Aquel Invierno

«Extra»

Extra:

Encontrar la paz en la perdida.

Seoul, Corea del Sur.

—Ji-hyun-ah. Mi querido niño, pero mira qué hermoso estás.

Ji-hyun rodó los ojos con una mueca divertida que no pudo mantener mucho tiempo antes de dejar una sonrisa divertida. La cara delgada y hermosa de su madre estaba en toda la pantalla. Lee Shin-ha de soltera Lee, mantenía una piel brillante y tersa con ojos brillantes. Ji-hyun debía reconocer el parecido, Casi una versión masculina, si no fuera por los ojos avellana que su padre le había heredado con tanto amor y orgullo.

—Sí, ya me imagino —dijo mientras se acomodaba en la silla y cruzaba los brazos—. Debo parecer todo un modelo.

Shin-ha rodó los ojos.

—Ser sarcástico es una adicción muy mala, cariño —agregó con mirada acusadora, alzando la mano al aire como si no quisiera decir tal cosa. Ji-hyun sonrió con descaro.

—También lo es mentir, madre —mordió con suavidad. Shin-ha se aclaró la garganta como si no supiera nada al respecto.

—No sé de qué hablas.

Ji-hyun observó a su madre. Ella suspiró, dejándose caer al espaldar. Ji-hyun no perdió el cariño expedido en los ojos oscuros de su madre, tampoco la forma en que observaba su rostro. Ji-hyun reconocía que su estado actual estaba muy lejos de ser el ideal. Había llorado durante horas, gritado y maldecido, tanto que después de un tiempo, el silencio hablaba tan alto que era sofocante. Su corazón bailaba entre el cansancio y el enojo, ambos dirigidos a nadie más que a sí mismo.

—Hice un niño muy bonito. ¿Verdad cariño? —resonó la voz de su madre, Ji-hyun encontró a Shin-ha con la vista más allá de la pantalla, con una sonrisa enorme que tenía nombre y apellido.

—Tu madre tiene razón, Ji-hyun-ah —los ojos avellanas de su padre le devolvieron la mirada a través de la pantalla—. ¿Cómo estás?

—Estoy bien —susurró—. ¿Qué tal ustedes? ¿Disfrutan del verano?

—Es bueno poder tomar el sol —dijo Lee Yoo-hyun con soltura—. ¿Ya está nevando allá?

Ji-hyun asintió, agradecido por la llamada que había creído era oportuno ignorar y al final eligió contestar.

—Sí, dicen que será la navidad más fría jamás registrada.

El rostro de su madre se desfiguró en una mueca llena de terror.

—Eso suena horrible —dijo con verdadero dolor y drama. Ji-hyun rio por lo bajo.

—Sí, bueno. No todos podemos irnos de vacaciones al caribe.

—Lo sé, debe ser muy triste ser pobre —exhaló Shin-ha como si realmente lo sintiera, así era su madre. Ji-hyun tenía a quién agradecerle su lado dramático. Shin-ha observó a Yoo-hyun con amor—. Cariño, ve a buscar el regalo que le compramos a Hyun, por favor.

Su padre no lo pensó dos veces, tan emocionado como un cachorro. Su padre adoraba a su madre. La llamaba "Su pequeño gran regalo" y "La mejor decisión de su vida". Ji-hyun ha deseado tanto algo tan puro y hermoso como el amor y compromiso de sus progenitores que cada fracaso no podía sentirse como un puñal en su delicado corazón.

—Espero que esa cara hinchada no sea de llorar por Kim Tae-joon —dijo Shin-ha de la nada, su rostro ya no era amoroso, la furia parecía haberse adueñado de cada pequeña partícula de su ser. Ji-hyun abrió los ojos llenos de sorpresa.

—¡Umma! —dijo lleno de indignación. Shin-ha apretó los labios.

—Ese hombre está donde se merece —gruñó con fuerza—. No era bueno para ti.

Ji-hyun se quedó en silencio, con la mirada en su progenitora y la mente corriendo a mil por hora. Sus cejas llegaron al nacimiento de su cabello, la indignación recorriendo su esbelta figura en cuestión de segundos.

—Espera un segundo. ¿Cómo sabes que Tae-joon...? —Las palabras salieron de su boca cual ráfaga temblorosa. Shin-ha miró a un lado, como si cualquier cosa en el aire fuera repentinamente muy interesante. Ji-hyun golpeó la mesa lleno de indignación— ¡Omma! Te dije que dejarás de espiarme.

—¡Eres mi hijo! —gritó ella de vuelta, con un golpe mayor desde el otro lado de la pantalla que resonó con fuerza. Ji-hyun se lamió los labios sintiéndose regañado. Su madre era tan calmada y pacífica que cuando alzaba la voz lograba estremecer todo su sistema, incluso ahora.

—Soy un adulto —susurró con los labios estirados. Debía parecer un niño haciendo berrinche pero no le importaba.

Sinha suspiró, toda la furia desapareciendo en cuestión de segundos.

—Eso no importa. Los hijos son para siempre —dijo ella con voz dulce—. Podrás tener canas y yo perder los dientes, pero eso no significa que dejaré de cuidarte.

Ji-hyun se quedó en silencio, con las manos hechas puños y la mirada en el amoroso gesto. Así era su madre, dulce y fiera al proteger a su retoño. Ji-hyun era hijo único, la luz que llegó a la vida de sus padres después de tanto empeño y sufrimiento por no poder agregar una nueva vida a su pequeña familia.

—Gracias —dijo, recibiendo una sonrisa en respuesta.

—De nada. Mamá te ama mucho, nunca lo olvides —Ji-hyun asintió—. Ahora dime, ¿cómo estás?




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