Ashley

Capítulo Cinco

Entro cargando bolsas a la casa  en donde tengo muchos recuerdos junto a mi padre. Antes de venir pase por un supermercado que está cerca y compre cosas que me harán falta como comestibles, productos de baño y hasta un libro que hacía tiempo me lo quería comprar pero no lo conseguía porque es muy vendido,  Dr. Engel se llama, por lo que leí por internet su autora es española y ha tenido mucho éxito.

Dejo las bolsas de compras sobre la mesada de la cocina y vuelvo por mi bolso que lo había dejado en auto. Cuando vuelvo a entrar contemplo más la casa. 

Hacía tanto que no venía que hasta ya me había olvidado como lucia. No es tan lujosa como la casa de mis padres pero igual es grande. Es de dos plantas, tiene cuatro habitaciones y cada una tiene su baño propio, las habitaciones que solían usar mis hermanos tienen vista a la playa igual que la mía, también tiene una piscina que da al mar y la decoración completa está relacionada al verano y la playa. La verdad que mis padres hicieron un gran trabajo cuando la compraron porque parecía abandonada y era más pequeña pero ahora es una casa de sueños. 

La primera vez que vinimos a pasar casi un verano completo no quería regresar y no solo por la casa y porque el pueblo es tranquilo sino porque no tenía el ojo encima de la élite que pertenece mi madre que todo el tiempo están compitiendo con sus bienes, todos quieren tener lo mejor y mi madre no es la excepción pero mi padre algunas veces le decía que no porque ya suficiente con lo que teníamos y aunque no le gustara mi madre terminaba desistiendo de la idea de tener lo mejor que sus “amigas”. 

Después de guardar las cosas que compre y mis pertenencias, me cambio de ropa a una más ligera y empiezo a hacerme la cena. Cuando termino de comer salgo hacia al patio que da a la playa, bajo unas escaleras y voy hacia el agua.

Pongo mis pies a la orilla del mar y pequeñas olas los cubren, el agua está un poco fría pero igual camino un poco más hasta que el agua me llega casi a las rodillas, me agacho un poco para tocar el agua con mis manos. A pesar de que esté fría me dan unas ganas enorme de sumergirme pero sé que si lo hago después voy a estar una semana en cama por gripe porque a pesar que esté comenzando  la primavera y haya días cálidos por las noches todavía suelen ser frías.

Cuando estoy dando la vuelta para salir veo a alguien corriendo hacia donde estoy. No puedo notar si es hombre o mujer porque está oscuro y la persona todavía se encuentra lejos.

-¡No lo hagas!- por su voz me doy cuenta que es hombre. Me quedo en donde estoy sin saber qué hacer. ¿Por qué me dice que no lo haga? ¿Qué no tengo que hacer?- ¡Sal del agua! ¡No lo hagas!

No entiendo a lo que se refiere con que no lo haga. No me muevo, solo me quedo mirando cómo se acerca. Es un chico que parece de mi edad, es alto, tiene pelo castaño, de tez blanca.

-Por… Por favor no lo… hagas- se detiene cerca pero se agacha poniendo sus manos en sus rodillas, se nota que está cansado y por cómo habló también le falta el aire.

-¿Hacer qué?- le pregunto sin entender.

-No te mates- se endereza y me queda viendo.

-¿Por qué me mataría?

El chico pone una cara rara y me queda viendo- ¿No te ibas a matar?-niego con la cabeza- ¿entonces corrí por nada?

-Al parecer- veo la cara que tiene me da gracia y no aguanto más las ganas de reír. Empiezo a reírme hasta que noto lo grosera que estoy siendo por reírme en su cara de su cara- Lo siento pero la cara que has puesto es muy graciosa- le digo entre risas.

Una pequeña risa sale de su boca y me alegro que a él también le cause gracia porque sería muy vergonzoso.

-¿Por qué pensaste que me iba a matar?-le pregunto mientras camino a la orilla hasta quedar casi al frente de él.

-Uhm… digamos que no es muy común ver a una persona absorta en sus pensamientos metiéndose al mar. Pensé que querías ahogarte y no podía dejar que hicieras eso. 

-Oh - no sé qué decir, no es muy común que un extraño se preocupe por otra persona y menos si es por mí.

-Sí, bueno. Me alegro que tu intención no fuera ahogarte. Por cierto mi nombre es Daniel- me da su mano en forma de saludo

-Ashley- digo dándole mi mano y ambos nos damos un leve apretón, lo miro a la cara y noto que tiene ojos marrones y es lindo.- ¿Y tú qué haces por aquí? – nos soltamos la mano

-Yo vivo en esa casa- señala la casa que está al lado de la mía.

-¿En la casa de los Sres. Adams?

-Sí, ellos. Al parecer se mudaron de país, pusieron la casa en venta y yo justo necesitaba una casa lejos de todo para mi hijo y para mí.

Lo miro con cara de sorpresa, no tiene cara de ser padre, incluso parece un chico universitario.

-Por la cara que has puesto estás pensando que me veo joven para ser padre- un calor me invade la cara.

-Lo siento.- Qué vergüenza.

- Descuida, estoy acostumbrado a que me miren de esa forma y la verdad no me molesta porque estoy orgulloso de ser padre. Mi hijo es todo lo que tengo.




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