Artemis

Capítulo 2

El silencio de la noche me envolvía, pero mi mente seguía rugiendo como el eco de la batalla. Estaba sentada junto a una pequeña fogata improvisada. La niña estaba a salvo, dormía tranquila unas pocas casas más allá, devuelta a su familia. Y yo debería sentirme igual de aliviada, pero no era así.

Mi cuerpo aún dolía, cada golpe dejado por el Xyrian latía en mis músculos como una marca ardiente, recordándome cuán débil había sido. No importaba cuántas veces me levantara, al final no fue mi fuerza lo que venció a la criatura. Fue suerte. Y la suerte no era suficiente.

Cada respiración era pesada, rasposa. El aire cortaba mis pulmones como cuchillas de hielo. El sudor y la sangre seca se pegaban a mi piel, áspera y tirante, mientras la brisa nocturna susurraba a mi alrededor, fría como dedos espectrales. Me abracé a mí misma, no para darme consuelo, sino para contener el temblor que iba más allá de mi cuerpo. Era mi alma la que temblaba.

El demonio me había llamado por mi nombre. Artemis. Y luego... princesa. La palabra seguía girando en mi cabeza como un cuchillo oxidado. ¿Cómo podía saber quién era yo? ¿Cómo podía un monstruo pronunciar ese título que apenas recordaba haber escuchado de niña? Princesa. Me sonaba a una burla cruel, como si la vida me recordara que alguna vez pertenecí a algo más grande... algo que me fue arrebatado.

Princesa. La palabra martillaba mi mente, primero como un eco lejano, luego como un tambor cruel. Cada golpe retumbaba más fuerte, hasta que solo quedó ese título ardiendo dentro de mí.. Mi garganta se cerró, apretada por una emoción que no sabía cómo liberar. La rabia me subió por el pecho como un torrente ardiente, mezclada con la impotencia. ¿Por qué? ¿Por qué me llamaba así? ¿Por qué yo?

La imagen del demonio regresó a mi mente. Esa sonrisa cruel. Esos ojos, llenos de una oscuridad antigua y burlona. Y la voz. "Princesa." Apreté los dientes con fuerza, tanto que sentí un dolor sordo en la mandíbula. Mis manos temblaban y, sin darme cuenta, golpeé el suelo con el puño. La tierra seca se astilló bajo mí.

—¡Cállate! —susurré al aire, mi voz quebrada, temblorosa. Pero la palabra seguía ahí. Princesa. Princesa. Princesa.

Las lágrimas llegaron sin permiso. Se deslizaron por mis mejillas calientes y cayeron en la tierra, oscureciéndola como pequeñas manchas de ceniza. Sollocé, incapaz de contenerlo más. Cada lágrima arrastraba con ella una mezcla de furia y tristeza que había estado enterrada muy dentro de mí, acumulándose durante años.

Recordé los gritos, el humo espeso llenando mis pulmones, el resplandor rojo del fuego devorándolo todo. La sensación de unas manos ásperas separándome de los brazos cálidos de mi madre. La desesperación. El miedo. Y la última mirada de mis padres antes de que la oscuridad me envolviera y me llevara lejos. ¿Qué tipo de princesa termina escondida en el barro, peleando por sobrevivir contra monstruos que conocen su nombre?

—No soy una princesa —susurré, mi voz se quebró. Mentía. Una parte de mí quería serlo. Quería ser digna de ese título, aunque doliera admitirlo. Quería ser más que una niña perdida cubierta de sangre y ceniza. Quería ser digna de ese título. No por gloria. No por orgullo. Sino porque si realmente era una princesa, si tenía siquiera una pizca del poder que se suponía que debía tener, nadie más tendría que pasar por el infierno que yo había vivido. Nadie más tendría que sentir la piel ardiendo por el fuego que devoraba su hogar, ni escuchar los gritos ahogados de sus seres queridos desapareciendo en la oscuridad. Si ser princesa significaba algo, entonces significaba que debía convertirme en un escudo para los demás. Porque si no podía ser eso, entonces... ¿qué me quedaba? Nadie más perdería a sus padres. Nadie más perdería su hogar.

Mi corazón latía con fuerza. La furia ardía en mi pecho, mezclada con algo más profundo, algo que me asustaba admitir. Quería más. Más fuerza, más poder. No para vengarme, sino porque en ese momento, cuando la niña me miró como si fuera una heroína de las historias que se susurraban a los pequeños antes de dormir, sentí que quería ser eso. No solo para esa niña, sino para todos. Mi pueblo. Mi reino. Quería protegerlos, guiarlos... quería que me amaran.

Pero ahora, solo era una sombra de lo que podría ser. Y eso me destrozaba.

El viento sopló más fuerte, levantando cenizas y polvo, haciendo que la luz de la fogata parpadeara y bailara. La luz se reflejaba en mis lágrimas, brillando como diminutas estrellas rotas en mi rostro. Alcé la vista hacia la luna, enorme y pálida sobre mí, testigo silenciosa de mi miseria. El dolor en mi pecho era tan agudo que apenas podía respirar.

—Voy a encontrarlo —susurré, con la voz rasposa. No estaba segura de qué buscaba. ¿Respuestas? ¿Poder? ¿Venganza? Tal vez todo a la vez. Pero en el fondo, había una certeza que no quería admitir: quería que doliera menos. Quería que esa palabra, princesa, dejara de ser una daga que me desgarraba cada vez que la recordaba. Quería encontrar algo que me demostrara que no era solo una burla del destino, que había una razón para todo este sufrimiento.

Las lágrimas seguían cayendo, silenciosas ahora. El viento arrastraba cenizas y polvo, y por un instante solo existía el sonido de mi respiración entrecortada. Todo estaba quieto. Demasiado quieto. La noche me envolvía como un sudario, y la idea de cerrar los ojos me aterraba. Pero el sueño me encontró de todas formas, arrastrándome sin piedad.

Las llamas rugían a mi alrededor. El calor era asfixiante. El humo me llenaba los pulmones y me quemaba los ojos. Gritos. Voces conocidas y distantes al mismo tiempo. Buscaba a mi madre entre el caos, mi corazón latiendo frenético. Las sombras bailaban entre las llamas, monstruos formados de ceniza y oscuridad.

—¡Corre, Artemis! —La voz de mi madre retumbó en mi mente como una campanada lejana, llena de desesperación y amor, una súplica que se mezclaba con el eco de mi propio miedo. Sentí unas manos que me empujaban, que me arrancaban del fuego, y entonces... nada. Oscuridad.



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En el texto hay: misterio, fantasia oscura, mujer fuerte

Editado: 03.05.2025

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