Atados a nuestra propia realidad

Capitulo 2

Estados Unidos, New york...

8:30 pm...

La noche ya estaba asomándose y las estrellas dando paso para resaltar en la oscuridad. Faltaba poco para dar fin a este viaje que, por poco, mis músculos tomaban forma del asiento. Están gritando desde hace horas por tener un rato de descanso y estirarse.

— ¿Ya llegamos?, no sé si voy a seguir viva un rato más — Avise, fingiendo llorar.

— Falta poco Adhara, mientras tanto, observa a tu alrededor, tienen muchas cosas buenas y parece que nunca cierran — Celebró, como un niño chiquito.

Suspire resignada y apoye mi mano en el mentón, mirando hacia la ventana. En ese preciso momento, la camioneta giro por la quinta avenida que comunica el norte con la ciudad de manhattan.

Ahora mismo, tendría que estar asombrada por los centros comerciales, que ya perdí la cuenta de cuantos hay en solo una cuadra.

Debería estar diciendo "valla, que lugar más grande", pero es todo lo contrario. Es ruidoso, hay mucho tránsito y muchas personas que de seguro tienen mi edad, están recién saliendo de sus casas con toda la cara pintada. No voy a juzgar sus ropas, aun así, es inevitable no poner cara de asombro por las faldas tan cortas que usan.

Ignorando eso, analice más detenidamente las calles. Muchas personas corriendo en direcciones diferentes, parejas peleándose y hombres borrachos, caminando como si estuvieran recibiendo desfibriladores cada segundo.

Que interesante...

Y como si mi mirada me jugara una mala pasada, observo como una familia que sale de un restaurante, se abrazan. Para mi mala suerte, no es un abraso que damos a cualquier persona cuando la vemos por casualidad, es un abrazo más cálido que se toman el tiempo de sentir la calidez del otro.

Un abrazo cálido que los une más.

Observo como un niño se asoma entre ellos con una gran sonrisa, abrazándolos fuertemente y colgándose del cuello de su madre, dándole un beso en su mejilla. Algo que hace que sus padres sonrían de ternura y para completar, se abrazan todos juntos uniendo sus frentes. Por desgracia, puedo sentir su alegría. La lagrima traicionera se asoma por mi mejilla, retirándola rápidamente.

Note por el rabillo del ojo, que papá me estaba mirando por el retrovisor y cambió la música a una más alegre.

Que irónico saber que un día, que ya ni siquiera recuerdo, compartí recuerdos lindos con mis padres, aunque sea solo por unos segundos, como una familia feliz.

Todo eso ya no existe...

Tan efímero es el recuerdo, que duele... Duele mucho.

Ojalá hubiera un botón para dejar de pensar. Quiero decir, ¿A quién le importa mi dolor y el de los demás?

Exacto, a nadie.

— Ya llegamos. Nuestro nuevo hogar — Estableció fingiendo entusiasmo, o me pareció escuchar así.

Justo al estacionar, bajé del auto.

— Ya ni se si sigo viva. Un día más en la camioneta y mí circulación sanguínea estaría en las nubes o peor aún, mi cuerpo ya estaría entumecido — Reproche, masajeando mi pobre cuello y observando la nueva casa.

— No seas exagerada hija, solo fueron tres días en auto — Replicó, tranquilo.

Lo mire indignada...

Que a él no le haya molestado viajar en una camioneta por tres días, eso no significa que a mí me hubiera fascinado y aunque no lo mencioné, siento como si tuviera el trasero cuadrado. No volveré a viajar en auto en los próximo cinco años.

— Como sea, necesito dormir y no me importaría que sea en el suelo — Reproche, cansada.

No me moleste en detenerme a observar la casa, agarre mi mochila de la camioneta y me adentre a mi nueva vivienda, en donde pasare mi último año escolar. Y como si mi situación mejorara, mis clases empezaran el miércoles. Al menos tendré un día de descanso, ya que, la camioneta con nuestras cosas tardara unos días más en llegar.

— ¿Te gusta hija?, estaba en oferta y no podía dejar pasar esta oportunidad — Aviso, mientras sostenía algunas maletas con ropa que habíamos empacado.

Y con respecto a la casa, no era para nada diferente a la anterior. Tiene los mismos detalles, pero es como si le hubieran dado una mano de pintura.

Como hermanos a la obra...

— El color es lo único bonito que tiene, lo demás es igual que la otra casa — Establecí, sincera.

Mirando la escalera, que a diferencia de la otra que era de madera, esta tiene una alfombra que se extiende por toda la casa. La sala era más grande, con una lámpara de los 80s y la cocina...

¡Oh por dios!...

El mostrador se encontraba en el centro, que es de mármol oscuro con una repisa al costado de la heladera, que se encontraba al lado de la puerta que daba comienzo al enorme patio, que ni siquiera sabré que haremos con toda esa semejante hectárea verde.

No lo voy a decir en vos alta, pero estoy asombrada.

— Un conocido mío se hizo cargo de nuestra comida. Si tienes sed, hay jugo en la nevera. — Exclamó, subiendo las escaleras con la mochila recargada en su hombro.

Fui hacia la nevera y agarré el jugo, que supuestamente era comestible. Intente golpearlo contra la encimera para que el supuesto hielo se rompiera, pero siento que con cada golpe no hacia nada más que cansarme.

Bufe, dejándolo en la encimera para ver si se descongelada en un rato.

Estaba más que segura que esto está aquí hace días. Suspire pesado antes de subir a mi nuevo cuarto. No había mucha diferencia, pero al menos este tiene una ventana más grande que da directo al patio del vecino. Por un momento me hacer recordar a las películas románticas. Nada original, muy patético.

¿Por qué la gente se enamora si saben que tiene fecha de coeducación? o, mejor dicho, ¿Podre llegar a amar a alguien? ¿De qué sirve enamorarse si en algún momento va a terminar?

Pierdo mi tiempo con eso.

Me asegurare de no asomarme tanto a la ventana y no tener que discutir con alguien. Por si acaso. Y para aclarar, no tiene nada que ver con miedo al amor. Eso es solo un fastidió.




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