Arcanos

Prologo

"No es lo que te ocurre, sino cómo reaccionas lo que importa" - Epíteto

 

Prologo

El sonido sordo del muñeco estrellándose contra el suelo hizo un eco horroroso que rebotó por la habitación, siendo solo el punto final de la bofetada sonora posterior. Una mano huesuda estaba tatuada enrojecida sobre la blanca e infantil piel del pequeño que no se atrevió siquiera a sollozar ante la barbaridad de su madre.

- ¿¡Cuantas veces te he dicho que no mientas!? – gritó ella, histérica

- Pero yo lo vi – musitó, apenas audible

Ella frunció los labios, fastidiada, apretó la copa que llevaba en la mano libre hasta que la piel se le puso blanca, el licor se había calentado debido a que no fue consumido enseguida. Sin importarle la temperatura de la bebida, ella se la empino terminándosela en ese mismo instante, su corto y perfectamente peinado cabello rubio se agitó por el movimiento.

El niño seguía susurrando sobre no ser un mentiroso, ella simplemente respiró hondo tratando de recuperar la compostura, necesitaba regresar a la fiesta y disculparse con los asistentes. Jamás pensó que su hijo podría haber empezado a hablar sobre los familiares muertos de sus invitados ¡Qué vergüenza! Sería la comidilla del club deportivo.

- No salgas de tu cuarto

No le dio tiempo al niño de decir o hacer nada, simplemente dio media vuelta y repiqueteando sus tacones salió de la estancia cerrando la puerta tras ella. El "click" tenue taladró en su cerebro como si de una bala se tratase.

Se aproximó a la puerta desesperado, olvidándose completamente del ardor de su rostro, tomó el pomo con ambas manos zarandeándolo pero era inútil, estaba encerrado en su habitación. Empezó a llorar desconsolado con la frente pegada a la puerta, jadeando, esperando que todo eso no fuera más que un mal sueño.

Las luces estaban encendidas, podía escuchar la fiesta que estaba llevándose acabo en el piso inferior, cualquier niño de su edad se sentiría muy feliz de haber sido excluido de ese evento social tan tonto y sinsentido pero él no, él no quería estar solo ahí, no con ellos.

Cada bello de la espalda se le erizó, sabía que no estaba solo pero, su mamá no quería creerle, su papá lo ignoraba por completo y las personas de la fiesta creyeron que era un bromista de mal gusto.

Se giró lentamente solo para encontrarse con muchas personas, personas ancianas, uno que otro más joven, todos con las cuencas de los ojos vacías y negras, profundas y tenebrosas. Todos susurraban, susurraban al mismo tiempo diferentes cosas que él no quería escuchar.

- Dile que la extraño – rezaba una anciana vestida en una bata anticuada

Dile que está escondido en el sótano – dijo un señor en la parte de atrás

Las voces resonaban con un eco etéreo, como si hablaran bajo el agua y el sonido llegase golpeado a los oídos de él. Él los miraba horrorizados, ninguno de ellos se iría hasta que las personas a quienes estaban ligadas se fueran, así era siempre.

Miró a una de las chicas más jóvenes que se encontraban, era la nieta de una de las señoras en la planta baja, usaba un vestido blanco vaporoso, no superaba los doce años, su piel blanca e inmaculada era perfecta, sin contar las cuencas vacías, era una belleza. Estaba descalza, su familia la habría enterrado así. Él la miró con el rabillo del ojo, mirando como hilos de sangre chorreaban sus piernas.

- Lo hizo mi hermano – era lo que ella decía – me escondió en el huerto de la abuela

Pegó su espalda a la puerta y lentamente se deslizó hasta el suelo, llevó sus manos a sus oídos tratando de ignorarlos a todos, siempre era así.



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En el texto hay: circo, magia, fantasias

Editado: 22.05.2019

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