Capítulo 4:
Intentando olvidar, encontré una sonrisa.
Itaewon, Seoul.
El reloj marcaba las once y media cuando Seo-hyun despidió al último de los empleados y cerró el restaurante.
Era pequeño y con un menú variado que iba desde sencillos entrantes hasta suculentos platillos y deliciosos postres. El lugar abría sus puertas temprano, con una carta dispuesta para el desayuno y meriendas ligeras desde las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde, pasando a la cena a partir de las cinco. Si lo comparaban con otros grandes de la cadena “Golden Flavor” era pequeño, pero Seo-hyun se sentía feliz con los comensales que podía recibir.
Con la mente despejada y las llaves en la mano, Seo-hyun recogió un nuevo postre que había estado probando con una base crujiente de galletas hechas a mano y un toque de glaseado de frutas tropicales. Era dulce al paladar con un toque ácido al fondo que llamaba su atención y pensaba disfrutar en casa.
El móvil en su bolsillo vibró y al ver el remitente descubrió que no era otro más que su padre. Han Hye-song. Los dedos de Seo-hyun se apretaron alrededor del aparato, y con un suspiro cansado decidió guardarlo. No. Ahora no.
Seo-hyun no tenía ánimos para lidiar con los reproches de su padre y sus posibles soluciones a cosas que en su vida podría cambiar. Había vuelto al trabajo con todo, enfocado en sacar todo sus malos y buenos sentimientos a través de la comida. En tres días sería navidad, hasta entonces su vida se resumía en el trabajo y las cuatro paredes de su departamento.
La continua presencia llena de reproches llamada Kim Nam-seok también ocupa cierto lugar, pero el rubio tenía una vida y cama que mantener caliente con sus múltiples conquistas. Él estaría bien. Seo-hyun, bueno. Él sobreviviría.
Finalmente apagando las luces y cerrando, Seo-hyun dió por terminada la jornada laboral. Con su postre empaquetado y abrigo, el castaño se abrió paso entre las calles de Hannam-dong. Su lugar estaba apenas a quince minutos del restaurante, cosa que agradece. La nevada había disminuido un poco, comparada con días anteriores, pero eso no lo hacía mejor.
Las calles estaban decoradas al por mayor. Árboles, luces, gorros y carteles. La navidad se había apoderado de Corea del Sur, y Seúl, una ciudad que brillaba por sí misma en cualquier época del año, le hacía justicia a la festividad.
Seo-hyun mantuvo el paso, alzando la vista hacia la lluvia colorida que siempre captaba su atención con su maravilloso espectáculo de luces. Se mantenía tan vistosa como siempre. Estas estaban reflejadas en la pared desde una tienda de regalos, creando formas que calentaban su corazón y llenaban de emoción infantil.
Decidido a dedicarle cinco segundos a la majestuosa vista, Seo-hyun se detuvo con una sonrisa bailando en los labios. Desviando la mirada a un lado, se dió cuenta de que no era el único encandilado. Su ceño se frunció y se obligó a sí mismo a mirar una vez más. Cerca, a apenas un par de pasos, en un banco estaba sentada una figura familiar.
Como si el hombre sintiera su presencia, Seo-hyun se encontró con esos ojos avellanas y cabello oscuro entre la multitud. «Ji-hyun,» recordó. «Lee Ji-hyun».
Ji-hyun lo reconoció, sonriendo y alzando una mano en su dirección como saludo. Seo-hyun pensó en asentir y correr lejos. La incomodidad que le provocaba el chico era genuina y lo peor es que ni siquiera era su culpa. En otras circunstancias Ji-hyun sería totalmente su tipo, además de ser amable y al parecer agradable, era realmente atractivo. Pero de nuevo, ambos se habían conocido de la peor forma.
Seo-hyun se dijo a sí mismo que era hora de irse, pero Ji-hyun mantuvo su mueca feliz mientras lo llamaba. Antes de darse cuenta, Seo-hyun ya estaba sentado junto a él.
No dijeron nada, no de inmediato. Ambos miraron el espectáculo de luces y se enamoraron de la belleza del mismo.
—¿Cómo estás? —preguntó Ji-hyun de la nada. Seo-hyun lo observó atentamente, el chico ni siquiera lo miraba.
—Estoy bien, gracias —apretó los labios y agregó:—. ¿Y tú?
Ji-hyun sonrió, desviando la mirada de las luces a Seo-hyun con ojos brillantes.
—Bien. Gracias por preguntar —alzó una ceja con burla—. Te dije que nos volveríamos a encontrar.
Seo-hyun pestañeó lentamente.
—Dijiste que nos veríamos por ahí. Las probabilidades eran escasas —aclaró. No había molestia en su voz, casi parecía divertido—. ¿Vives por aquí?
—Algo así —Ji-hyun dejó ir un suspiro—. Presiento que estas navidades serán un desastre total.
—¿Por qué?
—Tengo que terminar un proyecto de la universidad y ni siquiera he comenzado. Mi profesor va a matarme.
—¿Qué edad tienes?
Veinticuatro. ¿Y tú?
—Veintinueve —susurró, recibiendo otra sonrisa—. ¿De qué es el proyecto?
—Una canción. Se supone que tengo que escribir algo representativo que demuestre mis sentimientos. Escribiría una de amor, pero como ya sabes, eso no es posible.
Seo-hyun alzó las cejas, un poco divertido por el humor de Ji-hyun.
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Editado: 08.02.2025