Aquel Invierno

«Capítulo 5»

Capítulo 5:

Cuerdas de guitarra bajo la luna.

24 de diciembre, Seoul.

—¿Podrías recordarme qué hago aquí?

Seo-hyun se lamió los labios y movió sobre sus pies, apretando su emplatado de cortesía en la mano izquierda.

El veinticuatro de diciembre finalmente había tocado las puertas de Corea del Sur, con sus villancicos, colores y reuniones. Después de esa noche de palabras, sonrisas y tragos con Lee Ji-hyun, apenas unos días atrás, Seo-hyun se había encontrado a sí mismo recibiendo y por tanto, enviando mensajes al azabache. Un intercambio continuo a cualquier hora, que aunque Seo-hyun no quisiera admitirlo, le alegraba un poco más el día.

Ji-hyun era una bola de energía luminosa y Seo-hyun se sintió un poco malvado al pensar en cancelar la cena en contadas ocasiones. Fueron tres largos días en los que su mente no paró de formular excusas lo suficiente creíbles para no asistir a la cena. Y no porque no quisiera, más bien tenía un poco de miedo. Tanto por la forma en que él y Ji-hyun se habían conocido, como por la confirmada presencia de los amigos del chico.

Seo-hyun apretó los labios, respiró hondo y alzó la mirada a Nam-seok. El rubio estaba al lado opuesto de su dulce casero, esperando lentamente su respuesta con una calma que rivalizaba con la nieve ligera y fría que caía sobre la ciudad. Nam-seok llevaba pantalones de vestir, botas de diseñador y camisa de botones, con un largo y oscuro abrigo que rivalizaba con su altura.

—Vas a entrar conmigo ahí —dijo. Nam-seok frunció el ceño.

—¿Por qué lo haría?

—Porque eres mi amigo —La mueca en los labios de Kim le dejó en claro que este no se estaba tragando el cuento. Con la nariz roja se acercó al rubio y lo apretó en un medio abrazo que unió sus costados—. La misión de tu vida es evitarme los momentos incómodos. Ha llegado tu momento de brillar. Disfrútalo.

—Te odio tanto —masculló rodando los ojos. Seo-hyun sonrió a sabiendas de que había ganado y que la molestia del hombre era terriblemente mal fingida—. De todas formas, ¿cómo terminaste asistiendo a la fiesta de navidad del ex-amante de patitas frías?

Fue el turno de Seo-hyun para fruncir el ceño.

—¿Patitas frías? ¿Es enserio, Kim? —La diversión bailaba en lo profundo de su garganta. Nam-seok infló el pecho y cuadró los hombros como un pavo real muy orgulloso.

—Lo sé, soy brillante. No tienes que felicitarme por tan majestuoso apodo.

—Eres increíble —Han rio, negando con una sonrisa. Encogiéndose de hombros, dejó ir un suspiro—. No estoy seguro de esto.

—Perfecto, vámonos.

—Espera.

Nam-seok se detuvo con una mueca en los labios, el cuello de la botella de vino apretada en los dedos y la mirada en Seo-hyun. El castaño miraba la pequeña casa de fachada blanca y techos altos con un cuidado y pequeño jardín de paso adoquinado. Era bonito y hogareño, con todas esas luces navideñas.

—Me invitó personalmente —dijo Seo-hyun de la nada, casi con un toque melancólico—. Parece un buen chico. No puedo cancelar.

Nam-seok miró a Seo-hyun con una mueca. Suspirando y rodando los ojos, Kim recorrió todo el camino a la entrada, y llenando su pecho de aire comenzó su actuación de la noche.

—¡Señor Lee, por favor abra la puerta! —Seo-hyun abrió los ojos y miró a todos lados lleno de sorpresa, una que se convirtió en una acalorada vergüenza al ver a su amigo aporreando la puerta como un gamberro cobrando deudas— ¡Señor Lee, puede que mi amigo sea medio tonto, pero no pago en los mejores salones de Seúl para que el frío arruine mi hermoso rostro!

El cerrojo sonó y un joven de cabello oscuro y ojos avellana con las cejas alzadas y una sonrisa en los labios abrió la puerta.

—Hola —saludó Ji-hyun, recostado en la puerta con los brazos cruzados y la diversión bailando en sus bonitos ojos.

Nam-seok lo miró de arriba hacia abajo, aclarando su garganta. El suéter se pegaba a su esbelta figura y los pantalones definían perfectamente el trabajo de la danza durante años.

—Kim Nam-seok —saludó, Ji-hyun tomó la mano extendida. Nam-seok lo jaló más cerca y guiñó un ojo—. Inteligente, atractivo y soltero. Abierto a miles de posibilidades, precioso.

Ji-hyun rio totalmente divertido, retirando su mano e indicando al señor sonrisa que entrara.

—Claro que sí. Pase, señor "posibilidades".

Las mejillas de Kim se colorearon al no obtener la reacción esperada ante su suculenta actitud. Sin embargo, hizo caso y corrió a refugiarse en el calor de la vivienda como si su vida dependiera de ello. Por otro lado, Seo-hyun observó en silencio desde la entrada, caminando lentamente una vez Kim desapareció a través de la puerta.

—Pero mira nada más, si es el partidazo —Seo-hyun sintió el rostro caliente ante el apodo. Con las manos en su espalda baja y la mirada llena de vergüenza llegó hasta la puerta—. Debe gustarte mucho el frío. Pensé que se congelarían ahí fuera.

—Nos viste —Seo-hyun vió la mirada de Ji-hyun arder en brillo y diversión.




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