Capítulo 6:
Un mal día y dulces palabras.
Hannam-dong, Itaewon.
—Hijo.
—Padre.
Seo-hyun se apartó de la puerta y permitió la entrada de la inesperada visita dentro de su hogar. Apenas había desayunado, listo para fregar los platos y cumplir con algunos pendientes cuando el timbre de la puerta destrozó todos sus planes. Dos hombres y una mujer tomaron asiento en la mesa del comedor. Personas a las que Seo-hyun suele llamar madre, padre y hermano mayor.
El ambiente era incómodo a más no poder. Él podía reconocer que no tenían la relación más cercana. De hecho, prefería no tenerla en absoluto y limitar sus interacciones a fríos y carentes mensajes hipócritas en días establecidos. Su vida era más fácil con su familia lejos. Pero entonces, ¿lo había superado? Él realmente había dejado todo deseo de reconciliación en su pasado. Seo-hyun observó el rostro de su madre mientras tomaba asiento frente al trio. No, la verdad era que aún dolía.
—¿Qué los trae por aquí?
—¿Acaso no podemos visitar a nuestro hijo? —La voz de su madre era dulce, cálida y perfecta. Tan maternal que Seo-hyun casi podría ser engañado. Han Min-ha era hermosa y los años no habían hecho más que afianzar sus hermosos rasgos y sentido de la moda. Seo-hyun debía reconocer que su madre lucía como la perfecta dama coreana de la alta sociedad—. ¿Cómo has estado? Luces un poco más delgado desde la última vez que te vi.
«Hace tres años,»pensó Seo-hyun, cuando se cansó de intentar afianzar relaciones entre su familia y su pareja. Seo-hyun había creído que al verlo feliz y establecido lo aceptarían. Pero tonto de él, ¿Cómo se le ocurría tal cosa si ni siquiera él podía pasar más de cinco minutos en su presencia? ¿Lo peor de todo? Es que en lo profundo de su pecho, aún dolía.
—Han sido días difíciles. Poco a poco todo mejora —respondió sin mucho entusiasmo, con la espalda recta y las emociones controladas. Su madre asintió con una sonrisa más que ensayada. Seo-hyun desvió la mirada hacia su padre y hermano.
Han Hye-song y Han Lee-hyung, padre e hijo. Dos gotas de agua que compartían un parecido más allá del físico. La misma mirada fría y desafiante que por más que intentó, Seo-hyun nunca pudo replicar.
—¿Por qué no contestas mis llamadas? —preguntó su padre. Seo-hyun respiró hondo y mantuvo su expresión neutral. La voz de su padre seguía siendo profunda y demandante. No había preocupación, solo autoridad.
—He estado ocupado —respondió. Hye-song chistó lleno de incredulidad.
—¿Para hablar con tu padre? —golpeó la mesa con la palma abierta. Su horrible personalidad poco a poco va saliendo a flote—. ¿Qué clase de estupidez es esa?
—Pide disculpas —ordenó Lee-hyung con el ceño fruncido y una mueca orgullosa. El hijo perfecto haciendo honor a su posición—. Hemos estado muy preocupados por ti.
Seo-hyun cerró los ojos y miró a sus manos, puños cerrados sobre sus muslos. Se dijo a sí mismo que no debía perder la calma. Que aguantar era la respuesta correcta y entonces ellos se irían.
—¿Cómo están mis sobrinos? —preguntó a Lee-hyung. El hombre lo miró como si no creyera el descarado cambio de tema. Lee-hyung asintió y negó.
—Lo sabrías si te tomaras un segundo para ir a verlos.
Seo-hyun sonrió, él lo hizo y miró a su hermano con una diversión dolorosa. ¿Él realmente creía que no quería ver a sus sobrinos? Seo-hyun amaba a los niños. Soñaba con una familia propia, y sabía que existían los medios para ello. Él solo debía encontrar al hombre correcto. Antes creía que Ha-hyun era la respuesta a sus plegarias, pero resultó siendo otro fiasco.
—Me encantaría visitarlos, jyeong —aceptó—. De hecho, lo haría si tu esposa no pareciera enferma cada vez que me ve.
La mirada de Lee-hyung fue de pura sorpresa.
—Seo-hyun...
—En fin —interrumpió el patriarca de la familia, visiblemente incómodo con el intercambio y el significado detrás del mismo. Hye-song se aclaró la garganta y miró directamente a los ojos—. ¿Has pensado en lo que te dije?
Seo-hyun se recostó en la silla con cansancio. Sabía que no podía ser una simple visita. Un suspiro dejó sus labios.
—No voy a casarme con ninguna mujer, abeoji. Soy gay.
—Eso es una estupidez —otro golpe en la mesa, esta vez acompañado del asco e incredulidad de tales afirmaciones—. Con una buena mujer dejarás eso atrás.
—Bueno, esa estupidez lleva conmigo más de una década. Creo que a estas alturas deberías dejar de intentar convertirme en hetero.
—Nunca. Ningún hijo mío será un sucio maric*n —su voz áspera—. Debes ser como tu hermano. Casarte, tener hijos con la mujer adecuada.
—¡Abeoji!
—¿Qué? Si piensas que algún día cambiaré de opinión estás totalmente loco. ¿No te bastó lo de ese chico? ¿No fue prueba suficiente? ¿Piensas ser un tonto toda tu vida?
—Yeo-bo
Seo-hyun observó a su madre, la pena y la precaria disculpa en su mirada. Una que rivalizaba con el veneno en la voz de su padre. Una idea llenó la cabeza de Seo-hyun. Sus ojos ardieron, pero se negó a derramar una sola lágrima.
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Editado: 08.02.2025