Capitulo 3.
Si abordas cada situación como asunto de vida o muerte, morirás muchas veces
- ¡Shh! Nos van a escuchar – musitó para su hermana quien se empeñaba en dar unos pasos inusualmente ruidosos
- No es mi culpa – respondió ella murmurando también – se supone que no tenemos permiso de salir a esta hora
- ¿Cuándo nos han detenido las reglas de Khalos?
Una sonrisa cómplice se dibujó en sus labios, salieron de su estancia muy calladitos y se dirigieron a la salida de la caravana. El último remolque era el de Khalos, las luces estaban apagadas así que pasaron de largo sin darse cuenta de que el dueño del circo los miraba irse desde la penumbra de la caravana.
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La decisión de tener un paseo nocturno no estaba siendo precisamente la mejor idea que se le había ocurrido, Adrien se había refugiado en una especie de tienda de auto servicio pequeña en donde solo estaba un sujeto en la caja registradora, detrás de este estaba su madre muerta reprochándole no haber terminado la preparatoria.
Respiró hondo, dejó que la música de elevador que ambientaba la tienda prácticamente vacía llenara sus pensamientos. Terminó metido allí después de la avalancha de visiones que había tenido en la calle, llegó casi corriendo, el dependiente apenas lo miró, seguramente pensaría que estaba ebrio.
Se refugió en la estantería de las revistas, ojeaba una de estas sin prestarle atención realmente a lo que estaba escrito, a jugar por los colores y las fotografías, debía ser una revista para chicas adolescentes. Solamente necesitaba calmarse los nervios, tenía un par de billetes en el bolcillo que seguramente gastaría en una bebida gaseosa y un dulce, pero primero resolvió tomarse unos momentos para recomponerse antes de tener que volver a salir.
Tenía muchas ganas de llamar a Malcom, pero este último no tenía teléfono celular, se había negado a recibir uno como regalo de cumpleaños de su parte. Cerró los ojos muy fuerte para volverlos a abrir enseguida, el sonido de la campanilla de la entrada hizo que casi quisiera meterse en el artículo sobre los diez chicos más ardientes del verano.
- ¿Cuánto tienes?
- Hummm veinte monedas y dos billetes
Adrien tenía mucho miedo de sacar la mirada de la revista y ver a los espectros que venían con los chicos que acababan de entrar, pero sabía que llamaría más la atención con la nariz metida en una revista para chicas. Trató de parecer un ser humano común y simplemente volvió a aparentar leer.
Pero esta vez había algo distinto. Los chicos que habían entrado a la tienda estaban haciendo mucho escándalo, además parecían no tener fantasmas pegados, el dependiente de la tienda los miraba rebotar de un lado al otro seguramente también acostumbrado a esa clase de bichos raros.
Adrien se dio el lujo de ver quienes eran, alzó la vista para mirar sobre sobre el estante de las revistas más adelante. Dos personas, una chica y un chico, de piel blanca lunada y cabelleras rubias, vestían pantalones de mezclilla y camisetas blancas a juego, traían chaquetas de béisbol iguales también. No había duda, mellizos.
- Creo que comeré… – dijo la hermana, alargando las “e” de la oración – ¡Esto! – dijo al tiempo que tomaba un pastelillo relleno de crema envuelto en celofán – ¡No te atrevas a comer lo mismo!
- Comeré lo que me de la gana comer – respondió el hermano, con cierto aire ofendido – bien – se acercó a los refrigeradores y sacó una lata de cerveza – yo beberé cerveza y comeré frituras
- Si Khalos se entera de que comiste frituras y cerveza en lugar de zanahoria y jugo, te colgará de los pulgares
- Si Khalos se entera de que dejamos la caravana sin su permiso nos va a colgar de no te diré donde
Ambos rieron, siguieron escogiendo chucherías baratas, dulces bastante feos pero muy económicos. En cierto punto, se dieron cuenta de que si se gastaban todo el dinero ahí, no tendrían con qué regresar a casa así que guardaron las veinte monedas y dejaron la cerveza del hermano (que era lo más caro) y gastaron dos billetes en chucherías.
Cuando estuvieron fuera de la tienda, Adrien se dio cuenta de que los había seguido con la mirada durante todo el rato, se sintió avergonzado y hasta torpe. Ambos eran bellísimos, con un porte digno de dos ricachones, pero solo habían tenido el presupuesto de comprar dulces baratos.
Editado: 22.05.2019