Aquel Invierno

«Epílogo»

Epílogo:

Despertar a tu lado.

Seoul, Corea del Sur.

—Cariño, no puedes hacer eso —jadeó Ji-hyun mientras intentaba mantener la posición de turno perteneciente a su rutina diaria de yoga. En su cuello y como un animalillo enojado, Seo-hyun agregó algo inentendible a la conversación. Ji-hyun sonrió golpeando las manos en su cintura—. Hyun, no me queda mucho. Déjame terminar este último ejercicio.

—No quiero —susurró Seo-hyun con los labios estirados en una mueca infantil. Tenía sueño y despertar sin su chico no era un buen comienzo de semana. Menos si finalmente podría tomarse unas vacaciones. Unas que por gracia divina pasaría en la total compañía de su novio—. Ven aquí.

Ji-hyun chilló y rio entre sus brazos. Seo-hyun lo apretó de la cintura y tiró finalmente al suelo, quedando ambos acostados en la alfombra de un furioso tono naranja de la que Ji-hyun se había adueñado hace un mes.

—No deberías hacer esto, señor Han —amonestó con ojos brillantes. Ambos de frente mirándose a los ojos. Ji-hyun suspiró y Seo-hyun no perdió rastro de ello, totalmente perdido.

El hombre de cabellos oscuros, ahora portaba un brillante y hermoso cabello rubio, la sonrisa y mirada que poco a poco habían logrado cautivarlo, seguían ahí. Tan brillantes como siempre. Y ahora eran novios. Dos meses. Habían cumplido dos meses como pareja, después de pedirle formalmente salir a finales de febrero.

—Hermoso —susurró con suavidad, con los dedos enredados entre las hebras rubias y los cuerpos un poco más cerca—. Tan hermoso, mi Ji-hyun-ah.

Ji-hyun gritó bajo el ataque de dedos largos en sus costillas destinados a hacerlo reír. Seo-hyun sonrió, sus labios estirados con la paz y el cariño barriendo todo su cuerpo. Ji-hyun jadeó por aire y lo miró con dulzura.

—Dime más —pidió—. Soy todo oídos, señor Han.

La sonrisa de ambos se amplió, una cargada de cariño y calidez. Seo-hyun amaba está sensación. La fortuna de poder abrazar a Ji-hyun, de verlo en su más mínima existencia y escucharlo reír por la más mínima simpleza.

—Eres hermoso, inteligente... —susurró mientras apretaba los brazos alrededor de la cintura de Ji-hyun. Besando la mejilla del rubio, agregó—. Y eres todo mío.

—Creo que no era así —dijo Ji-hyun frunciendo el ceño, sus labios estirados ligeramente. Seo-hyun luchó y mantuvo un rostro sereno, dejando un beso potente y rápido en los labios contrario.

—Claro que sí —aseguró, escondiendo el rostro en el cuello de Ji-hyun. Una mano escalando suavemente bajo la prenda superior del rubio, tocando la piel suave de su abdomen y pecho.

—Alto, señor Han —la risa en la voz de Ji-hyun calentó el alma de Seo-hyun. Ji-hyun utilizó un poco de fuerza, alejándose hasta dejar a Seo-hyun boca arriba, sentándose sobre sus caderas—. Estás hablando con un hombre seguro, libre e independiente.

El rostro de Ji-hyun era una máscara de seguridad y diversión, con una ceja alzada y mirada descarada. Seo-hyun sonrió, subiendo su mano derecha por el brazo izquierdo de Ji-hyun, llegando a su rostro. Seo-hyun respiró profundo, la felicidad en sí no cabía y se atrevió a preguntar a su consciencia ¿cómo logró sobrevivir sin esto? Sin la sinceridad, la dulzura y el amor de este hombre.

Seo-hyun estaba tan agradecido, él casi podría ir frente a la tumba de Ha-Hyun y dar gracias, decirle que si bien su muerte no fuera algo que deseara, tal fatalidad le había dado una nueva oportunidad.

Ji-hyun cerró los ojos, casi como si apreciara sentir su tacto en el alma. Seo-hyun necesitó un segundo para calmar sus sentimientos florecientes, el nudo en su garganta y lo trajo en abrazo. Ahí, en la sala de un apartamento en medio de Seúl. Dos seres. Dos hombres que después de tanto finalmente estaban conociendo la paz. Ji-hyun suspiró entre sus brazos, tan pegados que nada podría interferir entre ambos.

—Eres todo eso y más —susurró al oído de Ji-hyun, recibiendo el estremecimiento de su cuerpo como respuesta— Y mío.

—Estás loco —jadeó Ji-hyun con la risa bailando en su garganta. Seo-hyun ladeó el rostro, obligándolo a verlo a los ojos.

—Y tú estás conmigo —sonrió.

Ji-hyun le devolvió el gesto con un beso, un toque de labios profundo y cargado de mil sentimientos. La unión que implicaba un cariño creciente y latente, una llama que era alimentada cada día. Seo-hyun amaba esto, vivir junto a alguien como Ji-hyun y recibir tanto a cambio. Ser parte de su día a día. Asistir a cada evento importante, como su primera actuación siendo ya un bailarín profesional fue toda una experiencia, despertar con él, besarlo y amarlo, algo que esperaba hacer por mucho tiempo.

A veces tenía momentos de dudas, había tenido la rapidez con la que se sumergía en Ji-hyun y todo lo que era, pero entonces descubrió que no era necesario, que cada beso, caricia, mirada y abrazo, palabra y "te quiero" era sincero y proveniente de un corazón que amaba y finalmente se sentía amado.

Seo-hyun tomó a Ji-hyun del cuello, sus dedos apretando la nuca de su chico, asentando el intercambio. El peso, aroma y dulzura de Ji-hyun llenando sus sentidos en cada momento, volviéndolo totalmente vulnerable.

Un jadeo, una rozadura y una sonrisa entre cada choque de labios era un plus que adoraba. Ji-hyun lo beso una última vez, Seo-hyun lo dejó ir, aunque no muy contento y Ji-hyun se dio cuenta al instante.




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