Capítulo 3:
Luces neón y polvo de estrellas.
Itaewon, Seoul.
—Esto es una pésima idea.
Nam-seok lo miró como si quisiera matarlo, como si Seo-hyun hubiera dicho algo atroz y digno del más bárbaro castigo. El rubio echó un brazo sobre sus hombros y miró con atención.
—Lo repetiré una vez más, solo en caso que a estas alturas no lo hayas entendido —Nam-seok sonrió y apuntó al establecimiento frente al que habían permanecido de pie por quince minutos—. Vamos a entrar ahí y vas a tener una buena noche. Me niego a que sigas deprimido entre las cuatro paredes de tu apartamento.
Seo-hyun miró la fachada una vez más. Era simple, de ladrillos y carteles neón.
—Es un buen apartamento —dijo. Nam-seok rodó los ojos y le apretó los hombros como si su actitud le doliera.
—Lo sé, cariño —masculló. Seo-hyun ladeó el rostro. Ambos mirándose a los ojos—. Y mi objetivo sigue siendo el mismo.
Seo-hyun miró el lugar una vez más. La entrada tenía una puerta de doble hoja, con un guardia de seguridad y música grabada sonando desde el interior. Nam-seok se había aparecido en su casa esa noche y prácticamente arrastrado fuera. El dieciséis de diciembre había llegado y cada día más cerca la nochebuena y navidad. Una que sin remedio alguno, tendría que pasar solo. Al menos había arreglado el desastre de su departamento. Bueno, la mujer de la limpieza contratada por Nam-seok. Pero algo era algo.
Después de ese día había intentando dejar de llorar y maldecir. Las lágrimas a estas alturas estaban secas, pero su boca no ayudaba mucho con mantener un lenguaje civilizado, incluso si solo se gritaba a sí mismo en el espejo. Ni siquiera era tristeza. A estas alturas solo era ira, pura ira. Con Ha-hyun, con ese hijo de perra de Tae-joon y con él mismo. Por ser tonto, ciego y tonto.
Estaba cansado, había memorizado cada grieta y mancha de su hogar, ahogado por sus pensamientos y cuestionamientos cada hora del maldito día.
—No se ve mal —dijo de la nada sin mucho entusiasmo, pero un poco menos reacio a entrar. Nam-seok sonrió y acomodó la chaqueta de diseñador como si estuviera posando frente a una cámara. Jalando las solapas y moviendo la cabeza con toda la actitud.
—Es un buen lugar. Vengo a aquí seguido. Uno de nosotros tiene que mantener los estándares.
Seo-hyun no se ofendió, de hecho, una pequeña sonrisa tiró de sus labios. Siguiendo a Nam-seok dentro, hacia la calidez y el gentío. Seo-hyun descubrió que “Night Dreams” era todo, menos lo que había pensado. El ambiente se mantenía nocturno y bullicioso en cuanto a decoración, haciendo honor a las festividades cercanas con arbolitos, gorritos y mucho rojo y verde en los rincones. Pero más allá de eso, casi parecía íntimo. Una tarima adornaba el centro, dejando espacio para una pista redonda y pequeña, y un grupo de mesas abarrotadas.
Seo-hyun tomó asiento y miró alrededor. El bar era gay friendly, por lo que ver algunas personas pertenecientes a la comunidad era normal en este tipo de establecimientos.
—Ten. Bebe un poco y quita esa cara de amargado. La gente pensará que te secuestré.
—Prácticamente lo hiciste —aseguró. Nam-seok rodó los ojos como un niño enojado. Seo-hyun tomó la cerveza y se dió un largo trago. Una mueca de labios fruncidos dejó en claro su poco apego por la bebida. Por Dios, que alguien le devuelva su preciado whisky. Un suspiro dejó sus labios.
—Solo me preocupo por ti. Ese hijo de perra...
—Nam-seok —amonestó con voz dura. Él sabía que Ha-hyun era muchas cosas y no todas bonitas, pero el hombre estaba más allá del plano terrenal. Por favor, que él estaba intentando mantener el control.
Nam-seok apretó el cuello de la botella con dedos tiesos, su mandíbula tensa y ojos brillantes dejaron en claro su descontento ante la reprimenda. Sin embargo, Kim respiró hondo. Él incluso aclaró su garganta.
—Como decía —comenzó otra vez. Esta vez Nam-seok incluso sonrió al agregar:—. Ese ser de tan distinguida procedencia, no merece tus lágrimas. Solo olvídalo y sigue adelante.
Seo-hyun sonrió tras su botella, la colocó sobre la mesa y miró alrededor con pasividad. El lugar era bonito, de luces brillantes y corazones cálidos. Él había visitado muchos lugares así en el pasado. Uno tan lejano y distinto a su realidad.
—¿Por qué odiabas tanto Ha-hyun? —preguntó de la nada, alzando la mirada a su amigo. El rostro de Nam-seok borró cualquier rastro de diversión, sus ojos se concentraron en la nada.
—No te merecía —respondió en voz baja—. No lo hacía.
Seo-hyun frunció el ceño. Él se echó hacia atrás en la silla y miró largo y tendido a Nam-seok desde su lugar. Este no le devolvía la mirada, casi parecía esquivar su atención, y él nunca hacía eso. No a menos que tuviera algo que ocultar. Seo-hyun lo golpeó bajo la mesa, justo en la pierna haciendo a Kim maldecir.
—¿Qué no me has dicho?
Nam-seok se masajeó la zona con ahínco. Mierda, eso le había dolido.
—No sé de qué hablas.
Seo-hyun volvió a golpearlo y Kim podría haberle devuelto el daño, pero al alzar la vista, la seriedad en el rostro de Han fue suficiente para detenerlo. Era la primera vez que veía tanta decisión en sus ojos. Al menos desde la desgracia a finales de octubre. Casi parecía su antiguo yo.
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Editado: 08.02.2025