loco y desastroso.
“Señor Han, ¿conoce usted a Seok Ha-hyun?”, habían preguntado al otro lado de la línea y su mundo se derrumbó por completo.
—El forense lo está esperando. Tómese su tiempo.
Seo-hyun no asintió, él apenas podía pensar. Con una profunda inhalación y manos temblorosas, Seo-hyun alzó la vista a través del cristal.
Seis mesas de metal rellenaban la habitación, dos de ellas ocupadas por dos cuerpos masculinos. Seo-hyun no pudo evitar maldecir y derramar un par de lágrimas. Él reconocía el cabello rubio perfectamente tinturado y los tatuajes de tinta negra sobre la piel tersa que tanto había besado.
Con pasos dudosos entró y paró a un lado del cuerpo, mirándolo como un extraño. Como si el hombre sobre esa mesa no fuera el mismo al que tantas veces le había hecho el amor. Por el que durante los últimos años había sufrido ante cada pelea protagonizada. El médico alzó la vista en cuanto lo vio, manteniendo una expresión profesional en todo momento.
—¿Es Seok Ha-hyun? —preguntó el forense en voz baja. Seo-hyun se quedó en blanco por varios segundos, entumecido y perdido en la laguna de su aparente nueva realidad. Su mirada no dejaba el cuerpo inerte. Él apenas pudo asentir—. Lamento su pérdida, señor.
¡Era real! ¡Oh por Dios, era real! Seo-hyun tragó en seco, con los sentimientos a flor de piel y el dolor devorando sus entrañas.
«Seok Ha-hyun,» gritó en su mente. El rostro ya no era vivo y de mejillas sonrojadas como él recordaba y tanto amaba. Ahora la palidez cubría cada centímetro de su anatomía gris. El cabello no brillaba y él no abría los ojos al tacto de su mano. Seo-hyun se encontró a sí mismo llorando, llamándolo con voz baja, rota y temblorosa, abrazando su cuerpo sin importarle qué pudieran pensar o decir.
Siete años. Siete malditos años acaban de desaparecer para siempre.
—Ha-hyun-ah —susurró, dejando un beso sobre la frente del hombre con quien hasta esa noche compartía su vida—. Cariño...
Pasando los dedos con suavidad y reverencia, Seo-hyun se permitió mirar a su amado con atención y sentimientos florecientes. Su corazón dolía amargamente, con el estómago revuelto y la respiración temblorosa que evidenciaba su estado actual.
La puerta fue abierta una segunda vez, dando paso a un joven de cabello castaño y mejillas pintadas en rubor. Seo-hyun apenas desvió la vista hacia el recién llegado, demasiado perdido en su amarga realidad. Su mente no iba más allá de Ha-hyun. ¿Cómo un hombre tan cuidadoso pudo terminar envuelto en un accidente? ¿Si Seo-hyun hubiera insistido más en que se quedara a pasar el domingo con él, seguiría con vida?
Seo-hyun miró una vez más a Ha-hyun, con los dedos al borde de la mesa de metal y los sollozos del joven castaño inundando la habitación. El forense retomó su trabajo, le hizo la misma pregunta al recién llegado, pero esta vez preguntó por “Kim Tae-joon”. Él se obligó a mirar. El hombre era dueño de un cabello oscuro que fue acariciado con suavidad y cuidado por su familiar. Seo-hyun no necesitó preguntar para saber la relación de ambos. Los labios apretados y dedos temblorosos pero cuidadosos le dijeron suficiente.
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Editado: 08.02.2025